Cada vez son más las empresas que redirigen sus objetivos hacia la transformación digital y la inclusión de nuevas tecnologías, tratando de construir las nuevas empresas del futuro. De hecho, según el informe anual de Oliver Wyman 'El estado de la industria de servicios financieros 2020. Cuando la visión y el valor chocan', que se presentó ayer en el Foro de Davos 2020, las entidades financieras destinan de media un 5% de sus ingresos anuales a alcanzar dichos objetivos

El inconveniente es que se trata de un proceso costoso y lento, que no siempre se refleja en las métricas y que está levantando cierto escepticismo por parte de los inversores, que han empezado a preguntarse, durante este último año, sobre la falta de progreso de las considerables inversiones que se están realizando. Así, únicamente el 25% de los inversores encuestados confía en que las estrategias de transformación digital de las empresas serán efectivas y menos del 1% cree que los planes son claros y creíbles.

 

 

Un hecho que se suma a la creciente entrada de compañías tecnológicas en el sector, que, combinada con unas condiciones macroeconómicas cada vez más complicadas, están haciendo que la presión sobre las entidades financieras aumente, pues tienen que atraer ingresos que les garanticen alcanzar el éxito y, a su vez, ofrecer valor a los accionistas a largo plazo. Bajo estos parámetros y de acuerdo con el informe, están surgiendo dos mentalidades muy distintas dentro de la industria.

Por un lado, existe una mentalidad especialmente enfocada a la visión, a la creación de la empresa del futuro, que centra sus esfuerzos en la transformación digital y cuenta con un horizonte de inversión de tres a siete años. Y, por otro, una mentalidad dirigida al valor, a la obtención de resultados financieros a corto plazo, en la que las inversiones solo se realizan cuando se esperan retornos concretos, con un impacto en los siguientes tres años.

La tensión entre ambas concepciones se está manifestando en todos los segmentos del sector. Muchas de las entidades que han respaldado fuertemente la mentalidad de la visión durante los últimos años está ahora analizando con detenimiento lo que está funcionando, lo que aportará valor en el futuro y cómo reducir el gasto. En cambio, aquellas entidades que adoptaron un enfoque más pragmático o que no tenían la capacidad para considerar el futuro a largo plazo, están ahora preocupadas por la sostenibilidad y por el origen del crecimiento.

España, un mercado enfocado en el valor

El mercado en el que opera una empresa condiciona en gran parte su mentalidad. Por ejemplo, los bancos europeos y japoneses, al igual que algunos bancos pequeños de Estados Unidos, se hallan en un contexto difícil, de análisis de perspectivas actuales y centradas en el valor. Necesitan saber que existe un plan inmediato para mejorar el rendimiento financiero, reduciendo los costes o reasignando el balance.  Es el caso de bancos españoles, cuya dinámica tiende a dicha reducción y a la optimización de recursos financieros para obtener una rentabilidad de su inversión inicial.

Sin embargo, del informe se desprende que existe la posibilidad de un camino viable para el crecimiento de los beneficios a largo plazo. En el caso de algunos grandes bancos estadounidenses, australianos o canadienses, los accionistas han dado más espacio a la inversión para impulsar el crecimiento y la transformación.

El entendimiento con los inversores es clave

Como señala el informe, el impacto positivo de las inversiones está siendo lento y escaso, por lo que ninguna de las empresas consultadas por Oliver Wyman está del todo satisfecha con el ritmo al que se están produciendo los cambios. Uno de los principales problemas es que los inversores no son capaces de entender del todo para qué están invirtiendo o por qué lo hacen. De todos los encuestados, un 63% considera que los bancos no han articulado agendas de transformación digital creíbles en lo que se refiere a costes, beneficios y plazos. El 37% restante cree, además, que no existen unas preferencias claras entre las entidades financieras.

Aun así, aunque estos accionistas puedan ser algo reticentes acerca de que los programas actuales puedan dar resultados, el 80% sí considera que la transformación digital es un proceso clave en el que merece la pena llevar a cabo importantes inversiones. De hecho, los ambiciosos programas de gran presupuesto de los que hablan los bancos, así como el rendimiento que producen, hacen que la comunidad de inversores se esfuerce por dar sentido a lo que realmente está sucediendo, de tal manera que, a día de hoy, el 98% de los bancos europeos ya mencionan "digital" en sus comunicaciones externas, en comparación con solo el 27% de los informes de investigación de analistas.

La irrupción de las empresas tecnológicas no es la única amenaza

La creciente presencia de grandes compañías de tecnología y fintech hace sombra al resto del sector. Desde 2010, su relación precio-beneficio ha aumentado de forma constante, con múltiplos que duplican los de las empresas de servicios financieros. En concreto, los bancos han visto descender su múltiplo precio-beneficio de 14 a 11 veces. Aun así, en algunos mercados, los bajos tipos de interés ya han producido descensos cíclicos de los ingresos que son peores que cualquier irrupción digital. Oliver Wyman estima que el 75% de la erosión de valor en la banca europea proviene de factores macro y de regulación, mientras que sólo el 25% tiene relación con nuevos participantes como las fintech.

Las grandes recesiones y crisis financieras de los últimos 30 años han coincidido con pérdidas para los bancos de entre el 10% y el 50% de los ingresos en un solo año, probablemente muy superiores a los fondos disponibles para invertir. Por tanto, queda claro que existe un enfrentamiento entre dos tipos de mentalidad en las empresas del sector financiero, cuyo éxito se basará en una combinación de ambas para triunfar a corto y largo plazo, pues en este momento se encuentran luchando para que la inversión se ajuste a sus prioridades estratégicas, ya que el 40% de los presupuestos dedicados a cambios todavía se destinan al ámbito normativo.

El equilibrio entre las dos mentalidades se hace cada vez más necesario

En los últimos años, ha habido compañías cuya mentalidad se ha centrado casi por completo en la visión, invirtiendo agresivamente en innovación y en transformación, con resultados decepcionantes, en muchos casos. En otras, en cambio, ha predominado el valor y los beneficios a corto plazo, pero siempre con un impacto reducido.

Es por ello, que la clave está en alcanzar un equilibrio entre las dos mentalidades, adoptando un enfoque abierto, para lo que Oliver Wyman establece una serie de premisas a considerar.

En primer lugar, las empresas deben adoptar un enfoque quirúrgico a la hora de afrontar las inversiones, evitando la creación de capacidades demasiado digitales que puedan no ser entendibles. Además, conviene centrarse en un número menor de iniciativas, siempre y cuando éstas estén bien financiadas.  Por otro lado, la inversión en tecnología y nuevos procesos suele tener unos resultados finales algo difuminados, en muchas ocasiones debido a que las herramientas utilizadas para medir el retorno de la inversión están obsoletas, por lo que, desarrollar una nueva forma de medir dichos resultados será importante.  Aun así, hay que tener en cuenta que estos resultados pueden reflejarse en en un aumento de la productividad y no en ganancias definitivas como tal. 

Finalmente, para que todo el proceso de inversión en nuevos cambios y avances tenga sentido a ojos de los inversores y estos, a su vez, sean capaces de comprender en qué están invirtiendo su dinero, una mayor transparencia y una mejora en las comunicaciones externas resultan claves.