José Luis Izquierdo, más conocido como el Mago More, empezó estudiando informática en la Politécnica de Madrid en 1989, pero lo dejó en el último año tras descubrir una tienda de magia en la calle San Mateo. “Mis padres se lo tomaron como un drama”, recuerda. A los 21 años ya se ganaba la vida como mago y más adelante empezó con monólogos, inspirado por el programa El Club de la Comedia. Sin embargo, viendo el crecimiento de plataformas como YouTube, decidió alejarse del mundo del espectáculo para centrarse en el empresarial. Cursó un PDG en el IESE y se enfocó en la innovación. Fue una clienta quien le propuso por primera vez dar una charla de innovación, lo que marcó el inicio de su carrera como conferenciante.
En la actualidad, se dedica a impartir formación y conferencias sobre productividad, IA y gestión del cambio. Su motivación principal es “que la gente se lo pase bien”, y disfruta enseñando a mejorar el uso de herramientas digitales cotidianas. Considera que la mayoría no aprovecha todo su potencial por falta de curiosidad o de tiempo: “Si tuviera 6 horas para cortar un árbol, estaría 5 afilando el hacha”. Su método se basa en estudiar en profundidad las herramientas: explorar menús o leer manuales. Pone ejemplos concretos, como funciones del iPhone o automatizar gestiones con IA, siempre con el objetivo de ahorrar tiempo.
Realiza unas 150 intervenciones al año, normalmente conferencias de una hora. Reconoce que este ritmo es agotador y le gustaría tener más tiempo para la creación: “Para la creatividad no vale con ponerse un ratito todos los días, sino que necesitas calmar un poco la mente y ponerte en modo divagar”, afirma. Aunque es algo caótico en su espacio físico, ha aprendido a organizarse y centrarse mentalmente.
Asegura que ha dejado completamente la magia, aunque es algo que le encantaría seguir haciendo: “No puedes actuar por la noche y al día siguiente estar fresco para una charla”. También lamenta que en España no se valore la polimatía. Colabora solo con personas en las que cree poder aportar valor, como el pianista Juan Antonio Simarro o la doctora finlandesa Sari Arponen. Rechaza participar en proyectos donde solo buscan aprovechar sus contactos: “Necesito poder aportarles a ellos también”.
En lo personal, está muy implicado con la Fundación Bobath, donde acude su hijo Marcos, con parálisis cerebral. Ha donado más de 150.000 euros a fundaciones como Bobath o la del síndrome de West. Critica la falta de apoyo público: “Hay veces que uno de los dos padres tiene que dejar de trabajar y los gastos se multiplican”.
Sobre su newsletter, cuenta que empezó publicando a diario, pero ahora lo hace con menos frecuencia para mantener el interés: “El refuerzo continuo hace que la dopamina baje. Si no lo mandas todos los días, sorprende más”.