A pesar de la volatilidad y de las caídas recientes, el S&P 500 continúa a apenas un 2,5% de sus máximos históricos. La semana de Acción de Gracias ha devuelto el optimismo a los mercados: está siendo la mejor para el NASDAQ 100 desde 2008 y la más sólida para el S&P 500 desde 2012. El sentimiento ha girado con rapidez después de semanas marcadas por las dudas sobre las valoraciones, la concentración del mercado y el impacto real de la inteligencia artificial.

El punto de inflexión llegó con las declaraciones del presidente de la Fed de Nueva York, John Williams, que abrió la puerta a un recorte de tipos en la reunión del 10 de diciembre. El mercado ya descuenta con más del 80% de probabilidad una bajada, lo que ha impulsado de nuevo a la renta variable. A ello se suma un contexto estacional favorable: históricamente, noviembre y diciembre aportan una rentabilidad media del 3,3% al S&P 500, especialmente en años en los que el índice llega al tramo final con avances superiores al 10%. La mejora reciente también se explica por un aumento de la liquidez tras el acuerdo para evitar el cierre del Gobierno en EEUU, así como por una temporada de resultados mucho mejor de lo previsto. El consumidor estadounidense sigue mostrando resiliencia y la economía mantiene un crecimiento firme.

¿Quién será el ganador en 2026?

Uno de los grandes debates estratégicos para los inversores es determinar qué compañía será la gran beneficiada y ganadora en 2026. Alphabet aparece como una de las mejor posicionadas, al integrar chips propios (TPU), centros de datos, nube, aplicaciones y hardware. Sin embargo, Microsoft, Nvidia y otros actores también podrían capturar parte relevante del negocio. La dispersión de escenarios complica las apuestas individuales, razón por la que muchos gestores recomiendan diversificar a través de ETFs.

Además, de cara a 2025–2026, la incógnita es si la IA seguirá concentrando los beneficios en las Big Tech o si la mejora de productividad se extenderá al resto de sectores. Si ocurre lo segundo, las compañías de pequeña y mediana capitalización —especialmente las con deuda a tipo variable que se beneficiarían de unos tipos más bajos— podrían protagonizar el próximo ciclo. Índices como el S&P 500 Equal Weight podrían ganar atractivo en ese contexto.

Frente a los recortes de tipos, los sectores más sensibles son el consumo discrecional y la tecnología. Si el coste de la deuda baja, el consumidor dispone de más renta disponible para gastar y las empresas orientadas al consumo —desde textil a turismo o restauración— pueden verse impulsadas. En las tecnológicas, la caída de la rentabilidad exigida aumenta el valor presente de sus beneficios futuros, lo que tiende a elevar sus valoraciones. Las compañías pequeñas, con mayor exposición a deuda a tipo variable, también podrían ser grandes beneficiadas de un ciclo de recortes.

Bitcoin y oro

Sobre Bitcoin, la corrección reciente se explicó por dos factores que coincidieron el 10 de octubre: por un lado, las tensiones geopolíticas tras las amenazas de Donald Trump a China, que provocaron ventas de activos de riesgo; y por otro, una nota de MSCI advirtiendo que las empresas con más del 50% de su tesorería en bitcoin podrían dejar de clasificarse como compañías para pasar a considerarse fondos de inversión, lo que las excluiría de algunos índices. MicroStrategy, el ejemplo más visible, ha sufrido fuertes caídas. Esa doble presión provocó ventas tanto de empresas cripto como del propio bitcoin. Sin embargo, la tesis de largo plazo sigue intacta para los analistas: oferta limitada (21 millones), activo descentralizado, resistente a la inflación y relativamente independiente de gobiernos y bancos centrales. La creciente adopción institucional —con bancos como JPMorgan aceptando bitcoin como colateral— apunta a un uso más extendido en los próximos años.

En cuanto al Oro, se mantiene la visión estructuralmente positiva. La demanda por parte de bancos centrales continúa creciendo, especialmente en China, que está acercándose al 10% de reservas en oro y podría elevar ese nivel al 30% en los próximos años para reforzar la credibilidad del yuan en un contexto de rivalidad geopolítica con EEUU. Además, el entorno de tipos a la baja e inflación estructuralmente más alta favorece al metal precioso, que suele comportarse bien en este tipo de escenarios.