Octubre de 2025 cerró con un repunte inesperado en los mercados bursátiles de Estados Unidos, desafiando el temor histórico a este mes que los operadores suelen asociar con los grandes colapsos de 1929 y 1987. 

Contra todos los pronósticos, los índices más relevantes terminaron al alza, impulsados por un fenómeno que se ha convertido en el motor de la economía financiera global: la inteligencia artificial.

Los inversores que apostaron por una caída del mercado —especialmente los fondos en corto— se vieron sorprendidos por un movimiento alcista que tuvo poco que ver con la macroeconomía tradicional. 
El avance tecnológico y la promesa de una nueva era de productividad empresarial llevaron a las principales acciones del sector a registrar ganancias históricas.

Un repunte guiado por el sector tecnológico

El índice S&P 500 cerró octubre con una subida del 2,3%, mientras que el Nasdaq Composite, de fuerte peso tecnológico, escaló un 4,7%. Estas cifras bastaron para compensar el escepticismo que predominaba a comienzos del mes, cuando los analistas preveían una corrección después de semanas de volatilidad.

El impulso vino principalmente de compañías vinculadas con la inteligencia artificial. Amazon, por ejemplo, experimentó un salto del 9,6 % tras anunciar un sólido crecimiento en su unidad de computación en la nube. Su director ejecutivo, Andy Jassy, destacó la “fuerte demanda de IA e infraestructura central”, lo que provocó una reacción en cadena en otras empresas del sector, incluyendo Palantir y Oracle, que también se beneficiaron de la ola de optimismo.

El fenómeno no fue aislado. Durante el mes, NVIDIA alcanzó una valoración récord de 5 billones de dólares, convirtiéndose en la primera compañía tecnológica en alcanzar esa cifra. Su CEO, Jensen Huang, describió el desarrollo de la IA como un “círculo virtuoso”, donde el aumento del uso impulsa nuevas inversiones, y esas inversiones mejoran la tecnología, lo que genera aún más demanda.

La inversión en infraestructura digital

El entusiasmo por la inteligencia artificial no solo se refleja en la cotización de las acciones, sino también en los balances de las grandes tecnológicas. En las recientes presentaciones de resultados, compañías como Microsoft, Meta, Alphabet y Amazonreportaron incrementos significativos en su gasto de capital, gran parte del cual se destina a la expansión de infraestructura de IA.

Este flujo de inversión masiva refuerza la idea de que la adopción de sistemas inteligentes no es una moda pasajera, sino un cambio estructural en la economía. Los expertos comparan este momento con el auge de internet a comienzos de los 2000, pero con una diferencia clave: ahora, las empresas tienen liquidez, capacidad de escalar sus operaciones globales y un mercado ávido de soluciones automatizadas.

El NASDAQ 100 cerró octubre con su mejor desempeño en cinco meses, gracias a la demanda de chips avanzados, centros de datos y software de análisis predictivo. 

El auge de los modelos generativos y los servicios de computación en la nube se traduce en mayores ingresos para las firmas que dominan la infraestructura digital.

Un crecimiento que contrasta con la economía global

Mientras los mercados estadounidenses celebraban, el contexto internacional mostraba señales de desaceleración. El índice PMI manufacturero de China, compilado por S&P Global, cayó desde 50,6 a 49,8 puntos, señalando una contracción en la actividad industrial. Europa tampoco mostró fortaleza, con Alemania y Francia enfrentando estancamiento productivo y presiones inflacionarias.

En ese escenario, la economía estadounidense se mantuvo como el principal foco de inversión internacional. Los analistas explican que el flujo de capital hacia el mercado norteamericano responde a la expectativa de que la inteligencia artificial actuará como un motor compensatorio, elevando la productividad en sectores donde los salarios y los márgenes se habían estancado.

El repunte bursátil de octubre sugiere que los inversores confían más en la innovación tecnológica que en los datos macroeconómicos. La Reserva Federal ha mantenido su política restrictiva, los precios energéticos siguen altos y el consumo se desacelera, pero las expectativas de rentabilidad en las empresas de IA parecen eclipsar cualquier signo de debilidad económica.

El papel de la automatización en la nueva economía

Las empresas estadounidenses están invirtiendo miles de millones en sistemas basados en inteligencia artificial capaces de optimizar la producción, reducir tiempos y prever la demanda. Este proceso de automatización no solo impacta al sector tecnológico, sino también a la industria manufacturera, el comercio electrónico, las finanzas y la logística.

La consultora McKinsey & Company estima que la adopción de herramientas de IA podría agregar hasta 4,4 billones de dólares anuales a la economía global en la próxima década, y Estados Unidos captaría más del 40 % de ese valor. 

En el mercado laboral, el proceso avanza a un ritmo desigual: mientras algunos empleos desaparecen, otros —especialmente los relacionados con ingeniería de datos, ciberseguridad y desarrollo de algoritmos— experimentan una demanda sin precedentes.

La capitalización de mercado combinada de las siete mayores tecnológicas estadounidenses superó en octubre los 13 billones de dólares, un nuevo récord. 

Esta concentración de valor demuestra que los inversores siguen premiando la innovación, aun en un contexto de incertidumbre política y tensiones geoestratégicas.

Perspectivas de noviembre 

De cara a noviembre, el S&P 500 acumula una ganancia superior al 16% en lo que va del año, lo que ha devuelto el optimismo a Wall Street. Los operadores, sin embargo, se mantienen atentos a los posibles efectos de la Corte Suprema de EE. UU. sobre los aranceles heredados de la administración Trump, que podrían alterar el equilibrio comercial con China.

Además, las próximas presentaciones de resultados de compañías como Palantir serán una nueva prueba de fuego para evaluar si el entusiasmo por la inteligencia artificial puede sostenerse más allá del corto plazo. 

Los analistas coinciden en que el mercado ha cambiado de paradigma: los inversores ya no buscan únicamente valor tangible, sino capacidad de innovación y liderazgo tecnológico.