Las amenazas de Donald Trump hacia sus socios comerciales siguen viniendo con plazos que, en los mercados financieros, se interpretan como señales de compra. Parece que todo sigue siendo negociable en las bolsas…
Lo que percibo es que, tras varios meses, los mercados han empezado a tomar con cierta distancia los avisos de Trump, ese “que viene el lobo” repetido tantas veces. Las amenazas de aranceles suelen ir acompañadas de plazos que permiten negociar, y eso hace que el mercado contemple dos escenarios: el más probable, que se alcance un acuerdo antes del 1 de agosto, o bien que, si no se logra, se acabe prorrogando el plazo. Ahora bien, hay que considerar el escenario más duro: que Trump no ceda y Europa responda con contramedidas, lo que podría derivar en una espiral de subidas arancelarias sin demasiado sentido. Al final, con los aranceles perdemos todos, porque inevitablemente terminan repercutiendo en el consumidor y generando inflación. Trump lo sabe, pero como todavía no se ha notado un repunte claro de la inflación en EEUU, sigue adelante. Eso sí, parte de esa contención inflacionaria se explica porque muchas empresas hicieron acopio de mercancías antes de que entraran en vigor los aranceles. Habrá que ver qué ocurre con los precios cuando se reduzcan esos stocks.
Esta semana arranca la temporada de resultados de Wall Street y de Europa. ¿Qué podemos esperar y qué papel podrían jugar los beneficios empresariales en sostener (o no) las bolsas en los próximos meses?
Hasta ahora, lo que hemos visto es que la geopolítica y las decisiones de los bancos centrales eran el principal motor de los mercados. Estábamos muy pendientes de lo que decía la Reserva Federal, el Banco Central Europeo o, incluso, de los anuncios de Donald Trump. Hoy, sin embargo, parece que ese frente está algo más claro y ha pasado a un segundo plano: sabemos que el BCE difícilmente bajará los tipos del entorno del 2%, y desde Alemania ya advierten que hacerlo podría ser contraproducente. También tenemos bastante asumido que la Fed recortará los tipos en dos ocasiones este año con bajadas previsibles de 25 puntos básicos cada una, salvo sorpresas mayores. Y, en cuanto a Trump, sus amenazas comerciales están más o menos contenidas dentro de unos márgenes conocidos.
Con este telón de fondo, la atención vuelve a centrarse en la economía real y, sobre todo, en los resultados empresariales, que ahora sí empiezan a tener un peso decisivo. La clave estará en ver cómo han manejado las empresas el efecto del acopio de inventarios previo a los aranceles, si eso se traduce en inflación o si, por el contrario, las compañías absorben el impacto en sus márgenes. Pero, más allá de las cifras del trimestre, lo importante será el guidance, es decir, las previsiones que den para los próximos trimestres. Lo vimos recientemente con Nvidia: presentó resultados espectaculares, pero la acción cayó porque su proyección futura no era tan optimista, en parte por el riesgo de no poder vender chips en China debido a las tensiones con Trump. Es probable que algo similar ocurra ahora: el tono de las guías determinará el rumbo de las bolsas más que los beneficios puntuales de este trimestre. Aun así, soy optimista y creo que empezaremos a ver señales positivas ya esta misma semana con la banca estadounidense.
Después del rally en algunos índices, ¿cree que las valoraciones siguen siendo atractivas o hay riesgo de corrección?
La verdad es que llevamos tiempo conviviendo con un riesgo de corrección, sobre todo porque los PER —las valoraciones relativas de las empresas— en muchos casos ya son bastante exigentes. Sin embargo, hay que tener en cuenta el contexto actual, especialmente en EEUU, donde el bono a 10 años ronda el 5%. Esto complica mucho el atractivo de la renta fija y está favoreciendo que el dinero siga fluyendo hacia la renta variable.
Dentro del mercado estadounidense, si miramos a las llamadas “7 magníficas” —incluso dejando fuera a Tesla—, algunas compañías como Nvidia están disparadas. ¿Por qué? Porque el mercado descuenta que Estados Unidos no entrará en recesión, las empresas siguen presentando buenos resultados y eso sostiene las bolsas. Es difícil de prever hasta cuándo. Lo que sí parece claro es que no estamos en un escenario de burbuja, aunque es cierto que los múltiplos empiezan a ser bastante elevados.
Mientras la renta fija no ofrezca una alternativa atractiva —lo que ocurriría con recortes de tipos de interés—, la bolsa estadounidense probablemente mantenga su fuerza. En Europa el panorama es algo diferente: las bolsas han subido con fuerza este año principalmente porque el diferencial con respecto a la renta variable americana era demasiado amplio, y ahora estamos viendo una cierta convergencia, a pesar de que el bono europeo ha caído al entorno del 2%. En definitiva, tenía sentido que ese gap se corrigiera.
De cara a la segunda parte del año, ¿qué sectores y geografías hay que vigilar pensando en buenas rentabilidades en bolsa?
Sigo viendo oportunidades en Estados Unidos, especialmente en el sector tecnológico, donde todavía hay valor pese a las subidas acumuladas. En Europa, aunque el mercado ha recuperado parte del terreno frente a EEUU, todavía hay ciertos nichos que podrían hacerlo bien, precisamente por el diferencial que existía y que aún se está cerrando.
Más allá de la renta variable tradicional, observo un claro movimiento hacia nuevas geografías y activos. Un ejemplo es la renta fija emergente, particularmente en Latinoamérica. Allí encontramos deuda corporativa de compañías que cotizan prácticamente a “precio país”, ofreciendo rendimientos muy atractivos. En Argentina y Brasil, por ejemplo, hay corporativos con valoraciones de auténtico saldo. Por otro lado, también hay oportunidades selectivas en la bolsa japonesa, donde ciertos valores presentan valoraciones interesantes.
En definitiva, creo que el entorno actual obliga a diversificar más allá del clásico 60-40, que ya no funciona igual. De hecho, muchos gestores están incorporando a sus carteras activos como el oro o incluso bitcoin, en busca de descorrelación y nuevas fuentes de rentabilidad.
¿El sector financiero sigue teniendo recorrido? ¿Cuáles son los principales riesgos que podría enfrentar?
El sector financiero sigue siendo el auténtico motor de la economía, porque en definitiva es quien proporciona la “gasolina” necesaria para que todo funcione. Ahora bien, existen ciertos riesgos que conviene vigilar. Un ejemplo claro sería entrar en una espiral de medidas proteccionistas: imaginemos que Donald Trump decide imponer un arancel del 30% a Europa, y que Europa responde con contramedidas por valor de 72.000 millones. No sabemos cómo podría reaccionar Estados Unidos a esa respuesta europea, pero un escenario así podría perjudicar seriamente a muchas empresas europeas, sobre todo a las que exportan a EEUU. ¿Qué pasaría entonces? Que esas compañías se encontrarían con peores márgenes, y a la hora de renovar pólizas o solicitar nuevos créditos, los bancos —al analizar sus cuentas de resultados— verían un deterioro de su rentabilidad y exigirían condiciones más duras o tipos más altos. Eso elevaría el riesgo de morosidad e incluso de insolvencias.
Hoy en día, a diferencia de lo que ocurría en el pasado, los bancos son mucho más cuidadosos: sus comités de riesgos revisan con lupa cada operación. Por eso, si entramos en ese tipo de dinámica, podríamos acabar en una espiral claramente negativa para el crédito, que impactaría tanto en el sector financiero como en la economía en su conjunto.
Compañías europeas a tener en el foco para la segunda parte de 2025
En el ámbito europeo, dentro del sector bancario, el banco que más me gusta es Banco Santander, y por varios motivos: tiene una sólida exposición internacional -incluida una presencia ya asentada en Estados Unidos-, está perfectamente capitalizado y considero que su gestión es muy sólida. En España, creo que ha dado un paso al frente y se ha consolidado como líder, sobre todo si tenemos en cuenta que hasta hace poco era el BBVA quien estaba marcando el ritmo, antes incluso de su intento de fusión. A día de hoy, creo que Santander es el banco que mejor lo puede hacer. Si ampliamos el foco a otros sectores en Europa, destacaría a Indra. Todo lo relacionado con tecnología y, en particular, con el sector de defensa, tiene ahora un potencial enorme. Más allá de las declaraciones políticas, lo cierto es que los compromisos en materia de gasto en armamento están firmados y España —al igual que el resto de Europa— tendrá que asumir un aumento importante en este terreno. Eso beneficia a compañías como Indra, que ya lo están reflejando en sus previsiones (guidance) y que, en mi opinión, tienen recorrido para hacerlo muy bien en los próximos trimestres.
El Bitcoin es, junto al oro, el activo más alcista de este 2025. ¿Es momento de que incluir criptomonedas como una parte fija de las carteras?
Hace tiempo que el clásico esquema de cartera 60-40 dejó de funcionar como antes. Aun así, muchas gestoras siguen defendiendo ese modelo, en parte porque tienen intereses en mantener una elevada exposición a renta fija, pese a que esta viene de años complicados y ahora mismo no ofrece el rendimiento que debería. Bajo mi punto de vista, hoy es imprescindible diversificar mucho más allá. Por supuesto hay que mantener renta variable y algo de renta fija, pero también conviene incorporar otros activos: inmobiliarios, divisas, oro y, sí, criptomonedas. Eso sí, en mi caso solo me planteo Bitcoin. No me siento cómodo invirtiendo en lo que no entiendo a fondo, y aunque el Bitcoin tampoco lo comprendo del todo desde un punto de vista técnico —no soy ingeniero para conocer su arquitectura en detalle—, veo claras las fuerzas que lo están impulsando. Un factor clave es el respaldo indirecto que está recibiendo en Estados Unidos. Si Donald Trump apuesta porque el Bitcoin forme parte del ecosistema financiero norteamericano, es solo cuestión de tiempo que surjan más ETFs, fondos y productos que aumenten la exposición institucional. Eso da confianza y contribuye a que Bitcoin haya roto definitivamente la barrera de los 120.000 dólares, con posibilidades de verlo en 150.000 dólares hacia final de año. Aunque personalmente no es un activo que me apasione, sí creo que hay que reconocer la diferencia que existe entre quienes han invertido en Bitcoin y quienes no, de la misma forma que en los últimos años ha quedado patente la diferencia entre quienes apostaron por Nvidia y quienes se quedaron fuera. Al final, se trata de gestionar el riesgo e incorporar estas nuevas realidades, aunque sea con un peso limitado dentro de la cartera.