Desde el final de la Guerra Fría los países no habían aumentado tanto su gasto en defensa. En 2024 el gasto militar mundial alcanzó los 2.718 mil millones de dólares y ya representa el 2,5% del PIB mundial. Con un incremento del 9,4% respecto al 2023 se alcanza el décimo año consecutivo de crecimiento. Más de cien países han aumentado su gasto en defensa en el último año y con ello los gobiernos buscan aumentar su poder de persuasión y su capacidad de hacer frente a futuras amenazas.
El uso de la fuerza para lograr objetivos territoriales, una tendencia propia del siglo XIX, parece haber vuelto al orden internacional. El modelo actual, creado tras la Segunda Guerra Mundial y basado en el multilateralismo y las organizaciones internacionales, parece estar en decadencia frente a la ley del más fuerte. La guerra de Crimea en 2014, la invasión rusa de Ucrania en 2022, las ofensivas azerbaiyanas en el Nagorno Karabaj o el genocidio perpetrado por Israel en Gaza han obligado a aumentar el gasto en defensa de los países afectados, y sus vecinos.
Estos ataques, unidos a la impunidad de la comunidad internacional, han normalizado una deriva intervencionista global. Al no temer fuertes represalias, otros países podrían decidir unirse a esta tendencia y llevar a cabo una incursión militar en territorio extranjero. Además de las ofensivas ya activas, uno de los focos de mayor tensión se centra en una posible invasión china de la isla de Taiwán.
Todo esto ha llegado en un momento en el que hay alianzas que se han debilitado a pesar de que las amenazas persisten. Es el caso de los países que forman parte de la OTAN. Estados Unidos es el país con mayor gasto en defensa del mundo, superando los 968 mil millones de dólares en 2024. Así, los países de la alianza han externalizado su sector de defensa bajo el paraguas estadounidense, lo que les ha permitido fortalecer su estado de bienestar durante las últimas décadas.
Pero esto ha cambiado. Con el inicio de su segundo mandato, Donald Trump ha exigido un aumento de la inversión en defensa por parte de los miembros de la alianza. La dureza e inconsistencia de las decisiones del presidente estadounidense en el ámbito internacional ha convertido a Estados Unidos en un socio menos fiable y, ahora, los países europeos buscan su independencia militar. Para ello, la Comisión Europea ha anunciado un plan que consiste en una inversión de 800.000 millones de euros en defensa durante los próximos cuatro años para fomentar su propia industria.
Sin embargo, el rearme europeo no es sencillo. Para poder incrementar la partida de gasto en defensa, los gobiernos europeos tienen tres posibilidades: recortar en gastos sociales, aumentar los impuestos o incrementar la deuda pública. Para facilitar esta inversión, el plan de la Comisión Europea incluye unas nuevas reglas fiscales que excluyen a este gasto del cómputo de la deuda nacional.
Pero no es suficiente, Reino Unido ya ha anunciado recortes en la ayuda internacional para hacer frente a este aumento de gasto. Todavía está por ver cómo las economías europeas van a hacer frente a esta nueva realidad presupuestaria pero en España, Pedro Sánchez ha asegurado que los beneficios sociales no se verán afectados por el aumento del gasto en defensa. Por su parte, Francia ha informado que tratará de financiar este gasto con el incremento de la actividad económica que derive de esta nueva inversión.
Además, el rearme no consiste únicamente en lograr un mayor número de soldados y de capacidades armamentísticas. La UE debe buscar la independencia militar fomentando sus propias industrias y desarrollando conexiones entre los ejércitos de los países miembros para lograr así un mayor poder de persuasión.
La inversión en seguridad dentro del contexto actual exige aplicar las nuevas tecnologías e incluir la inteligencia artificial dentro del sector. De esta forma se podrá aumentar en capacidad y precisión a la vez que se reduce el número de soldados en el campo de batalla. Además, la seguridad no se basa exclusivamente en hacer frente a una invasión física del territorio, los países deben ser capaces de defenderse ante otras amenazas como los ciberataques, los bloqueos económicos o los desastres naturales.
Todo este aumento del gasto militar generalizado no convierte al mundo en un lugar más seguro, al contrario, aumenta su inseguridad. Esta dinámica conocida como el dilema de seguridad expone que aumentar el gasto en defensa aumenta la inseguridad ya que el resto de países lo perciben como una amenaza y responden aumentando también sus capacidades militares. Así, se genera un bucle que fomenta el rearme y que puede tener graves consecuencias como una carrera armamentística o incluso una escalada bélica.