No es casualidad. Lo que está ocurriendo con las empresas familiares catalanas cotizadas no responde al azar ni a los vaivenes del mercado. Es una muestra evidente de un patrón que se repite: negocios potentes, mal adaptados a la lógica bursátil, que terminan mal.
El caso de Almirall es elocuente. Una farmacéutica de prestigio, con historia, con pipeline, con cash. Y sin embargo, diez años después de sus máximos, cotiza un 60% por debajo. El mercado no perdona la opacidad ni los personalismos.
Puig tras una salida a Bolsa mediática, sofisticada y restrictiva, ha visto cómo el mercado ajustaba su euforia: -30% en un año. Sin apenas derechos políticos para el minoritario, sin liquidez suficiente y con un gobierno corporativo que sigue en la lógica de familia rica que no quiere rendir cuentas.
Grifols A directamente, ha sido un escándalo financiero. Contabilidad cuestionada, deuda desbocada, y un relato que se desmorona. Lo que empezó siendo una historia de éxito industrial se ha convertido en una advertencia sobre los riesgos del personalismo empresarial sin controles externos sólidos.
Grupo Catalana Occidente, ahora rebautizada como Occident, acaba de confirmar su salida de Bolsa. Otra que prefiere dejar de estar expuesta a los focos. La compañía se ha excluido a un precio bajo, con prima inferior a la que el mercado considera adecuada, basándose en el escaso volumen de negocio que mueve.
Cierto o no, Occident era una de las compañías más apreciadas por los gestores value y se retira del reporting trimestral, huyendo, de nuevo, de la transparencia.
La narrativa es clara: las empresas familiares catalanas tienden a proteger el núcleo familiar a toda costa. Gestionan bien el negocio, pero mal la transparencia. Funcionan como dinastías, no como sociedades cotizadas. El mercado, cuando ve eso, termina saliendo por la puerta.
La Bolsa no es solo financiación. Es escrutinio, transparencia, control. Ahí es donde pinchan. Por eso sus trayectorias son erráticas: porque no han hecho el tránsito mental que exige pasar de empresa familiar a empresa pública. El apellido sigue pesando más que el accionista.