Los periodistas de finanzas lo habíamos escrito unos días antes. Lehman Brothers publicaba el segundo trimestre consecutivo de pérdidas multimillonarias, los únicos en la historia desde que la entidad cotizaba.
Sólo en seis meses el banco se había apuntado unas pérdidas de casi 7.000 millones de dólares. Casi todo relacionado con esos productos que hasta unos meses antes los habían hecho llenar el balance de beneficios, las hipotecas subprime.
Sólo unos días antes, el Estado había tenido que rescatar a Freddie Mac y Fannie Mae, los circuitos por donde circula el crédito que se prestan los bancos entre ellos estaba prácticamente cerrado y Lehman Brothers se quedaba sin liquidez.
El último consejero delegado de la firma, Dick Fuld –que alguna vez se ha denominado a sí mismo el hombre más odiado de América- había tocado a la puerta de la FED. El banco se quedaba sin liquidez. Casi no quedaban opciones.
Unos meses antes JP Morgan había comprado Bear Stearns y casi todo el mundo coincidía. En estas circunstancias la única opción era la venta. Sólo había dos postores a los que el presidente de la FED de Nueva York, Tom Geithner había conseguido atraer, Bank of America y Barclays.
Bank of America consintió en quedarse con otra de las más feas del baile, Merrill Lynch y Barclays, finalmente, se retiraba de la puja. En el consejo de la británica hubo quiénes decidieron no aceptar el trato. Nadie sabía hasta dónde llegaba la basura -de las hipotecas- de Lehman Brothers.
Todos esperaban que ese fin de semana hubiera habido una salida; si no encontraban compradores, siempre quedaba el Estado, siempre quedaba la FED. Pero esta vez decidieron ver si eso de “to big to fail” era sólo un dogma.
El 15 de septiembre Dick Fuld, Hank Paulson -secretario del tesoro- y Geithner salieron de esa habitación sin opciones. Lehman debía caer y así fue. Y con él el resto del sector en Estados Unidos y con él, el sistema financiero mundial y después la economía global. Cinco años después seguimos intentando ajustar los engranajes de una maquinaria financiera que sufrió el mayor shock que se recuerda. (Ver vídeo empleados de Lehman abandonando la sede de NY)
Tras la quiebra de Lehman llegó el desastre, la gran debacle de todos los bancos en bolsa y todo fue en cadena. George Bush y Hank Paulson anunciaban un plan, el TARP por el que se destinaban 700.000 millones de dólares a salvar al sistema.
Se rescataban bancos, automovilísticas… Y entró la FED. Y meses después ideó los llamados QE, ese engranaje ortopédico financiero con el que los mercados no saben aún si sabrán caminar una vez que se retire. En eso estamos.
En este tiempo quebraron centenares de bancos pequeños en Estados Unidos, pero las grandes entidades financieras parecen haber hecho sus deberes. Aun así hay dos entidades que no han sido capaces de recuperar los niveles con los que cotizaban en bolsa ese 14 de septiembre de 2008.
Bank of América llegó a caer más de un 90% tras el colapso de Lehman. Tras haber multiplicado por más de 4 veces su cotización desde mínimos aún está un 60% por debajo de su nivel.
Morgan Stanley se dejó un 70% cuando se anunció la quiebra de su rival. Tras subir más de un 167% aun le queda un 25% por recuperar.
Goldman Sachs está alredor de un 5% por encima.
La cotización de Wells Fargo está un 10% mejor que 5 años antes
JP Morgan gana un 7% con respecto a septiembre de 2008
Quinto aniversario de la quiebra
Bank of America y Morgan Stanley aun no han recuperado la cotización pre Lehman
Cinco años después de aquél 15 de septiembre de 2008, sigue pareciendo imposible que Lehman Brothers quebrase. Mientras el mundo financiero tenga memoria seguirá recordando aquél día porque fue el inicio de la mayor crisis financiera que se había producido en el mundo desde el crash del 29. Aunque el sector financiero estadounidense ya ha devuelto las ayudas y la propia economía parece haber levantado la cabeza definitivamente, aun hay bancos que en bolsa siguen por debajo de los niveles pre Lehman.
Ana Linares. Redacción estrategias de inversión