La rebaja de horas podría ser por reducir el número de horas diarias o acumular y que el fin de semana empezase el jueves por la tarde, en vez del viernes. Sueña bien. Pero no se puede hacer por decreto.
Si mañana sale un decreto anunciando que podemos volar, no te recomiendo que pruebes. Se puede aspirar a trabajar menos horas, pero no se puede luchar contra leyes inexorables . Podríamos trabajar menos, sí, pero con menos sueldo.
Y, ¿de qué depende todo esto? Pues de muchas cosas, no vamos a ser reduccionistas y simplificadores, pero una de las más importantes es la productividad .
La productividad no es más que la capacidad de generar más valor con el mismo (o menor) esfuerzo . Hacer más con menos. Es lo que diferencia a un agricultor del siglo XXI con un tractor de uno del siglo XVI con un arado romano de madera.
¿Por qué uno trabaja menos y cobra más? No es que sea más guapo. Es que con un arado romano tardas mucho en arar 10 hectáreas. Con unos tractores automatizados que mapean el terreno, lo haces en poquísimo tiempo. Y, además, mientras ves una serie en tu casa. No tienes ni que conducir el tractor.
Los países más ricos no lo son porque trabajen más horas, sino porque trabajan mejor. Japón, Alemania o Estados Unidos tienen una mayor renta per cápita, entre otros motivos, porque su productividad por hora trabajada ha sido (o es) muy superior.
En cambio, España lleva años atrapada en un despegue que no llega a volar. Trabajamos muchas horas en comparación con otros países europeos, pero nuestra productividad crece a un ritmo ridículo, cuando no directamente estancado. Como muestra el gráfico, el crecimiento de la productividad en España ha sido más bien escaso durante las últimas dos décadas.
Fuente: Carlos Arenas Laorga
Las causas del letargo productivo español son muchas y variadas, pero me atrevo a decir las principales. Si mejoramos esto, nuestra productividad crecerá y entonces sí que podremos trabajar menos. Pero no por un decreto, sino porque la realidad nos lo hará posible. Al igual que nuestros abuelos trabajaban desde niños y ahora el trabajo es tan productivo que los hijos pueden ir al colegio, en unos años podríamos tener los jueves como último día de la semana laboral.
- Bajo capital humano: seguimos teniendo tasas de abandono escolar altas y una sobre cualificación entre formación y mercado laboral. Mucha titulitis, poca cualificación útil.
- Escasa inversión en tecnología: sin comentarios. Sin automatización ni digitalización, la productividad no despega.
- Rigideces del mercado laboral: rotación, contratos temporales, poca movilidad. Todo ello desincentiva tanto la inversión en formación como la retención del talento.
- Exceso de burocracia: licencias, normativas, trámites... El tiempo que se pierde en papeleo es tiempo que no se invierte en producir.
- Falta de competencia y tamaño empresarial reducido: muchas empresas pequeñas compiten en precios, no en valor añadido. Y sin capacidad de escalar, es más complejo.
En este contexto, proponer una reducción de jornada sin hablar de productividad es como tratar de llegar más lejos en la bici cuesta arriba dejando de pedalear. No es posible…
Imaginemos que una panadería produce 100 barras al día con 5 trabajadores. Si se impone una jornada de 4 días sin mejora de procesos, el resultado es claro: menos pan o más trabajadores. En ambos casos, menos rentabilidad. Y si el negocio no es rentable, termina cerrando… y entonces ya no hay ni pan ni empleo.
Los países que han avanzado hacia jornadas más cortas, semanas de 4 días o mayor conciliación lo han hecho siempre sobre la base de un crecimiento sostenido de la productividad.
Y eso no se consigue por decreto. Se consigue invirtiendo en capital humano, en tecnología, en flexibilidad laboral, en competencia real. Se consigue eliminando barreras y dejando espacio para que las empresas crezcan, se internacionalicen y se profesionalicen. Se consigue apostando por un modelo económico donde el valor se crea, no se reparte como si fuera una tarta .
España necesita, urgentemente, una revolución productiva . Porque sin productividad no hay margen ni para subir salarios, ni para reducir la jornada. Y porque el bienestar no se legisla: se construye.
Reducir la jornada laboral puede ser un objetivo noble y deseable. Pero si queremos trabajar menos, debemos trabajar mejor .