Las denominadas tierras raras forman parte de nuestro día a día y se han convertido en un elemento principal de los acuerdos comerciales a nivel internacional. Sus capacidades magnéticas han dotado a estos diecisiete elementos de un elevado valor estratégico. El uso de las tierras raras se expande a diferentes industrias, con aplicaciones desde la medicina a los dispositivos electrónicos. Sin embargo, su papel fundamental en sectores como la transición energética, el desarrollo de la inteligencia artificial o los avances armamentísticos ha llevado a los países a buscar reservas de tierras raras. Además, los gobiernos están firmando nuevos acuerdos para diversificar sus importaciones.

A pesar de su nombre, las tierras raras no son elementos escasos. Las reservas de estos materiales están repartidas por prácticamente todo el mundo y son más abundantes que otros metales como el oro o la plata. Sin embargo, la dificultad reside en su extracción, ya que se hallan en yacimientos dispersos y, en muchas ocasiones, cerca de elementos radiactivos como el uranio, lo que aumenta los riesgos durante el proceso de extracción. 

Al igual que sucede con otros minerales como el litio o el cobalto, tener grandes reservas no implica ser un gran productor. Este es el caso de Brasil, el segundo país con más reservas del mundo, pero cuyo nivel de procesamiento es muy bajo. Por otra parte, China no solo posee el 45% de las reservas mundiales de tierras raras, sino que también domina toda la cadena de suministro posterior. Su liderazgo en el mercado es evidente, la industria china procesa alrededor del 90% de las tierras raras del mundo y controla hasta el 61% de su producción.

La gran potencia asiática lleva décadas invirtiendo en estos materiales. Ya en 1990 China decretó las tierras raras como materias estratégicas y, en 1992, el líder chino Deng Xiaoping afirmaba:“Oriente Próximo tiene petróleo y China tiene tierras raras”.

Xiaoping no estaba equivocado. El control chino sobre el proceso productivo de estos materiales ha otorgado a China una herramienta de poder político y económico, similar a la que han gozado los países ricos en petróleo durante muchas décadas. Así, de la misma manera en la que los países pertenecientes a la OPEP (Organización de Países Exportadores de Petróleo) restringieron sus exportaciones a las economías que apoyaron a Israel en la guerra de Yom Kipur de 1973, China puede restringir el suministro de tierras raras cuando esté en contra de las decisiones tomadas por los Estados.

De hecho, el gobierno chino ya ha utilizado su liderazgo en la industria de las tierras raras como método de persuasión en varias ocasiones. En 2010, restringió las exportaciones a Japón por una disputa territorial en una de las islas del Mar de China Oriental. Más recientemente, el presidente chino Xi Jinping ha utilizado las tierras raras como contrapeso a los aranceles impuestos por la administración Trump. De este modo, ha presionado a su homólogo estadounidense para que redujera las medidas proteccionistas a cambio de no limitar las exportaciones de estos materiales, esenciales para la economía y la defensa del país norteamericano. 

Entre 2020 y 2023, alrededor del 70% de las importaciones de tierras raras de Estados Unidos provenían de China. La administración estadounidense es consciente de los riesgos que supone esta dependencia tan fuerte. Por ello, ha comenzado a firmar una serie de acuerdos con países como Australia, Japón, Malasia, Vietnam, Tailandia o Camboya que le ayuden a diversificar sus importaciones de tierras raras. 

Además, según diversas propuestas, Donald Trump ha buscado beneficiarse de las reservas de otros países como Ucrania, llegando a sugerir un acuerdo de paz que implicaba que Estados Unidos obtuviera una parte de los ingresos derivados de la explotación de minerales ucranianos. Con un objetivo similar, la administración Trump afirmó que una de las razones por las cuales quiere hacerse con el control de Groenlandia son los yacimientos de tierras raras sin explotar que se encuentran en este territorio danés.

La dominación china del mercado no solo afecta a Estados Unidos. El resto de países sufren la misma dependencia y buscan, también, una forma de reducir los riesgos y aumentar su autonomía. En el caso de Europa, las principales reservas de tierras raras se encuentran en Suecia y Groenlandia, mientras que Estonia cuenta con una importante planta de procesamiento. Sin embargo, la mayoría de sus tierras raras provienen de los yacimientos rusos y, tras ser procesadas en Estonia, se envían a Asia para su producción. Europa cuenta con varias reservas en su territorio. Sin embargo, la legislación europea no favorece la extracción de estos materiales, cuyas técnicas son altamente dañinas para el medio ambiente. 

El valor estratégico de las tierras raras condiciona los intereses y las inversiones de los gobiernos. China continuará utilizando su control en el mercado como herramienta de persuasión y el resto de países tratarán de diversificar sus importaciones para reducir su presión e influencia. Sin embargo, esto no es tarea fácil. Los países deben ganar autonomía pero se enfrentan a un fuerte control de la industria china y al desarrollo de un proceso propio, complejo y ambientalmente dañino.