Los últimos 15 años han estado repletos de altibajos en lo que a actividad económica se refiere, pues han recogido el final de la bonanza previa a la crisis financiera, la gran recesión posterior, y la fase de recuperación solo recientemente truncada por el advenimiento de la COVID-19 y todas sus implicaciones socioeconómicas. Desde luego, si algo se puede decir del mundo ahora con respecto a hace decenio y medio, es que el entorno se caracteriza por ser cada vez más dinámico, complejo e incierto, lo que requiere una mayor agilidad, resiliencia y flexibilidad para lograr adaptarse al mismo. En este sentido, el tejido empresarial español ha sabido lidiar con todos estos vientos de cara, y ha asumido siempre un papel crucial como palanca de apoyo y motor de la recuperación, transformación y modernización económica y social, y, en definitiva, como generador de riqueza, empleo, prosperidad y bienestar.

La empresa ha venido adaptándose, pero a la vez, moldeando y liderando de manera proactiva, las grandes tendencias que se han ido trazando, y que marcarán, en buena medida, nuestro futuro bienestar como sociedad. En primer lugar, la intensificación del proceso de globalización, solo ahora puesto parcialmente en entredicho por algunas posturas a raíz del COVID-19, ha sido sin duda uno de los hitos más relevantes. Las empresas han sabido responder a esta tendencia, incrementando su participación en el comercio global y la integración de sus procesos productivos en las cadenas globales de valor. En definitiva, hemos asistido a un notable incremento de nuestra apertura al exterior, que ha contribuido, a su vez, a un cambio de modelo productivo, más equilibrado y menos dependiente de la demanda interna. Tal es así, que el peso de las exportaciones en el PIB, ha sumado 10 puntos en estos últimos 15 años, pasando del 25% al 35%, y el número de empresas exportadoras se ha más que duplicado: de menos de 100.000 empresas en el año 2005 a casi 210.000.

De igual modo, la digitalización y la sostenibilidad han crecido tanto en relevancia para la empresa y la sociedad, que son ahora dos pilares que se incorporan como parte inherente, inseparable y, me atrevería a decir que imprescindible, de cualquier estrategia y propuesta de valor empresarial que pretenda lograr un modelo de crecimiento y generación de riqueza resiliente, próspero, y sostenible en el tiempo. Solo por aportar un sencillo ejemplo que nos permita coger un poco de perspectiva: si en 2006 el porcentaje de individuos que habían usado internet para realizar una compra en los últimos 12 meses era del 15%, en 2019 esta cifra se elevaba a 6 de cada 10 individuos. Esta circunstancia es posible merced al esfuerzo empresarial en el proceso de digitalización, que se refleja, por ejemplo, en la evolución de la proporción de empresas españolas con conexión a internet y sitio web, que ha pasado, en ese mismo período, de ser de menos de la mitad del total de empresas, a suponer casi el 80%.

Los avances en algunas tecnologías digitales como el internet de las cosas, la inteligencia artificial y el machine learning, el blockchain, o la automatización y robótica, han sido exponenciales en los últimos años y dibujan un futuro de posibilidades aún más alentador. Por su parte, la sensibilidad por las cuestiones sociales, medioambientales y de gobernanza, se ha incrementado con fuerza, y están transformando la responsabilidad social empresarial hacia una visión integrada, potenciadora, y compartida, del proceso de creación de valor de la empresa. Además, para lograr todo lo anterior de manera exitosa (competitividad, apertura exterior, digitalización y sostenibilidad), ha resultado fundamental el esfuerzo en innovación que han realizado nuestras empresas.

Todas estas transformaciones que hace quince años eran todavía inimaginables, no han hecho sino dar comienzo y el desafío por delante no es menor, en especial habida cuenta de las últimas disrupciones que ha generado la aparición de la pandemia. Con todo, la empresa siempre ha sabido sobreponerse a las circunstancias difíciles y ofrecer soluciones que satisfacen las necesidades y mejoran la vida de los ciudadanos, hasta niveles que una década, o quince años atrás, siempre fueron inimaginables; y esta vez, no será una excepción.  Porque han cambiado muchas cosas en estos quince años, pero si hay algo que es permanente en el tiempo, es que la adaptación, transformación y modernización experimentada en este periodo sólo ha sido posible gracias al protagonismo de la empresa en estos procesos.

Gregorio Izquierdo Llanes. Director de Economía de CEOE y Director del Instituto de Estudios Económicos

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