Nadie esperaba que en esos dos días el sector dejara quebrar a Lehman Brothers, que era una de esas entidades demasiado grandes para caer –too big to fail-.  Sin embargo el estado americano ya le había cargado a los ciudadanos varias facturas a cargo de las subprime y la crisis hipotecaria y no estaba dispuesto a intervenir. Eso era, al menos, lo que les había comunicado el que por entonces era el secretario del tesoro, Henry Paulson. Posiblemente no sabían que su decisión iba a accionar la mayor crisis financiera desde el crash del 29.


Ningún banquero quiso hacerse con una entidad financiera con más de 150 años de antigüedad que venía cargada de hipotecas subprime que no podría cobrar. Sin embargo en esa misma reunión se resolvió que
Bank of America se quedaría con otra entidad aun mayor, Merrill Lynch, por 44.000 millones de dólares.

Pero el gigante de Lehman tenía los pies de barro y lo venía demostrando durante meses antes de que se le quebraran. Las pérdidas por provisiones hipotecarias habían sido constantes en los últimos trimestres y solo en el primer semestre de ese ejercicio se había esfumado  el 73% de su valor en bolsa. En agosto había anunciado el despido del 6% de su plantilla y solo unos días antes de acogerse al capítulo 11 (bancarrota) la firma había experimentado la pérdida de casi 4.000 millones de dólares en el segundo trimestre.

Antes ya se había producido la desaparición de algunos de los grandes nombres de la banca de inversión americana, Bear Stearns y desde el verano del año anterior las noticias de quiebras de fondos subprime  eran constantes. Todo estaba preparado y la bancarrota de Lehman Brothers accionó un mecanismo infernal que puso al sistema financiero ante el abismo.

Los días posteriores a la noticia el sector entró en shock con toda una serie de acontecimientos desconocidos hasta ese momento que parecían no tener fin.  Ante la gravedad del asunto ese mismo día los grandes bancos centrales del mundo acordaron intervenir en los mercados. Y eso que ninguno de ellos conocía aún que el mecanismo interbancario se llegaría a paralizar y la liquidez del sistema se secaría dramáticamente. (De ahí, claro, nacieron las políticas de expansión cuantitativa que aún están en marcha en occidente para garantizar la liquidez a la economía).

El rescate

El propio día 17 el Estado tiene que inyectar dinero en la aseguradora AIG que terminaría rescatando por unos 85.000 millones de dólares. Solo una semana después el gobierno de George Bush anuncia un paquete de 700.000 millones de dólares para rescatar una economía que estaba en parada cardíaca.  También fueron asistidas las entidades hipotecarias Freddie Mac y Fannie Mae y meses más tardes el orgullo nacional, General Motors. ¿Qué hubiera pasado si el Estado hubiera decidido rescatar a Lehman Brothers? Hay quienes piensan que solo hubiera retrasado el problema.. pero eso es solo una suposición.

Entre tanto caos, el mundo pasó casi de puntillas sobre el rescate de Citigroup, el que había llegado a ser el mayor grupo bancario del mundo y que necesitó una inyección de 50.000 millones de dólares para salir del agujero en el que lo habían enterrado las subprime.

Y en todo este maremagnum hubo gente que hizo dinero; mucho dinero. El propio Warren Buffett, siguió a pies juntillas sus propios consejos se lanzó de lleno al sector bancario e invirtió 10.000 millones de euros en Goldman Sachs. Además, aprovechó para incremetnar su posición en US Bancorp y Wells Fargo. En 2011, por su parte, compró más títulos de Bank of America.

Las réplicas de la crisis subprime

Ocho años después todos los bancos americanos han devuelto las ayudas del Estado que, incluso, ha llegado a sacar rentabilidades de doble dígito, pero ni la economía, ni el sector, se han recuperado. De hecho, los efectos de ese shock siguen detrás de todo lo que ocurre.

Por el momento, en casi ningún lugar del mundo se ha logrado reducir hasta niveles aceptable el endeudamiento de empresas y hogares. Esto ha provocado que el crecimiento en los países occidentales siga anémico, sin mucha capacidad para generar inflación. Y aunque en algunos casos como  en Estados Unidos el mercado laboral parece haber llegado a niveles de empleo satisfactorios, lo cierto es que los trabajadores comienzan ahora a recibir aumentos salariales.


Fuente: Facset

Esto ha hecho que no exista mucha demanda de crédito, sobre todo de crédito solvente y que la actividad empresarial siga a medio gas. Y es esa la razón por la que los bancos centrales de todo el mundo sigan manteniendo la respiración asistida a las economías. En EEUU no compran activos, aunque mantienen el precio del dinero en niveles muy cercanos a cero, anormalmente bajos. Y es precisamente este entorno de bajos tipos de interés lo que mantiene a los bancos americanos sin tono.

Según los datos de Facset, solo dos grandes bancos americanos cotizan en estos momentos por encima de donde lo hacían el 15 de septiembre de 2015, JP Morgan y Wells Fargo. Es más, Citigroup y Bank of America, muy implicados en este episodio, siguen entre un 40% y un 70% por debajo del nivel en el que cotizaban esa fecha.



Solo Wells Fargo y JP Morgan, además, cotizan por encima de su valor en libros… es decir, la sombra de Lehman sigue siendo muy alargada.


 
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