Pero la revisión al alza de dos puntos, hasta el 5,1%, del PIB estadounidense, que podría añadir tensiones de precios en EEUU, y el desacoplamiento entre las potencias industrializadas, que siguen añadiendo estímulos fiscales y monetarios, y los mercados emergentes, insuflan nuevos riesgos de inestabilidad financiera. La divergente recuperación global suple en el orden de amenazas a las vacunas. Porque los distintos ritmos de progresión de las campañas de inoculación incluyen decididamente en el instante y en el ritmo de la reactivación en 2021. 

La economía global emerge de nuevo de la Gran Pandemia, tras el paréntesis por confinamientos de la tercera oleada de Covid-19 durante el cambio del ejercicio -último tramo de 2020 y primer trimestre de 2021-, pero sus previsiones difieren con gran intensidad entre regiones y países. Y es precisamente este fenómeno el que preocupa sobremanera al FMI. Porque, en opinión de su poderoso departamento de Mercados de Capitales, encierra los riesgos de mayor magnitud que se ciernen sobre la estabilidad financiera internacional. Tobias Adrian, su director, explicaba en la reciente cumbre primaveral de la institución multilateral el dilema al que se enfrenta la actual coyuntura.

“Las medidas presupuestarias y monetarias han facilitado las condiciones crediticias y espoleado el retorno a la actividad; pero, al mismo tiempo, ha sembrado la semilla de un riesgo de inestabilidad financiera futura en los mercados”. A juicio de Adrián, “el mantenimiento de los estímulos sigue siendo necesario”, si bien ha llegado el momento de imponer “unos límites de prudencia presupuestaria a medio plazo que eviten un repunte de las vulnerabilidades”. Porque, pese a que las condiciones financieras siguen siendo laxas, la divergente recuperación entre las potencias industrializadas y los mercados emergentes “pueden endurecer” las concesiones de préstamos y posibilitar “huidas de capitales y de carteras de inversión”; esencialmente, de las economías emergentes.     

El FMI lanza una señal, con sus previsiones primaverales del World Economic Outlook (WEO), de este posible desacoplamiento. El PIB de EEUU, sobre el que la actualización del Fondo aplica el plan de estímulo de 1,9 billones de dólares de Joe Biden y su programa de infraestructuras de 2 billones adicionales, es el que recibe una revisión al alza más contundente entre las grandes economías. De nada menos que dos puntos porcentuales respecto a su pronóstico otoñal, de octubre. Una rampa de despegue que, sin embargo, puede generar turbulencias mientras la mayor economía del planeta toma altura. “El reciente incremento de los tipos de interés a largo plazo en EEUU ha causado una clara preocupación entre los inversores”, explica Adrian.

El director del área de Mercados de Capitales del FMI precisa que, “mientras este movimiento está dirigido a contener las expectativas inflacionistas, impulsadas por los avances en las vacunaciones y las evidencias sobre una recuperación económica más dinámica, también desvela una senda monetaria menos expansiva y dudas sobre si el Tesoro deberá emplear más deuda para financiar la expansión fiscal”. Cuando -alerta- “el despegue es aún frágil” y persiste la incertidumbre sobre la confianza empresarial y la futura política de rigor presupuestario. Entre otras razones, por la debilidad de los balances corporativos, que están todavía en fase de reparación por los meses al ralentí de sus flujos de caja y los problemas de liquidez, aclara Adrian.    

El departamento monetario del Fondo advierte de los nubarrones que aparecen en el horizonte esperanzador del WEO sobre la coyuntura global. En el que el FMI sitúa el crecimiento del PIB global en el 5,5%, tres décimas más que en su diagnóstico de octubre, pese al recorte sobre los dinamismos de la zona del euro y de Reino Unido en 2021. La previsión mundial es la de mayor vigor de las últimas cuatro décadas y se coloca al mismo nivel del año 2007, el último ejercicio de bonanza antes de la crisis de crédito. Tras certificar una contracción del 3,5% en 2020 y augurar una expansión global del 4,2% para 2022. Unas predicciones que “dependen enormemente de la carrera entre la mutación del coronavirus y las campañas de vacunación en marcha, y que están supeditadas a la habilidad de los gobiernos para inmunizar a sus poblaciones”, tal y como alertó Gita Gopinath, economista jefe del FMI, que cifró el aumento del plan de estímulo de Joe Biden sobre el PIB americano en un 1,25% este año y un 5% a lo largo del próximo trienio.  


Gopinath también destacó el impulso fiscal de 700.000 millones de dólares de Japón, que llevará a su PIB, el tercero del planeta, a elevar su dinamismo hasta el 3,1% en 2021, frente al 2,3% de la anterior previsión del FMI. Mientras la zona del euro retrocede un punto en la hoja de ruta de este año, hasta el 4,2%, por los nuevos confinamientos sociales, y Reino Unido en casi medio punto, hasta el 4,5%. En un contexto en el que el comercio internacional repuntará un 8,1%, dos décimas menos de los anticipado en otoño.


El crecimiento de China se corrige una décima a la baja, hasta el 8,1%, y el de India se eleva del 8,8% al 11,5%. Pero el resto de grandes mercados emergentes tendrán dificultad para restaurar sus niveles previos a la pandemia. También los países en desarrollo. Más de 150 economías van a cerrar 2021 con rentas per cápita por debajo de sus ratios de 2019 y alrededor de 110 no lo conseguirán tampoco en 2022. Año al término del cual, España recuperará el tamaño de su PIB, tras situarse como la economía industrializada que más crecerá este año -un 6,4%, medio punto por encima de su último análisis- junto a EEUU, si bien la tasa de desempleo no se restablecerá hasta 2026 y acumulará un déficit del 9% del PIB, ocho décimas más que la previsión otoñal del Fondo. A pesar de que lo hará con retardo en relación al resto del espacio de naciones con rentas altas, de que parte de una recesión, en 2020, cerca de los dobles dígitos, según el Banco de España, de que el indicador del paro -alerta el FMI- subirá hasta el 16,8% cuando se concluya el proceso de ERTE’s o de que mantendrá el mayor de los desequilibrios presupuestarios de la UE. En el lado negativo de la balanza de crecimiento, los expertos colocan a Canadá, cuyo ritmo de salida de la crisis se recorta del 5,2% al 3,6%.  


La divergencia en los ritmos de recuperación ha sido el denominador común de los tres grandes informes del FMI: el WEO, el de estabilidad financiera y su monitor fiscal. 

Gopinath, responsable del primero, advertía de que la diversidad de las sendas de recuperación dejará un 5,7% de renta per cápita por debajo de los niveles pre-pandemia en los países de rentas bajas, un 4,7% menos en los mercados emergentes y un 2,3% inferior en las economías avanzadas. A pesar el notable respaldo de los 16 billones de dólares de estímulos fiscales que se han puesto en marcha por los gobiernos en todo el mundo y que han contribuido a que estas pérdidas, en términos globales, sean un 3% menores que las provocadas por efecto del tsunami financiero de 2008. 

Adrian, por su parte, incidía en la repercusión de este decalaje hacia el ciclo de negocios post-Covid en los mercados: “observan con suma atención que, desde agosto de 2020, la rentabilidad de los bonos del Tesoro ha pasado de subir un 1,25% al 1,75% con el que ha comenzado este mes de abril, retornando cerca de sus niveles previos a la pandemia”. La buena noticia -dice- es que, en buena parte, ha sido provocado por el avance de las vacunaciones, el fuerte repunte de la economía, y las primeras señales de inflación, todavía en márgenes controlables, que inducen a los inversores a pensar en una etapa aún permanente de tipos de interés próximos a cero. Como ha anticipado la Fed, que ha dirigido su política de esperar y ver ('wait and see' como dicen los ingleses) hasta finales de 2023. La mala -explica- es que sondearán con precisión la gestión de la compra de activos de la Reserva Federal en busca de señales de nuevas alzas del precio del dinero a largo plazo para determinar si el recorrido de los tipos actuales no será tan largo como acaba de avanzar el banco central estadounidense y si deteriorarán las perspectivas de financiación en los mercados y encarecerán el precio de los activos. 


Por último, Vitor Gaspar, el director del Departamento Fiscal, hacía hincapié durante la cumbre primaveral de la semana pasada, en la necesidad de volver paulatinamente a la consolidación presupuestaria, con subidas impositivas -el FMI lanzó la idea de un tributo Covid para las rentas altas que sufrague parte de la factura de la pandemia- pero también contemplando la posibilidad a las economías avanzadas de incrementar la progresividad de la tributación sobre los ingresos y elevaran la presión fiscal de las sucesiones y donaciones y la vinculada a transacciones inmobiliarias y, sobre todo, dando respaldo a la idea de la secretaria del Tesoro, Janet Yellen, de aplicar un tipo impositivo mínimo a las corporaciones a nivel global. La máxima responsable de la economía en la Administración Biden -y ex presidenta de la Reserva Federal- también avanzó la intención de la Casa Blanca de aumentar al 28% -desde el 21% en el que se consumo la rebaja impositiva de Sociedades de Donald Trump, que lo redujo hasta esta cota desde el 35%- y la apertura de un diálogo sobre esta cuestión en el seno del G-20.

“El coste del Covid-19 no solo va a ahondar en la brecha de la desigualdad, sino en el de la prosperidad”, señala Gaspar, para quien los gobiernos “necesitarán elevar sus ingresos para mejorar el acceso de sus ciudadanos a los servicios públicos -Sanidad, incluidas las campañas de vacunación y Educación- y fortalecer sus políticas redistributivas de riqueza y avanzar en la cohesión social”.

Al igual que para elevar sus ratios de investigación e innovación y proyectar sus agendas de sostenibilidad climática. No en vano, según los cálculos de su departamento, el crecimiento entre las economías avanzadas “podría generar más de 1 billón de dólares de ingresos adicionales en estas latitudes hasta 2025” y, al mismo tiempo, proporcionar un balón de oxígeno de varios ejercicios para corregir la deuda soberana de las naciones de rentas altas, que se situó al término de 2020 en el 97% de su PIB conjunto, y de sus déficits presupuestarios, que saltaron hasta el 11,7% el pasado ejercicio desde el 2,9% de 2019.