El euro digital no es solo un nuevo medio de pago: es un rediseño del sistema financiero europeo. La propuesta del Banco Central Europeo (BCE) permitiría a ciudadanos y empresas mantener dinero directamente en el propio BCE, en forma de un equivalente electrónico al efectivo, utilizable para pagos cotidianos incluso sin conexión. Ese cambio supone que parte del ahorro líquido podría salir de los balances de la banca comercial para pasar al balance del banco central.
“Si parte de los depósitos bancarios se traslada al Banco Central Europeo, los bancos tendrán menos capacidad de conceder crédito, lo que afectará al crecimiento económico y al empleo”, advirtió Rafael Pampillón, director del Área de Economía y director de Análisis Económico del IE Business School y catedrático de la Universidad CEU San Pablo, en el webinar Euro Digital: el futuro del dinero en Europa, organizado por la Asociación Española de Directivos (AED).
El economista alertó de que una fuga de depósitos hacia el euro digital tensionaría la financiación del tejido productivo si no se adapta el marco regulatorio y monetario actual. “Si los depósitos se reducen porque se van al Banco Central Europeo, los bancos tendrán menos financiación para dar créditos a empresas y familias y para tomar participaciones en compañías”, señaló.
Este posible desplazamiento de liquidez obligaría al BCE a sostener de forma más activa la financiación de la economía real, lo que podría forzar políticas monetarias más acomodaticias para la banca. El debate, apuntó Pampillón, alcanza ya a directivos y reguladores europeos: impacto sobre el crédito, la competitividad y también sobre la privacidad de los pagos.
Dudas empresariales: ¿ventaja real para la economía productiva?
El Banco Central Europeo (BCE) presenta el euro digital como una herramienta para reforzar el papel internacional del euro y abaratar los pagos transfronterizos. Pero esa supuesta ventaja no está todavía acreditada para la economía real. Pampillón recordó que “las grandes compañías ya operan con pagos inmediatos a escala global a través de la banca comercial”, por lo que el beneficio práctico para las empresas “no está claro”.
El euro digital nace también con la ambición de reducirla dependencia europea del dólar en el comercio internacional. Esa aspiración choca con la realidad actual: “El 44% de los pagos internacionales se hacen en dólares y solo un 17% en euros”, señaló el economista. Antes de presentarlo como una palanca competitiva, advirtió Pampillón, el BCE debería escuchar más al tejido empresarial: “No se ha preguntado de verdad a las compañías si necesitan este instrumento ni qué impacto tendría en su tesorería”.
Europa necesita escala, no solo dinero digital
Para Pampillón, el verdadero desafío para Europa no es lanzar una moneda digital, sino mantener su peso geopolítico y económico frente a Estados Unidos y China. Europa está perdiendo posición en banca, energía, defensa, tecnología e innovación industrial, apuntó. Entre los factores que presionan a esa pérdida de competitividad citó la fragmentación regulatoria entre países y la falta de inversión suficiente en I+D, especialmente en sectores estratégicos como la inteligencia artificial, el vehículo eléctrico o los semiconductores. “El futuro de Europa no está en el euro digital, sino en una mayor unidad política, fiscal y financiera que nos permita ser unos Estados Unidos de Europa”, afirmó. “Europa debe gastar más en investigación y desarrollo y no quedarse fuera de la carrera tecnológica que ya lideran China y Estados Unidos”.