En este Focus analizamos qué consecuencias económicas tendría para el Reino Unido la salida de la UE y a través de qué canales se materializarían.

El primer escollo para valorar los potenciales costes económicos del brexit es la falta de concreción sobre cómo se articularía la nueva relación entre el Reino Unido y la UE. La opción más favorable del abanico de escenarios posibles sería establecer una relación similar a la existente, cercana al modelo noruego o al suizo, mediante un acuerdo de libre comercio de bienes y de algunos servicios con la UE, la libre circulación de personas y la contribución al presupuesto europeo. La menos favorable implicaría que no se alcanzara un acuerdo comercial con la UE, que las relaciones comerciales se rigieran por la OMC, que no se permitiera la libre circulación de personas y que el Reino Unido no contribuyera al presupuesto europeo
. El acuerdo al que se llegara en caso de una hipotética salida seguramente se situaría en un punto intermedio. El resto de la UE no tiene incentivos para ser muy generoso con el Reino Unido e intentaría utilizarlo como un ejemplo disciplinario para el resto de países. Pero el interés en que la economía británica siga prosperando es mutuo, por lo que el «castigo» tampoco podría ser muy severo. En cualquier caso, esta reflexión pone en evidencia el principal efecto del brexit sobre la economía británica a corto plazo: la incertidumbre que generaría el proceso de negociación. El tono y la duración de las negociaciones determinarían la confianza de los inversores y de los hogares.



En este sentido, el impacto sobre el sector financiero sería especialmente relevante, al ser más vulnerable a escenarios de repunte de la incertidumbre. Los canales a través de los cuales se manifestaría son múltiples (aumento de la prima de riesgo y de los costes de financiación, problemas de liquidez y depreciación de la libra) y la actuación del Banco de Inglaterra podría resultar decisiva para contener el contagio al resto de la economía. De hecho, la institución ya ha anunciado medidas preventivas para dar liquidez extra a las entidades financieras británicas.


Una vez alcanzado el acuerdo, el nuevo estatus del Reino Unido influiría en la economía a través del comercio, las finanzas, la inversión extranjera directa (IED), la regulación y los presupuestos públicos, entre otros. El canal comercial ha sido el más analizado: el incremento de los aranceles y de las barreras no arancelarias que podría conllevar el brexit reduciría sustancialmente los flujos comerciales. Además, el Reino Unido debería establecer acuerdos comerciales con terceros países y dejaría de participar en los que la UE cerrara en el futuro.

El sector financiero británico podría sufrir perjuicios importantes al perder el «pasaporte de servicios financieros» que permite operar con una sola licencia en toda la UE. Asimismo, el BCE podría restringir ciertas actividades financieras al interior de la eurozona, de manera que otros centros financieros europeos podrían ganar cuota de mercado y erosionar el liderazgo de la City. Los flujos de IED también podrían reducirse a medio plazo, porque una me­­nor apertura restaría productividad a la economía británica, que, además, perdería atractivo como puerta de acceso al mercado único.

Dos canales con un impacto económico positivo para el Reino Unido serían una mejor adaptación de la regulación a las preferencias y necesidades de los británicos (se supone que la salida de la UE permitiría una mayor flexibilidad económica y le­­gislativa) y la reducción de parte de la contribución británica al presupuesto de la UE (equivalente en los últimos años al 0,5% del PIB). Aun así, su envergadura es menor.

En conclusión, la mayoría de estudios que han analizado el impacto de la salida para el Reino Unido usando distintos modelos, hipótesis y canales coinciden en que los costes económicos del brexit podrían ser considerables. Por ejemplo, el Centre for Economic Performance (CEP) estima un impacto negativo a largo plazo, teniendo en cuenta el canal comercial y de las finanzas públicas, de entre el 1,3% y el 9,5% del PIB. Sin embargo, aunque el brexit difícilmente sea beneficioso para el Reino Unido desde un punto de vista económico, otros factores más emocionales, como el sentimiento antieuropeísta, pueden acabar determinando el resultado del referéndum.