Rusia es el país más sancionado del mundo. Superando las 20.000 sanciones, alrededor del 80% han sido impuestas tras su invasión a gran escala de Ucrania en 2022. Liderados por Estados Unidos, Canadá y la Unión Europea, hasta 50 países han impuesto sanciones al Kremlin como herramienta de presión para frenar la guerra. Congelando los activos de oligarcas rusos en Occidente, limitando las exportaciones rusas de petróleo y gas, imponiendo sanciones a empresas en sectores estratégicos o bloqueando el acceso ruso a los mercados occidentales y su sistema de pagos. Además, se han llevado sanciones también a su deporte y cultura, prohibiendo su participación en competiciones internacionales.

Las más de 6.500 sanciones estadounidenses y los diecinueve paquetes de sanciones europeos han llevado a los analistas a predecir el colapso de la economía rusa. Tras la invasión en 2022, las predicciones situaban la contracción del PIB anual ruso en un 15%. Sin embargo, ese año su PIB cayó únicamente un 1,4%. El inicio de la guerra hizo que el petróleo y el gas, las principales exportaciones del país, se revalorizaran y, además, el Kremlin contaba con una deuda pública muy baja y un gran fondo de reservas. Todo esto le permitió hacer frente a las sanciones y proteger a la economía de las consecuencias de la guerra.

La desaceleración económica de 2022 fue seguida por un crecimiento de más del 4% en los dos años posteriores. Este sorprendente comportamiento se debió a la militarización de la economía, caracterizada por un elevado gasto militar. Se incrementó la actividad industrial en el sector de la defensa y se aumentó el gasto público destinado a los sueldos de los soldados y las compensaciones de sus familiares. En 2024, el Kremlin destinó alrededor de 149,000 millones de dólares a su defensa y seguridad, representando un 7,1% de su PIB.

Vladimir Putin y su gabinete han encontrado diferentes formas de evadir las sanciones de Occidente durante los años de guerra. Por una parte, ha aumentado su volumen de exportaciones en países como China e India para intentar compensar la falta de exportaciones hacia los mercados occidentales. Por otro lado, el Gobierno ruso ha utilizado la denominada flota fantasma, una red de buques que navegan bajo banderas de terceros países transportando productos rusos y que permiten al Kremlin eludir las sanciones a sus exportaciones.

A pesar de haber hecho frente a las sanciones y contar con un fuerte fondo soberano, el Kremlin ha tenido que tomar medidas extraordinarias para sustentar su economía. Para hacer frente al gasto en defensa el gobierno ruso ha decidido subir los impuestos, aumentando el IVA del 20% al 22%. No obstante, esta medida no ha sido suficiente ya que no ha sido capaz de evitar el aumento de la deuda pública rusa en 2024. Además, el abaratamiento del petróleo a nivel global no ha ayudado a mantener los ingresos y los ataques ucranianos a refinerías rusas son cada vez más frecuentes y precisos, lo que obliga a Rusia a exportar crudo sin refinar, renunciando a una importante fuente de ingresos.

La militarización de la economía ha permitido sustentar la economía rusa durante los últimos dos años. Sin embargo, los datos del 2025 muestran signos serios de debilitamiento. La inflación ha llegado a alcanzar el 10% en este año, una subida promovida por  diferentes factores. Entre ellos, la compra de deuda pública por parte de los bancos rusos, los cuales reciben préstamos del banco central que, a su vez, emite más rublos, aumentando así la oferta de la divisa e impulsando aún más el incremento de la inflación.

Al mismo tiempo, la guerra ha limitado la oferta en el mercado laboral, miles de jóvenes se han alistado en el ejército, otros han huido del país y muchos de los que se han quedado se han trasladado a la industria armamentística. Así, las empresas se han visto obligadas a subir los salarios para hacer sus puestos de trabajo más llamativos y han trasladado ese aumento en el coste de producción al precio final. Todo ello, unido a los ataques de Ucrania a las refinerías, que ha aumentado el precio de la gasolina en el país, ha promovido el aumento de la inflación.

Para intentar hacer frente a la inflación, el banco central ruso ha decidido subir los tipos de interés, los cuales se han llegado a situar en un 21%. Estos tipos de interés tan elevados encarecen los créditos, reduciendo el gasto y promoviendo el ahorro de las familias. Como resultado, el crecimiento económico ruso se está desacelerando y sus predicciones para 2025 lo sitúan en tan solo un 1%.

A pesar de haber sostenido la economía durante casi tres años de guerra, los presupuestos presentados por el Kremlin para el periodo 2026-2028 evidencian una economía de guerra a largo plazo. Hasta el momento, y desde la invasión de Ucrania en 2022, la economía rusa se ha sustentado gracias a la industria armamentística. Sin embargo, a pesar de mantener la actividad industrial y el empleo a corto plazo, esta estrategia no genera productos duraderos ni un incremento de la productividad perdurable.

Así, con un modo de vida cada vez más caro, infraestructuras públicas desgastadas y un aumento en los impuestos, el declive de la economía rusa puede ser la clave para sentar a la mesa de negociaciones a Vladimir Putin. Estados Unidos continúa sus intentos por cerrar un acuerdo entre ambas naciones postsoviéticas pero Putin no parece querer la paz. Está por ver si el deterioro de su economía le empuja a reducir sus exigencias para alcanzar un acuerdo que devuelva la ansiada paz a Europa.