EEUU y China han acordado suspender la mayoría de los aranceles sobre sus respectivos productos durante 90 días, una medida que demuestra una distensión en la guerra comercial  entre las dos economías más grandes del mundo que inició el presidente Trump el pasado mes de abril.

“Tuvimos conversaciones muy productivas y creo que la reunión, aquí en Lake Geneva, aportó gran serenidad a lo que fue un proceso muy positivo”, declaró el secretario del Tesoro de EEUU, Scott Bessent, en una conferencia de prensa.

“Hemos llegado a un acuerdo sobre una pausa de 90 días y una reducción sustancial de los niveles arancelarios. Ambas partes, en lo que respecta a los aranceles recíprocos, reducirán sus aranceles en un 115%”, añadió Bessent.

En concreto, ambas partes acordaron una pausa de 90 días en las medidas y que los aranceles se reducirían en más de 100 puntos porcentuales, hasta el 10%. No obstante, los aranceles del 20% que EEUU aplica a las importaciones chinas relacionadas con el fentanilo se mantendrán, lo que significa que los aranceles totales sobre China se mantienen en un 30%.

“Ambos países representaron muy bien sus intereses nacionales”, explicó Bessent. “Ambos tenemos interés en un comercio equilibrado, y EEUU seguirá avanzando hacia ello”.

Bessent ha comparecido junto con el representante comercial de EEUU, Jamieson Greer, tras las conversaciones del fin de semana, en las que ambas partes elogiaron los avances en la reducción de las diferencias.

Las reuniones de Ginebra fueron las primeras interacciones presenciales entre altos funcionarios estadounidenses y chinos desde que el presidente estadounidense Donald Trump regresó al poder y lanzó una ofensiva arancelaria global, imponiendo aranceles particularmente elevados a China. 

Desde que asumió el cargo en enero, Trump ha aumentado los aranceles que pagan los importadores estadounidenses por los productos procedentes de China al 145%, además de los que impuso a muchos productos chinos durante su primer mandato y los impuestos por la administración Biden. China respondió imponiendo restricciones a la exportación de algunos elementos de tierras raras, vitales para los fabricantes estadounidenses de armas y productos electrónicos de consumo, y elevando los aranceles sobre los productos estadounidenses al 125%.

La disputa arancelaria paralizó casi 600.000 millones de dólares en comercio bilateral, interrumpiendo las cadenas de suministro y generando temores de estanflación.