El encuentro comenzó en cómo los centros de datos habían pasado de estar en conocimiento de unos pocos a convertirse en un activo con gran atractivo para la inversión. Según Jaime Mielgo, “en los últimos cinco años, la gestión y el tratamiento de los datos se ha multiplicado por cuatro a nivel global, mientras que la infraestructura de centros de datos solo lo ha hecho por dos”. El resultado, añadió, es un desequilibrio estructural entre oferta y demanda que abre una ventana de oportunidad para el capital, pero también plantea un desafío para la planificación energética y urbanística.
José María Guillauma se mostró totalmente de acuerdo con Mielgo y añadió que “la nube no existe, son los centros de datos”. “Son como los hubs aeroportuarios: puntos de llegada y salida de la información. Y detrás de ellos hay una economía digital que necesita infraestructuras físicas para sostener nuestro día a día”.
Asimismo, recordó que la pandemia fue un gran impulsor de los centros de datos afirmando que “con las videollamadas, las plataformas de streaming y el teletrabajo, la sociedad tomó conciencia de que estos activos no eran virtuales, sino esenciales”. Desde entonces, el crecimiento ha sido exponencial. A ello se suma el auge de la inteligencia artificial, que “ha transformado la demanda de capacidad computacional, de energía y de espacio”.
Un gran atractivo para los family offices
El gran auge de los centros de datos ha despertado el interés de los inversores por este tipo de activos, debido a su estabilidad en los flujos de caja y la escasez de la oferta disponible. En ese sentido, Guillauma destaca que, aunque tradicionalmente han sido los fondos institucionales quienes han prestado una mayor atención, ahora son los family offices. Frente al foco institucional —centrado en “data centers grandes con inquilino AAA tipo hiperescalar”—, estos nuevos inversores buscan oportunidades en etapas de desarrollo más tempranas (modelos “value add” y “long term”), aportando capital paciente y asumiendo más riesgo con la vista puesta en la maduración del activo, apunta.
En palabras del directivo: “hay dinero para cada una de las etapas”. El atractivo financiero es claro: “el data center se compara mucho con el Prime Logistics, porque por ubicación, tipo de construcción, cómo se desarrollan... pero una nave logística prime, el data center tendrá a lo mejor medio punto diferencial en yield, más o menos”. Con el tiempo, “las yields a largo plazo tienden a comprimirse” a medida que el activo se estabiliza, y destaca la bancabilidad y estabilidad de unos flujos de caja que lo diferencian frente a otros inmuebles: “aunque tengo un contrato a 5 o 10 años sé que no se va a ir”.
Esta nueva realidad ha abierto oportunidades sectoriales para inversores no tradicionales del entorno tech: “provoca que gente como Azora, Merlin Properties, que no son naturales del negocio más tecnológico de la IA o del cloud, tengan muchas herramientas para ganar una carrera a la hora de competir en este sector”.
Consumo de agua y energía
Guilleuma afirmó que se han instalado mitos sobre la sostenibilidad de los centros de datos. “Hay tres dogmas malentendidos que se han instalado en la opinión pública acerca de los centros de datos. Uno, que consumen mucha agua; el segundo, que consumen mucha electricidad; y el tercero, que generan poco empleo. Cuando te sientas con cualquier administración, son las tres cuestiones que interesan y conviene matizar”.
Guilleuma señaló que el consumo de electricidad y agua va en proporción con la eficiencia operativa de su consumo. “¿Consumen electricidad? Mucha, pero está bien consumida porque respalda el tráfico de datos que todos generamos, y prefiero que ese consumo se haga en lugares eficientes y con energías renovables”. “El 95% de los centros españoles tiene circuito cerrado de refrigeración de agua, lo que significa que no hay consumo excesivo, salvo las pérdidas mínimas del sistema. Para los mayores niveles de densidad, la refrigeración líquida puede ser necesaria, pero todavía estamos lejos de ese escenario”. La conclusión es “no se trata de consumir menos, sino de consumir mejor; la eficiencia energética es parte integral del modelo de negocio y de la competitividad comercial en el mercado”.
Acerca de la generación de empleo Guilleaume resaltó que “un proyecto de centro de datos requiere, de media, unas tres personas por megavatio en obra directa, pero el impacto real está en el empleo indirecto y en la industria auxiliar”.
Sobre la producción y la demanda de energía, Mielgo explicó el núcleo del reto energético de los centros de datos en España y aseguró que “el problema no es de producción ni de demanda, sino de conexión entre ambas”. Es crítico pensar en marcos regulatorios que permitan utilizar baterías para balancear y absorber energías renovables, facilitando la transición y el acceso a la generación sostenible.
Jaime Mielgo detalló: “Lo que determina la localización de los centros de datos es el acceso a la energía, que es el bien escaso y la materia prima del sector”. Aclaró que “España tiene una capacidad instalada de unos 140 gigavatios, con demanda pico de 40, y aproximadamente otros 140 gigavatios en energías renovables con permiso en trámite”, pero que “el problema está en la red de transporte, diseñada para distribuidores, no para grandes consumidores industriales”.
Además, puso de manifiesto la importancia de contar con entornos que faciliten esa transición, destacando Madrid y Aragón como polos tecnológicos que favorecen la implantación de los centros de datos.
Una infraestructura crítica de la nueva era industrial
Para cerrar el debate, Mielgo puso en perspectiva el papel de los centros de datos en la economía digital. “Estamos ante una infraestructura crítica sobre la que pivota una auténtica revolución industrial. No es una moda ni una burbuja: es una demanda real y estructural” aseguró.
Mielgo insistió en que se trata de una industria que se mide por lo que consume, no por lo que produce, cuando debería ser al revés: “Los centros de datos son probablemente la industria que más trabaja por la eficiencia. Entre un año y otro, su capacidad de computación puede mejorar hasta un 400%, con un uso proporcionalmente menor de energía”.
Además, recordó que la demanda supera ampliamente a la oferta, lo que convierte al sector en una oportunidad de inversión con amplio recorrido. “Si hoy la demanda es de cuatro y la oferta apenas llega a dos, el desequilibrio ya es un argumento en sí mismo para los inversores”.