El gráfico que ves a continuación es bastante evidente por sí mismo y poca falta hace que lo comente. El dólar estadounidense ha perdido fuerza frente a una cesta de divisas globales en los últimos meses. Esta debilidad responde a varios factores que podrían seguir vigentes el año que viene. Por ejemplo, posibles bajadas de tipos en Estados Unidos, el enorme déficit estructural de la economía americana, o el reflation trade, es decir, un giro hacia economías que se orientan más hacia el crecimiento y en donde las divisas emergentes tienden a beneficiarse. Y como ya sabemos, cuando el dólar se debilita, las fichas en el tablero emergente se recolocan. Especialmente en Asia.
Fuente: Carlos Arenas Laorga
Agrupar a Asia bajo la etiqueta de emerging markets es un reduccionismo, claro. No es lo mismo China que India, ni Corea del Sur que Indonesia. Pero hay ciertos elementos comunes que favorece a la región, como su sensibilidad al dólar. Esto se debe a varios motivos.
- Deuda en dólares: muchas empresas y gobiernos asiáticos se financian en dólares. Si el billete verde baja, su carga financiera se reduce. Es como si te bajaran la cuota de la hipoteca porque el euríbor cae. De ello se benefician especialmente los países con déficit por cuenta corriente.
- Apreciación de divisas locales: un yen más fuerte o un won surcoreano más estable permiten importar materias primas a menor coste y estabilizar precios internos. Como son economías generalmente productoras de bienes de escaso valor añadido, la estabilidad de la moneda es un asunto bastante importante, desde mi punto de vista.
- Flujos de capital: los inversores internacionales buscan carry trades en divisas que ofrecen rentabilidades más atractivas en un contexto de tipos más bajos en EE. UU.
Más allá del efecto divisa, el argumento para Asia no es solo táctico, sino también estructural. Las valoraciones en muchas bolsas asiáticas —salvo excepciones como India— siguen siendo atractivas frente a Estados Unidos, donde el S&P 500 cotiza con múltiplos bastante exigentes.
Y ni que decir tiene la tasa de crecimiento… Mientras en por Europa seguimos celebrando que el PIB crezca un 1% o 2%, economías como Vietnam, Filipinas o la propia India están creciendo al 5%-6%. Y lo hacen con una clase media creciente y una digitalización acelerada que avanza a mayor velocidad que la europea.
Además, la guerra comercial entre EE.UU. y China ha propiciado un fenómeno que en el que empresas globales que no quieren poner todos los huevos en la cesta china están trasladando fábricas y centros de producción a países del sudeste asiático como Tailandia, Malasia o Indonesia.
China merece un capítulo aparte. Tras años complejos con tensiones inmobiliarias, el mercado parece haber descontado ya gran parte de los riesgos. Las valoraciones están deprimidas, pero el margen de estímulo fiscal y monetario sigue existiendo. Además, si el yuan se estabiliza o incluso se aprecia con un dólar más débil, podríamos ver reentrada de capitales.
Eso sí, aquí hay que invertir con cuidado. Casi mejor alejarse de fondos que repliquen índices generales, sino gestión activa con enfoque en sectores estratégicos (tecnología, consumo premium local, sanidad…).
2026 podría ser otro año en que Asia destaque. Un dólar débil, valoraciones atractivas y un potencial de crecimiento que sigue vivo son ingredientes más que suficientes para mirar con atención al otro lado del planeta. Como siempre, no se trata de apostar todo a una región, sino de diversificar con inteligencia.