Los ojos del mercado están puestos en Telefónica y, en particular, en el próximo 4 de noviembre, fecha en la que Marc Murtra presentará el nuevo plan estratégico de la compañía. Un plan que sustituirá al GPS (Crecimiento, Rentabilidad y Sostenibilidad) diseñado por José María Álvarez-Pallete y que llega en un momento decisivo: no solo por las expectativas de crecimiento, sino también por la posible revisión de la política de dividendos, un asunto que mantiene en vilo a los inversores.
En los últimos meses, varios bancos de inversión han apuntado que la compañía debería moderar su generosa retribución al accionista si realmente quiere acometer operaciones de calado, como la adquisición de un rival en el mercado español, deseo expreso del nuevo presidente. Aunque no hay confirmación oficial, el simple rumor de un recorte del dividendo ha bastado para que la acción se resienta: solo esta semana acumula una caída superior al 3%, aunque en el balance del año mantiene una revalorización del 9%. Eso sí, aún muy lejos del comportamiento de competidores europeos como Orange (+42%) o Vodafone (+23%).
UBS abre la puerta al tijeretazo
Según estimaciones de UBS, que ha elevado su precio objetivo sobre la acción a 4,8 euros desde los 3,9 euros previos, Telefónica podría suspender o reducir temporalmente su dividendo, liberando hasta 1.700 millones de euros anuales. Una cifra nada desdeñable que permitiría a la compañía ganar oxígeno financiero, reducir su deuda —que ya roza las 2,8 veces el EBITDA, 4,0x si se incluyen VMO2 e híbridos— y reforzar su músculo para acometer adquisiciones en sus principales mercados: España, Alemania y Brasil.
El dilema, según UBS, es nítido: fidelidad al accionista o flexibilidad para crecer. El banco calcula que un recorte del 50% al dividendo reduciría la deuda en torno a un 10%, mientras que una supresión total aceleraría aún más el saneamiento del balance. En paralelo, plantea alternativas como desinversiones en Hispanoamérica —con salida prevista de Venezuela en 2025— o incluso la venta parcial de la filial brasileña, que podría alcanzar un valor de hasta 4.500 millones de euros.
Aun así, UBS no descarta un escenario continuista: prevé que Telefónica mantenga un dividendo neto de 0,30 euros por acción entre 2025 y 2028, con un ligero repunte hasta los 0,32 euros en 2029. Eso supondría una rentabilidad cercana al 7%, claramente superior a la media sectorial del 4,3%, y plenamente cubierta por el flujo de caja libre.
En el plano operativo, la compañía muestra luces y sombras. España aporta crecimiento gracias a las eficiencias y al legado de la fibra; en Brasil, la estabilización del tipo de cambio anticipa mejores ingresos en la segunda mitad del año; Alemania encara 2025 con el reto de la migración de clientes de 1&1, aunque con planes de mitigación en marcha; y Reino Unido sigue siendo el mercado más problemático, atrapado en un escenario adverso y sin soluciones a corto plazo.
BofA: dividendo estable, pero sin crecimiento
Más cauto se muestra Bank of America, que considera “complicado” que Telefónica rompa su compromiso tácito con los accionistas, aunque no imposible. La entidad mantiene una recomendación neutral, con precio objetivo de 4,60 euros, y destaca que el dividendo de 0,30 euros por acción hasta 2027 ofrece una rentabilidad del 6,59%, muy superior a la media del sector.
Pero tras esa aparente fortaleza late una vulnerabilidad: la deuda limita cualquier margen de crecimiento. Un eventual movimiento en Alemania podría elevar el flujo de caja, pero solo a costa de más deuda y capital adicional. En España, una operación con Zegona elevaría el apalancamiento hasta cuatro veces el EBITDA sin apenas beneficios en caja. Y en Reino Unido, una venta o adquisición en VMO2 carecería de sinergias industriales que justificaran el riesgo.
El mensaje de BofA es claro: el dividendo actual es sostenible, pero no tiene recorrido al alza. Telefónica confía en su eficiencia operativa y en nuevas palancas, como el uso de inteligencia artificial para recortar costes, pero en el corto y medio plazo la retribución seguirá estable, condicionada por la deuda y los compromisos estratégicos.
La otra sombra que acecha a Telefónica
Las especulaciones sobre el futuro del dividendo de Telefónica llegan apenas un mes después de que el mercado se agitara con otro rumor: el de una posible posible ampliación de capital. Como suele ocurrir en estos casos, bastó con que la hipótesis apareciera en prensa para que la cotización reaccionara con caídas inmediatas. Las cifras que circulan no son menores: entre 3.000 y 4.000 millones de euros, lo que equivaldría a cerca del 15% de la actual capitalización bursátil de la teleco.
El refranero lo dice claro: “cuando el río suena, agua lleva”. Y en este caso el río suena con fuerza. Si Telefónica aspira a operaciones de envergadura —como una hipotética compra de activos de Vodafone— necesitará liquidez adicional. El problema es que la venta de parte de sus posiciones en América Latina no ha generado el oxígeno esperado; en algunos casos, incluso ha supuesto pérdidas.
Por eso, el Día del Inversor del 4 de noviembre se perfila como una cita decisiva. Será entonces cuando Marc Murtra dibuje las líneas maestras del nuevo plan y despeje la gran incógnita que sobrevuela al mercado: ¿habrá ampliación de capital? ¿se mantendrá intacta la tradición de un dividendo generoso o, por el contrario, Telefónica sacrificará parte de esa fidelidad al accionista para ganar flexibilidad y apostar por el crecimiento?