En junio, tal y como esperaba el mercado, el Banco Central Europeo (BCE) anunció que pondría fin a su programa cuantitativo a finales de año, reduciendo al mismo tiempo la magnitud de sus compras mensuales de bonos a la mitad, hasta 15.000 millones de euros, a partir de septiembre.

La atención se centra ahora en cuándo comenzará el BCE a subir tipos. El deterioro de las perspectivas económicas y las previsiones explícitas del BCE llevaron a los mercados a alejar las expectativas de subidas de tipos hasta diciembre de 2019, en sintonía con nuestras proyecciones.

En cuanto a los Bunds, resulta complicado ser optimistas cuando los rendimientos son bajos atendiendo a los indicadores fundamentales de valoración, como las previsiones sobre el PIB nominal. Por lo tanto, creemos que existe el riesgo de que los rendimientos suban y apostamos por mantener una duración baja, aunque la inclinación de la curva de rendimientos y los persistentes riesgos políticos en Italia deberían limitar la magnitud de una posible oleada de ventas en el Bund.

En la periferia, reforzamos tácticamente la exposición a la deuda pública alemana aprovechando la debilidad del segundo trimestre, manteniendo al mismo tiempo la sobreponderación en España. Creemos que las fuerzas del mercado seguirán actuando como estabilizadores automáticos en Italia, limitando las desviaciones de las políticas desmesuradas de la coalición de gobierno. Aunque los mercados probablemente subestiman el riesgo de elecciones anticipadas en Italia, el deterioro de las cuentas públicas está ampliamente descontado en el precio de los BTP.

El cuadro fundamental sigue siendo mayoritariamente positivo en Europa, si bien vemos que se avecinan dificultades.

 

 

En el universo de la deuda investment grade (IG), el apalancamiento se ha moderado y las tasas de cobertura son elevadas, aunque estos indicadores son sensibles a la dinámica de crecimiento y deberían empeorar durante la segunda mitad de 2018. El reciente auge generalizado de las operaciones corporativas en Europa es una señal de que los "instintos animales" están apareciendo y podríamos estar entrando finalmente en los últimos compases del ciclo crediticio.

En general, Europa sigue siendo nuestra región de deuda corporativa preferida, aunque los factores que sostienen esta visión están cambiando a medida que se deterioran los fundamentales de las empresas y mejoran las valoraciones.