La hernia discal es una de las patologías más frecuentes en las consultas de fisioterapia, especialmente entre personas con trabajos sedentarios o actividades que exigen sobrecarga física continuada. Álvaro García Rosado, fisioterapeuta del Health Center Quirónprevención, nos ayuda a comprender mejor esta lesión, su evolución y las herramientas terapéuticas más eficaces.
Qué es una hernia discal y en qué se diferencia de una protusión
García Rosado define la hernia discal como “la salida del material del núcleo pulposo a través de una rotura del anillo fibroso”. En cambio, en la protusión el anillo no llega a romperse, sino que simplemente se abomba. En ambos casos, explica, puede verse comprometido el canal medular y, por tanto, estructuras nerviosas.
El fisioterapeuta destaca cuatro hábitos o circunstancias que incrementan significativamente el riesgo de sufrir esta patología:
- Sedentarismo.
- Posturas mantenidas, especialmente largas jornadas sentado frente al ordenador.
- Obesidad.
- Movimientos repetidos de flexo-extensión de columna, sobre todo si se realizan cargando peso.
Estos factores, muy presentes en el entorno laboral actual, explican el aumento de casos en trabajadores de oficina y en empleos que requieren manipulación de cargas.
Síntomas que llevan a consulta y valoración inicial
Como señala el especialista de Quirónprevención, la hernia discal puede presentar un abanico muy amplio de síntomas —en ocasiones, incluso ninguno— dependiendo del nervio involucrado. Los más habituales son dolor lumbar que irradia a glúteo, pierna o pie, alteración de fuerza o sensibilidad, hormigueo o acorchamiento, olor al agacharse o levantarse, generando miedo al movimiento.
La primera sesión de fisioterapia incluye una entrevista clínica detallada (antecedentes, tipo de dolor, localización, factores agravantes o calmantes, pruebas de imagen) y una valoración física: observación de compensaciones, test activos y pasivos y pruebas como el SLR (Straight Leg Raise). Todo ello permite confirmar la hipótesis de hernia y definir la estrategia terapéutica.
Tratamiento inicial: aliviar, movilizar y educar
En la fase temprana, García Rosado incide en la necesidad de trabajar sin dolor o con molestias muy leves. Entre las técnicas que considera más útiles destacan:
- Movilización articular suave.
- Activación de musculatura de espalda, glúteos y piernas.
- Neuromodulación, mediante técnicas instrumentales o invasivas.
- Neurodinamia para movilizar estructuras nerviosas.
- Terapia manual.
- Educación en dolor y gestión del miedo al movimiento.
El objetivo es reducir síntomas, restaurar movilidad y generar confianza para avanzar hacia el ejercicio terapéutico. Por otro lado, “el ejercicio físico será clave para la recuperación”, afirma García Rosado, ya que no solo permite al paciente readaptarse progresivamente a las exigencias de su vida diaria, sino que es la herramienta más eficaz para prevenir recaídas. Los ejercicios más importantes son aquellos centrados en la fuerza y el control motor, sin olvidar la movilidad y el trabajo aeróbico suave, que contribuye al proceso de recuperación.
El fisioterapeuta propone una evolución en cuatro etapas: Fase aguda para controlar dolor y recuperar movimiento, fase ecuperación de movilidad y control motor, fase de fuerza global con incremento progresivo de fuerza y simulación de gestos cotidianos, y una última fase de mantenimiento y continuidad de la actividad para evitar recaídas.
Además, García Rosado señala una serie de gestos y hábitos a evitar para no agravar la lesión o acelerar una recaída. Desaconseja mantener posiciones estáticas durante largos periodos, realizar ejercicios con mala técnica, trabajar con ergonomía deficiente (tanto sentado como al levantar peso), usar cargas altas o realizar muchas repeticiones con rotación de columna, o realizar actividades de impacto sin una preparación previa.
Ergonomía laboral: moverse es tan importante como la postura
Aunque existen recomendaciones posturales clásicas (espalda recta, rodillas y caderas a 90°, pies apoyados, pantalla a la altura de los ojos), el fisioterapeuta subraya que “no hay postura perfecta”. La clave está en no mantener ninguna posición demasiado tiempo, cambiando de postura cada 30 minutos, incorporando descansos activos en trabajos sedentarios, y controlando las cargas y la intensidad en trabajos físicos.
El pronóstico con tratamiento fisioterapéutico adecuado es generalmente muy bueno, siempre que el paciente adopte hábitos más activos. Sin embargo, el miedo al movimiento puede convertirse en un círculo vicioso: “Me da miedo moverme, no me muevo, no me adapto y el movimiento me provoca dolor”. Por ello, García Rosado insiste en la importancia de dar ese primer paso: el movimiento, guiado y progresivo, es la única vía para romper ese bucle.