Poca gente sabe que Marcos de Quinto es una figura con ADN value. En sus tiempos como vicepresidente de Coca - Cola, tuvo la oportunidad de conocer a Warren Buffett y se convenció para siempre de la filosofía. “Yo sólo invierto en negocios que conozco y que son muy sencillos”, afirma, citando ejemplos como Coca-Cola Co , Nestle, Unilever o incluso Michelin, compañía que le convence porque “los coches siempre necesitarán neumáticos, sean eléctricos o no”. Su estrategia consiste en comprar acciones, cuando por motivos ajenos a la gestión de la empresa, su precio baja, y mantenerlas a largo plazo. “Compro cuando bajan por razones exógenas y luego las aparco años”, resume. No se ve como un especulador, sino como un pequeño accionista de grandes compañías sólidas y bien gestionadas.
En el plano corporativo, comparte su experiencia con mecanismos de fidelización como las stock options, habituales en Coca-Cola y otras multinacionales. Subraya que, más allá del dinero, lo que realmente retiene al talento es sentirse parte de un proyecto: “Lo que fideliza es formar parte de un proyecto, que se te valore y que se te escuche”.
Como es habitual, De Quinto habló sin titubeos y crítica frontal a la idea de Francis Fukuyama sobre el “fin de la historia”. A su juicio, tras la caída del Muro de Berlín y el descrédito de los regímenes socialistas, se extendió la creencia de que el capitalismo se impondría como modelo único y estable. Sin embargo, “Fukuyama se equivocó estrepitosamente”, sostiene, porque la izquierda supo reinventarse adoptando el marco opresor/oprimido y aplicándolo a nuevas causas: racismo, feminismo, ecologismo o incluso el movimiento LGTBI. Ese giro, inspirado por las teorías de Ernesto Laclau, habría derivado en una cultura del victimismo que, en su opinión, amenaza con comprometer la prosperidad de las sociedades.
Firme defensor del capitalismo y el papel del capital en la mejora de vida de los trabajadores, De Quinto asegura que “el capital no es el enemigo de los trabajadores; viene a ayudarles a ser más productivos”, explica con un ejemplo gráfico: un granjero suizo con un tractor (capital) puede producir lo mismo que cientos de campesinos con bueyes, y por eso su nivel de vida es muy superior. En esa misma línea, insiste en que las sociedades capitalistas han demostrado que generan progreso, aunque sea de forma desigual, y que esa desigualdad no debe ocultar los beneficios colectivos.
Preguntado por el futuro del trabajo, advierte del error de dejar el debate en manos de quienes “nunca han trabajado en su vida”. Su receta es clara: “Lo que hay que hacer es trabajar más y mejor para sacar este país adelante, porque tenemos una deuda espectacular”. Al mismo tiempo, reconoce que la transformación tecnológica siempre ha generado incertidumbre, pero también ha multiplicado la productividad. Así ocurrió con la llegada del fax, del correo electrónico o de Internet, y volverá a pasar con la inteligencia artificial, que califica como “una revolución tremenda”.
Al abordar el marco regulatorio en España, lanza una advertencia: “En España no existe la propiedad privada como tal; existe el uso limitado”. Considera que tanto en vivienda como en otros bienes, el Estado puede alterar las condiciones de uso o incluso expropiar bajo el argumento de la “función social”. Esta inseguridad, unida a la presión fiscal, limita la inversión en determinados activos y desalienta la creación de riqueza. Su propuesta es sencilla: ofrecer certeza y estabilidad para que llegue la inversión. “El crecimiento es la medicina que cura todo económicamente”, sentencia, y rechaza de plano las tesis del decrecimiento, a las que tilda de “majaderías”.
Sobre la intervención del Estado en la economía, es tajante. Critica duramente la entrada del Gobierno en empresas como Telefónica o Indra : “El Estado no tiene por qué entrar en el capital de ninguna empresa privada con nuestro dinero”. Reclama que se respete la libre negociación en operaciones como la de BBVA con Sabadell y recuerda que el papel de las autoridades debe limitarse a garantizar el cumplimiento de la ley, no a interferir por motivos políticos.
En materia de gasto público, subraya la necesidad de distinguir entre el verdadero “estado de bienestar” y lo que denomina “estado de bienestar de los políticos”. Denuncia que los recortes rara vez afectan a asesores y estructuras políticas, sino que se trasladan a los servicios básicos. “A la gente cada día se la saca más dinero y los políticos cada día tienen más asesores”, lamenta. Y sobre las pensiones, alerta de que el sistema actual es insostenible. “Basta ya de esta estafa, había que haber migrado a un sistema mixto y nos va a estallar en la cara”, advierte, criticando la falta de visión estratégica de los partidos, siempre centrados en el corto plazo electoral.
Sobre el secreto mejor guardado de Coca-Cola: su fórmula, De Quinto confirma que sigue siendo confidencial y custodiada bajo estrictas medidas: “La fórmula de Coca-Cola está depositada y sólo la conocen tres personas”, que ni siquiera viajan juntas en avión. Un ejemplo, quizá simbólico, de cómo el capital, la innovación y la gestión estratégica pueden sostener durante décadas a una de las compañías más reconocidas del mundo.