Los mercados desconfían de Trump por su historial de amenazas comerciales que luego retira, aunque esto ha dado oportunidades a Wall Street, que sigue en máximos históricos con empresas como NVIDIA superando los 4 billones de capitalización. Hoy preocupa más el estímulo fiscal que la política monetaria: el nuevo plan de Trump incrementará la deuda en 3 billones en la próxima década, impulsando liquidez. Esto favorece no solo a la renta variable, sino también a activos reales como la vivienda y metales, y a Bitcoin, que se acerca a los 112.000 dólares apoyado por inversores institucionales y la debilidad del dólar, que ha caído un 10,8% en seis meses, su peor dato desde 1973. En paralelo, la renta fija sufre por el exceso de emisiones, con bonos como el japonés a 10 años superando el 3% tras 25 años. A pesar de que se han revisado a la baja las previsiones de beneficios empresariales en EE.UU., las tecnológicas y los bancos podrían sostener el mercado gracias al efecto divisa, las comisiones y los márgenes.
Con respecto a Europa, hemos observado rentabilidades históricas, con el IBEX 35 liderando las subidas, impulsado principalmente por el sector bancario y por compañías de defensa y utilities. Además, los inversores internacionales han comenzado a desviar su atención desde Estados Unidos hacia otros mercados, encontrando oportunidades atractivas fuera de su país. En las últimas semanas, algunos informes han puesto de manifiesto cómo el inversor americano ha incrementado sus flujos de capital hacia sectores clave de la economía europea. Creemos que esta tendencia puede continuar, aunque más orientada hacia la renta fija que hacia la renta variable. De hecho, esperamos entradas significativas de capital en deuda europea durante los próximos meses. En renta variable, sin embargo, mantenemos una visión prudente, pese a que identificamos ciertos sectores con potencial, como el consumo discrecional y el lujo. Empresas de este segmento han tenido un 2025 complicado. Es el caso de LVMH, con caídas superiores al 20%, o del grupo Richemont, que cotiza con descuento frente a sus principales competidores.
En Estados Unidos, pese a un comportamiento económico mejor de lo esperado, el consumidor ha mostrado contención por las incertidumbres derivadas de la guerra comercial. En China, sin embargo, empezamos a ver signos de recuperación, convirtiéndose en una de nuestras principales apuestas para los próximos meses. Hoy mismo el mercado ha descontado nuevas medidas de estímulo, tanto fiscales como monetarias. La inflación vuelve a registrar datos positivos, los programas de renovación de electrodomésticos empiezan a impactar, los PMI se aproximan nuevamente al nivel de 50 y el crecimiento económico se sitúa cerca del 5%. Además, anticipamos recortes de tipos y otras políticas que reforzarán este optimismo. Las tecnológicas chinas, que cotizan con descuentos notables respecto a sus homólogas en EE.UU. y Europa, podrían ser catalizadoras de un nuevo ciclo alcista en el país.
Así, con un EE.UU. que se muestra resiliente, una China que podría reactivarse y una Europa caracterizada por un mayor nivel de ahorro —donde unos tipos más bajos favorecerían el consumo—, pensamos que el consumo discrecional y el lujo podrían ver una recuperación de ingresos, apoyados en márgenes estables y una sólida generación de caja. Para el resto de sectores europeos seguimos siendo cautelosos.
En este contexto, vemos más atractiva la renta fija, especialmente en países como España. Cuando un inversor evalúa dónde posicionarse en deuda soberana, analiza variables clave como el PIB o la ratio deuda/PIB. En las últimas semanas, hemos visto cómo las primas de riesgo de los países periféricos respecto a Alemania se han reducido. Esto se debe, en parte, a que la rentabilidad de los bonos alemanes ha subido más que la del resto, tras las fuertes emisiones aprobadas por su gobierno para afrontar su elevada deuda. Pero también porque el crecimiento económico acumulado desde 2020 en países periféricos ha sido del 1,3%, mientras Alemania se ha estancado. El caso español es especialmente relevante, con un sector servicios y turístico que ha impulsado el PIB. En cuanto a deuda sobre PIB, España se sitúa en el 102%, frente al 115% de Francia, el 135% de Italia o el 150% de Grecia. Esto, junto a rentabilidades similares en el medio y largo plazo, podría llevar al inversor internacional a preferir países con menos deuda y más crecimiento, como España, convirtiéndolo en destino prioritario para los flujos de capital en renta fija.