Tras la decisión de la Fed de recortar los tipos en 25 puntos básicos, el mensaje de fondo fue claro: Jerome Powell mantiene el control y la independencia de la Fed frente a las presiones políticas. La votación casi unánime disipó las dudas del mercado sobre divisiones internas y permitió un respiro en los activos refugio. Sin embargo, persisten las incógnitas sobre la evolución de la inflación y el crecimiento en 2025 y 2026, y el gran interrogante es si Powell volverá a subestimar los riesgos, como ya ocurrió en 2021 cuando calificó de “transitoria” la escalada de precios.
Su mandato ha estado marcado por un error clave: calificar la inflación de 2021 como “transitoria”. Ayer volvió a restar importancia al riesgo inflacionista, un punto en el que muchos analistas discrepan. Los datos muestran señales de presión: la inflación de servicios, la más difícil de doblegar, sigue al alza impulsada por salarios crecientes y mayor consumo. El GDPNow de la Fed de Atlanta apunta a un crecimiento del 3,4%, mientras que algunos productos básicos ya reflejan fuertes tensiones, como el café (+20% en un año) o los tomates en EE. UU. A esto se suma la debilidad estructural del dólar y unos aranceles que, aunque de momento absorben las empresas, acabarán trasladándose al consumidor. Todo ello configura un escenario de riesgos inflacionistas latentes.
En cuanto a sectores, la historia juega a favor de las tecnológicas, las inmobiliarias y el consumo discrecional en periodos de bajadas de tipos. Y, de hecho, el presente confirma esa tendencia: las compañías ligadas a la inteligencia artificial han subido en bolsa un 27% en lo que va de año, en paralelo a un crecimiento de beneficios del 26%. En contraste, el resto de compañías del S&P 500 han visto alzas mucho más modestas. Las small caps, más expuestas a deuda variable y al consumo interno, también se perfilan como grandes beneficiadas.
Fuera de EE. UU., el foco se desplaza hacia China. El gigante asiático está replicando la cadena de valor tecnológica que impulsó a Wall Street desde 2022 con la irrupción de ChatGPT. Empresas como Baidu o Alibaba ya despuntan en computación en la nube y aplicaciones de IA, mientras que el regulador chino ha insinuado que podrían sustituir los chips estadounidenses con producción local. Si esto se confirma, estaríamos ante una oportunidad de inversión histórica en el sector tecnológico chino.
Otro sector a vigilar son los bancos estadounidenses. Los recortes de tipos, junto con un previsible empinamiento de la curva, favorecen su negocio tradicional: financiarse a corto plazo y prestar a largo. A ello se suma un repunte en el consumo y el boom de las salidas a bolsa, factores que podrían convertir este trimestre en especialmente positivo para la banca.
Por último, el oro ha vivido un ciclo alcista apoyado en la compra masiva de bancos centrales asiáticos, preocupados por la capacidad de Occidente de congelar activos extranjeros tras la invasión rusa de Ucrania. A ese catalizador se añadieron la expansión fiscal global, la debilidad del dólar y las dudas sobre la independencia de la Fed, factores que llevaron al oro a máximos históricos. La demostración de autonomía de Powell enfría temporalmente esta narrativa, pero el debate no está cerrado: el mandato del presidente de la Fed expira en mayo y, según los equilibrios políticos, podría abrirse una nueva etapa de incertidumbre. Para los que mantienen la tesis de largo plazo, los 4.000 dólares por onza siguen siendo un objetivo plausible, aunque quizá no inmediato.