El 1 de agosto se perfila como una fecha clave: Trump ha anunciado su intención de imponer aranceles del 30% a productos de la UE, 35% a Canadá, 30% a México y 50% a Brasil. Además, ha señalado que enviará cartas a más de 150 países notificándoles posibles tasas arancelarias del 10% al 15%. ¿Crees que podría alcanzarse un acuerdo previo con alguno de estos países o con la UE para evitar la implementación de estas tarifas?
Sería lógico pensar que esta amenaza de nuevas tarifas abra la puerta a negociaciones bilaterales o multilaterales para evitar su aplicación. Sin embargo, la realidad es más compleja. Muchas de estas cartas y anuncios reflejan decisiones unilaterales por parte de la administración estadounidense, que parece decidida a aplicar aranceles según sus propios criterios estratégicos.
Aunque ya hemos visto ciertos avances con países como Vietnam, Indonesia o el Reino Unido, lo más probable es que muchos de estos aranceles sí lleguen a aplicarse. No vamos a volver al escenario comercial que teníamos a finales de 2024. De hecho, todo apunta a que la tasa efectiva de aranceles globales podría cerrar el año en torno al 15%, o incluso acercarse al 20%, si consideramos el promedio ponderado entre los distintos países.
Parece que estamos entrando en una nueva etapa estructural en el comercio internacional: los aranceles ya no son una medida excepcional, sino parte del nuevo statu quo. A partir de ahora, cada país tendrá que negociar su posición para tratar de suavizar las condiciones, pero lo cierto es que los aranceles han llegado para quedarse.
¿Qué más está pidiendo Trump a los distintos países? ¿Hay otras condiciones relevantes en sus planteamientos?
Además de reclamar la eliminación de aranceles sobre productos estadounidenses, Trump exige que los países abran sus mercados a los bienes de origen estadounidense, especialmente en sectores donde considera que persiste un alto nivel de proteccionismo. En algunos casos, como en el ámbito agrícola, sus demandas tienen cierta justificación: hay países que imponen barreras importantes para proteger su producción local. Un ejemplo claro es Japón, donde Estados Unidos ha estado presionando para que se liberalice el acceso al mercado agrícola, particularmente en productos sensibles como el arroz. Sin embargo, por razones políticas y económicas internas, Japón mantiene restricciones para proteger a su sector primario, lo que complica cualquier tipo de acuerdo en ese sentido.
Lo mismo ocurre con otros países, incluidos los de la Unión Europea, que también protegen determinados sectores estratégicos. Además, hay cuestiones fiscales especialmente sensibles en el caso europeo, como el IVA, ciertos impuestos nacionales y, en particular, la llamada "tasa digital" sobre grandes tecnológicas estadounidenses. Estos temas generan tensiones políticas que hacen difícil alcanzar consensos.
En definitiva, lo que Trump está planteando no son simples negociaciones comerciales: está exigiendo reformas estructurales en sectores políticamente delicados. Esto complica mucho las posibilidades de llegar a acuerdos rápidos que eviten la imposición de aranceles adicionales por parte de Estados Unidos.
¿Cómo están reaccionando los mercados y los inversores ante esta situación?
La reacción del mercado ha sido bastante interesante, especialmente si recordamos lo mucho que se ha movido en los últimos meses. Cuando se hizo el anuncio -durante lo que el presidente Trump llamó el "Día de la Liberación"-, se habló de subidas de aranceles muy fuertes para un gran número de países. En esa misma semana, por ejemplo, se llegó a imponer un arancel del 145% a China, algo extremadamente agresivo. Esa semana el mercado reaccionó muy negativamente, ya que se temía el inicio de una guerra comercial. Se esperaba que otros países respondieran con medidas similares. Sin embargo, posteriormente el presidente se retractó parcialmente y anunció una pausa de 90 días, lo que fue recibido de forma muy positiva por los mercados. Desde entonces, no hemos vuelto a ver niveles tan extremos de tarifas.
El mercado ha interpretado eso como una señal positiva, aunque, en mi opinión, está siendo demasiado optimista. No vamos a volver al mundo que teníamos a finales del año pasado. La tasa efectiva de aranceles pasará del 2% con el que empezó el año a probablemente un 15% o incluso un 20%, y eso tendrá consecuencias para las economías y para las empresas. Creo que, en particular, el mercado de acciones no está valorando correctamente ese impacto.
La semana pasada se conocieron datos económicos clave: el IPC del mes pasado se situó en el 0,3%, también conocimos las cifras de producción industrial y manufacturera de junio, el índice de precios al consumidor y al productor, así como las ventas minoristas, que aumentaron un 0,6% el mes pasado. ¿Qué nos indican estas cifras?
Respecto a la inflación, me parece especialmente relevante porque ya empieza a observarse el impacto de los aranceles en algunas partidas. Si miramos el dato general, no fue tan negativo, y de hecho, la inflación subyacente sorprendió a la baja. Pero al analizar los detalles —especialmente los precios de los bienes— se empieza a notar el efecto de los aranceles anunciados desde febrero hasta mayo. En particular, los bienes importados desde China registraron aumentos de precios en varias categorías. Esta sería, por tanto, una primera señal clara del efecto que esperamos ver con más fuerza en los próximos meses. Los datos publicados corresponden a junio, pero en julio y agosto se debería reflejar aún más claramente el impacto de los aranceles, especialmente en los precios de los bienes, no tanto en los servicios.
Respecto a las ventas minoristas, sorprendieron al alza y mostraron una recuperación respecto a mayo, que había sido un mes débil. Pero hay un matiz importante: las ventas minoristas se miden en términos nominales, es decir, incluyen el efecto de los precios. Como vimos, la mayoría de los productos que entran en esa categoría son bienes, por lo que si los precios suben, el dato también se ve inflado. Si analizamos el dato en términos reales —ajustado por inflación—, el crecimiento no fue tan sólido.
De hecho, nosotros esperamos que, en términos reales y considerando tanto bienes como servicios, el gasto del consumidor en junio no muestre un incremento significativo respecto al mes anterior. Lo que estamos observando es un consumidor más cauteloso, probablemente debido a la incertidumbre sobre el rumbo de la economía en lo que queda del año, especialmente con la amenaza de nuevos aranceles. En resumen, el consumo ya no muestra la misma fuerza que tuvo a finales del año pasado o a comienzos de este.
Cada vez hay más rumores acerca de que Trump quiere destituir a Jerome Powell por no estar de acuerdo con la política monetaria del banco central. ¿Puede realmente despedirlo? ¿Qué implicaría esto? Y si lo hace, ¿se barajan ya algunos nombres para reemplazarlo?
Técnicamente puede despedirlo, pero no es tan sencillo: la vara legal está bastante alta. Para destituir al presidente de la Reserva Federal se necesita una causa legal justificada, y un desacuerdo sobre política monetaria —como que el presidente quiera tasas de interés más bajas— no constituye una causa válida desde el punto de vista jurídico. Por tanto, sería muy difícil encontrar un argumento legal sólido para su destitución.
De hecho, la semana pasada el propio Trump mencionó que no tiene previsto despedir a Powell. Lo más probable es que espere hasta mayo, cuando finaliza su mandato como presidente de la Fed. En ese momento, Trump sí podría nominar a un sustituto.
Ya se empieza a especular con algunos nombres, y lo más probable es que en los próximos meses escuchemos quién será el candidato propuesto por Trump para reemplazar a Powell, probablemente a comienzos del próximo año.
Lo interesante es que, aunque Powell termine su mandato como presidente en mayo, puede seguir formando parte del Comité Federal de Mercado Abierto (FOMC), ya que su mandato como gobernador de la Fed no expira hasta 2028. Eso significa que podría seguir votando en las decisiones de política monetaria, aunque ya no presida la institución. Todo esto genera un juego político complejo y añade un grado importante de incertidumbre sobre el futuro de la política monetaria en Estados Unidos durante el próximo año.
Desde TD Securities, ¿tenéis alguna previsión sobre la política monetaria estadounidense en los próximos meses?
En TD Securities compartimos la visión de que la Reserva Federal va a recortar las tasas de interés este año. Nuestra previsión contempla dos recortes de 25 puntos básicos cada uno, lo que supondría un total de 50 puntos básicos en 2025. Esperamos que estos recortes se produzcan en las reuniones de octubre y diciembre, aunque no descartamos que puedan adelantarse ligeramente, quizás ya en septiembre. No creemos que vaya a haber ningún cambio en la reunión prevista para la próxima semana, en julio. Sin embargo, ya hemos escuchado a algunos miembros del comité —algunos con derecho a voto— mostrar su apoyo a una posible bajada de tasas en julio. Aunque es pronto y aún no hay suficiente consenso, esto podría empezar a tomar forma de cara a septiembre.
Hasta entonces, tendremos nuevos datos clave: varias lecturas de inflación, cifras de empleo, datos de PIB, y también indicadores relacionados con las importaciones. Todo ello nos dará un panorama más claro sobre cómo está absorbiendo la economía el impacto de los aranceles recientemente implementados.
En resumen, nuestra expectativa es un primer recorte en septiembre u octubre, seguido de otro en diciembre. Y también anticipamos que la Fed continuará bajando tasas durante el próximo año.