La industria europea está en declive. Las fuertes dependencias externas, la falta de innovación, la apuesta por el sector servicios y la sobrerregulación han llevado a Europa hacia un retroceso generalizado de su sector industrial. Esta desaceleración no solo afecta a la seguridad económica del continente sino que amenaza de forma directa al modelo social europeo, caracterizado por un fuerte estado de bienestar y una elevada oferta de servicios públicos.
A pesar de que esto no siempre ha sido así, la industria europea lleva en descenso desde la década de los noventa. Esta fue la época de la deslocalización, las empresas se llevaron sus centros de producción a países cuya mano de obra era más barata y así, el peso industrial en Europa empezó a descender. La industria, incluyendo la construcción, pasó de representar el 28,7% del PIB europeo en 1991 a un 23,9% en 2005, según datos del Banco Mundial. Con una industria deslocalizada, los países europeos comenzaron a centrar sus economías en el sector servicios, cambiando por completo la imagen económica del continente.
El retroceso de la industria europea es un suceso estructural. Sin embargo, también es una consecuencia de diferentes acontecimientos que han producido fuertes alteraciones en el sector. El descenso más brusco que ha sufrido la industria europea se dio entre el 2008 y el 2009, reduciendo su peso 1,5 puntos porcentuales en tan solo un año. En este caso, la crisis financiera desatada por el estallido de la burbuja inmobiliaria produjo una importante caída en la actividad de la construcción, lo que aceleró el proceso de desindustrialización del continente.
La tendencia hacia la baja continuó siendo lo habitual hasta que en el 2020 la industria comenzó a repuntar. La pandemia frenó la actividad del sector servicios y fomentó la inversión en sectores de alto valor estratégico como el farmacéutico. Esto, unido a los fondos europeos de recuperación, reactivaron la actividad industrial. Más tarde, la guerra de Ucrania, además de mostrar la vulnerabilidad y la dependencia energética europea, promovió el aumento de la inversión en defensa, permitiendo al sector industrial europeo sostener tres años consecutivos de crecimiento.
Lo que parecía ser una señal de recuperación de la industria europea se desvaneció en 2024, cuando el peso de la industria volvió a recaer. Este retroceso estuvo impulsado, en parte, por la crisis industrial que aún atraviesa Alemania, la primera economía de la UE. La invasión rusa de Ucrania obligó al gobierno alemán a cortar las relaciones con Rusia, quien le exportaba más de la mitad de su consumo de gas anual. Este acontecimiento coincidió con el cierre de las centrales nucleares con las contaba Alemania, agravando aún más el problema.
La crisis energética y la pérdida de competitividad del sector automovilístico, ante la expansión de los coches eléctricos de empresas chinas, han debilitado a la actividad industrial alemana. A esto se le suman las medidas proteccionistas de Estados Unidos, que han contribuido también al declive de la industria alemana y, a su vez, al del sector industrial europeo.
La fuerte dependencia de terceros países en sectores estratégicos ha frenado la industria europea pero, a nivel interno, la sobrerregulación también ha impuesto barreras al propio desarrollo europeo. Se debe lograr un equilibrio entre proteger a los consumidores y no obstaculizar la innovación pues, no consiste en dejar de regular sino regular de una manera más eficiente.
El retroceso de la industria del continente es una realidad y parece haber un consenso sobre la necesidad de fomentar y activar de nuevo el sector industrial europeo. Llevar a cabo una reindustrialización no es sencillo pero en 2022 Mario Draghi —economista y ex primer ministro italiano— presentó un informe en el que se establece una ruta para aumentar la capacidad europea a largo plazo.
Como objetivos principales de la reindustrialización se han establecido el aumento de la innovación para reducir la brecha con Estados Unidos y China, un plan de descarbonización que permita aumentar la competitividad de la industria europea y un aumento de la independencia estratégica que permita fortalecer la seguridad económica y reducir la dependencia de terceros países.
La reactivación de la industria europea pasa por construir un sector tecnológico fuerte, autónomo y competitivo. Sin embargo, para poder llevar a cabo la innovación es esencial aumentar la inversión. Es aquí, en la manera de llevar a cabo la financiación de la reindustrialización, donde la división política dentro del grupo vuelve a resurgir. Hay países como Francia, España o Italia que tienen una visión más aceptada sobre la emisión de deuda conjunta dentro del grupo. Otros miembros, como Alemania, cuentan con una tradición histórica de reducir la deuda al máximo defendiendo técnicas más ortodoxas.
Europa debe apostar por desarrollar sectores con alto valor estratégico como el de la energía, las telecomunicaciones o el aeroespacial. Con medidas como los fondos Next Generation la UE busca revitalizar su industria, aumentar la competitividad e incrementar la autonomía del continente. Sin una industria fuerte, el modelo social europeo peligra. Esto convierte al proceso de reindustrialización en un objetivo existencial para la Unión Europea.