Las stablecoins se han convertido en los mayores compradores de deuda estadounidense, cambiando las reglas del juego y dándole a EEUU una vía adicional de financiación.
También estamos viendo cómo Nasdaq endurece sus reglas para evitar burbujas de compañías que se suben a la ola cripto sin modelo de negocio sólido. El foco ahora se pone en empresas que de verdad aporten valor a la infraestructura blockchain.
Otro eje de transformación es la tokenización de activos. No se trata sólo de replicar acciones en versión digital, sino de abrir la puerta a que se negocien contra stablecoins reguladas, fuera del circuito fiat. Esa es una de las vías por las que el sector financiero tradicional se cruza con el cripto, mientras exchanges como Bitvavo ya trabajan en productos tokenizados como bonos, acciones u oro.
En cuanto a proyectos concretos, hablamos de Ripple, que tras ganar su batalla legal con la SEC busca posicionarse como red de pagos transfronterizos; de Solana, impulsada por la expectativa de ETFs al contado en EE. UU. y por avances técnicos como Fire Dancer, que la sitúan en la liga de Visa o Mastercard; y del staking, un mecanismo que no sólo asegura las redes sino que permite obtener rentabilidad adicional, algo que los ETFs no ofrecen.
Y respecto a los grandes, Bitcoin y Ethereum, vemos un mercado en consolidación, con ventas de ballenas que recogen beneficios y compras de institucionales que aprovechan para acumular. Todo ello en un contexto macro donde los recortes de tipos en EEUU marcarán el pulso.
Al final, lo importante es entender que aquí no se trata de buscar un “x10” especulativo, sino de comprender cómo se está construyendo un nuevo sistema financiero digital, más eficiente e inclusivo, que puede transformar desde las tesorerías corporativas hasta el acceso a dólares de millones de personas no bancarizadas en el mundo.