La economía europea muestra un repunte liderado por España, Italia y, en menor medida, Francia. Sin embargo, Alemania, tradicional motor de la región, coquetea con la recesión debido a los altos costes energéticos y a la pérdida de competitividad en el sector automovilístico.
La gran pregunta es si este crecimiento es sostenible. Creo que este crecimiento es artificial y está basado en esencia en el gasto público; cuando se acabe el dinero el crecimiento se frena. La expansión actual se apoya más en el gasto público financiado por Bruselas que en una mejora estructural de la productividad. El Plan de Recuperación y Resiliencia ha inyectado miles de millones en los principales países de la eurozona:
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Italia: 200.000 millones de euros, la mitad a fondo perdido.
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España: 160.000 millones, de los que 80.000 son a fondo perdido.
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Francia: 100.000 millones, con 40.000 en subvenciones.
En el caso francés, aunque recibe 40.000 millones, el gasto público es aún mayor debido al incremento del déficit financiado con emisión de deuda. En definitiva, gran parte del crecimiento actual responde al gasto procedente de Bruselas o de los gobiernos nacionales, con el consecuente deterioro de las cuentas públicas.
Alemania, limitada hasta ahora por sus reglas fiscales, podría unirse a esta dinámica tras flexibilizar el déficit destinado a defensa, con lo que también acabaría contribuyendo a este crecimiento artificial.
El resultado: depreciación del euro y mayor vulnerabilidad de la moneda única.
¿Hacia dónde se dirigen las inversiones?
La gran cuestión es si los proyectos financiados en Europa responden a necesidades reales de productividad. En este sentido, Italia planea dos iniciativas emblemáticas: el puente colgante más largo del mundo entre Sicilia y la península, con serias dudas de rentabilidad y riesgos sísmicos; y el enlace ferroviario Lyon-Turín, en un corredor ya atendido por transporte aéreo y por carretera.
Mientras tanto, Estados Unidos canaliza recursos hacia sectores estratégicos como los centros de datos. Desde noviembre de 2022, la inversión en este ámbito se ha acelerado hasta los 40.000 millones de dólares, una cifra similar a lo que Italia destina a infraestructuras de dudoso retorno.
La inteligencia artificial se encuentra aún en una fase temprana -comparable al Internet de los años noventa- y su desarrollo implica un consumo eléctrico creciente. Actualmente, los centros de datos representan ya un 5% de la demanda energética total de Estados Unidos. El verdadero cuello de botella no está en la producción de chips, sino en la energía disponible.
China, por su parte, también impulsa masivas inversiones en generación eléctrica, especialmente solar, para sostener su expansión tecnológica.
La conclusión es clara: mientras Europa gasta en proyectos discutibles, Estados Unidos y China invierten en las palancas de crecimiento del futuro. En definitiva, Europa corre el riesgo de empobrecerse al depender de un crecimiento basado en gasto público y proyectos poco rentables, mientras que EE. UU. y China apuestan por sectores estratégicos que marcarán el futuro económico.
Expectativas ante Powell
La segunda cuestión gira en torno al discurso de Jerome Powell. La Reserva Federal podría verse obligada a recortar los tipos de interés, pues los últimos datos macroeconómicos no respaldan su mantenimiento en niveles restrictivos.
El mercado ya se ha posicionado: el Nasdaq y el sector tecnológico han registrado caídas, y los especuladores mantienen el volumen de posiciones cortas sobre el S&P 500 más alto desde comienzos de 2024.
Paradójicamente, este exceso de defensiva podría anticipar un rebote alcista tras el discurso de Powell.