Aquella situación parece que se ha calmado, sobre todo porque el mundo de la economía se enfrenta a tantos obstáculos, que los miedos de ayer no dejan de ser una mala resaca apenas unas horas después. Aunque lo cierto es que lo que le suceda a China entra ya a formar parte de los análisis diarios de la mayor parte de las firmas de análisis.

Y es que lo que ocurra al gigante asiático no solo va a influir a sus más de 1.200 de millones de habitantes, ahora hay una gran cantidad de países cuyas economías dependen de todo lo que quieran consumir los chinos.


Justo el jueves finalizó la quinta sesión plenaria del 18 Congreso del Partido Comunista de China. En las manos de sus miembros estarán los designios de más de un tercio de la población mundial. El objetivo que se habían propuesto es la aprobación del décimo tercero plan quiquenal que quiere continuar con la labor que ya había iniciado el presidente del partido y del país, Xi Jinpin.


Las anteriores sesiones plenarias del partido ya pusieron las bases de lo que quiere conseguir el país, la modernización. China se quiere convertir en una sociedad cuasi capitalista que se base más en el consumo que la inversión en infraestructuras, la industria y las exportaciones. Es decir, se quiere parecer más a una economía occidental que aquello que ideó Mao.

En la actualidad el consumo de los chinos genera alrededor de un 40% del PIB, frente a los niveles del 70% que se manejan en Estados Unidos u otros países desarrollados europeos. Además, el partido quiere conseguir la modernización agrícola, el desarrollo sostenible e, incluso, el medioambiente, entre otras medidas. 

Lo hace en un momento en el que su economía necesita un impulso; el PIB ha crecido al 6,9% en el último trimestre, poco para lo que los mercados están acostumbrados. Sin embargo, los expertos creen que estamos en un momento en el que es más deseable un crecimiento sostenible que mantener tasas de expansión de más de un 10% en una economía repleta de desequilibrios y con incipientes burbujas como la inmobiliaria, o la bolsa, como hemos sufrido hace dos meses. Los analistas de JP Morgan explican que “los inversores deben aceptar este menor crecimiento económico como la nueva norma en China, que continúa reorientando su economía desde el sector manufacturero hacia el sector servicios”. 



En BofA Merrill Lynch creen, de hecho, que la tasa de expansión continuará decreciendo y se situará en un 6,6% en 2016. Unas cifras que reflejarán la fuerte caída de la inversión y el menor crecimiento de las manufacturas, entre otras cosas.

En JP Morgan son algo más optimistas. En un reciente informe decían que “las estables condiciones del mercado de trabajo y el crecimiento de las rentas de los hogares deberían animar el consumo a corto plazo pero son necesarias nuevas medidas de política fiscal y monetaria porque las presiones desinflacionarias se están intensificando en China”.

Pero si hay algo en lo que coinciden todos los expertos es en que las reformas son imprescindibles, entre ellas cambios en la fiscalidad, en las finanzas, en las empresas gubernamentales y en la reducción de la capacidad industrial.

Por el momento, las cifras dejan ver un cierto cambio en la composición del PIB. Según algunos datos, el sector terciario ha pasado a pesar un 51% desde el 43% hace algo menos de 10 años.



Con la vista puesta en el Congreso y con la marejada del verano, el gobierno chino ha redoblado sus estímulos fiscales en las últimas semanas con el objetivo de fomentar el crecimiento durante el resto de 2015 y en 2016. Explica Raymond Ma, gestor de Fidelity que “las autoridades han rebajado del 30% al 25% la entrada exigida a los compradores de primera vivienda para intentar animar las compras y respaldar el mercado inmobiliario”

Explica el gestor de Fidelity que, además, “el temor a una fuerte devaluación de la divisa está superado porque, como ya hemos mencionado, China cuenta con herramientas monetarias suficientes para garantizar una abundante liquidez. En nuestra opinión, una acusada devaluación del RMB generaría más problemas que beneficios para China, ya que los volúmenes comerciales reaccionan a las variaciones de precios con cierto desfase, sobre todo dada la debilidad”.



No hay que olvidar que si hay algo que preocupa a muchos países desarrollados es un nuevo episodio de guerra de divisas. Sin embargo, recuerdan en muchas firmas que a pesar de las últimas devaluaciones del yuan, en Europa y en Estados Unidos, los tipos siguen estando cercanos a cero.

Según explican los analistas, las últimas devaluaciones de su divisa han sido un intento de las autoridades por evitar un aterrizaje forzoso de la economía y no una nueva batalla de esa guerra. Habrá que ver en qué medidas se traduce esta última reunión del partido comunista chino.

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