La IA es la habilidad de una máquina que le permite razonar y aprender de los datos con los que se nutre. Su origen se remonta a mediados del siglo XX y sus inicios forman parte de los estudios del padre de la computación moderna, Alan Turing. Fue el mismo Turing quien desarrolló una prueba mediante la cual se consideraría “inteligente” a aquellas máquinas que fueran capaces de mantener una conversación sin ser reconocidas como tal. Sin embargo, desde que en 1950 Turing desarrollara este test, el sector ha evolucionado y ahora se ha convertido en la nueva lucha geopolítica.
China lo tiene claro, quiere liderar la industria de la IA y así lo ha demostrado durante los últimos años. En 2015 pusieron en marcha el plan estratégico “Made in China 2025” cuyo objetivo era dejar de fabricar bienes baratos y de baja calidad para centrarse en productos e industrias estratégicas de alto valor añadido como la aeroespacial, la robótica o los semiconductores. Dos años más tarde, en 2017 hicieron público su plan estratégico en la industria de la inteligencia artificial, el “New Generation AI Development Plan”, cuyo objetivo final consiste en liderar el sector para 2030.
La que ha sido la gran potencia tecnológica del mundo durante las últimas décadas no se iba a quedar atrás. Estados Unidos, al igual que su principal rival, busca conseguir el poder que conlleva controlar la industria de la inteligencia artificial. Para ello, en 2018 la Agencia de Proyectos de Investigación avanzados de defensa lanzó la campaña “AI Next” para invertir más de dos mil millones de dólares en su investigación y desarrollo. En enero de este año, Trump lanzó el proyecto “Stargate” con una inversión de hasta 500,000 euros en infraestructuras para la IA. Más recientemente, la Administración Trump ha publicado un nuevo plan mediante el cual trata de reducir las barreras legales y burocráticas que ralentizan el desarrollo de esta tecnología.
A pesar de los intentos estadounidenses, es China quien actualmente lidera la carrera hacia el control de la IA. Este liderazgo no se basa únicamente en la cantidad de dinero invertido en la industria hay otros factores propios del país que están propulsando al gigante asiático hacia el liderazgo de la IA. China tiene una mayor población y una mayor diversidad geográfica lo que le permite conseguir más datos y entrenar a sus máquinas en más circunstancias. Al fin y al cabo son los datos el ingrediente indispensable para el desarrollo de la IA y en datos, China es el ganador.
Además, la estrategia estadounidense puede haber logrado efectos contrarios a los deseados. La prohibición de exportar chips de última gama a China ha impulsado un mayor desarrollo tecnológico en esta área por parte del gigante asiático y ha limitado el poder comercial de las empresas estadounidenses. Todo ello, junto a una perspectiva diferente a la occidental en cuanto a la protección de los datos personales, está haciendo de China el líder de la inteligencia artificial.
El lanzamiento de DeepSeek el pasado mes de enero y la irrupción que supuso en el sector son un ejemplo de las fuertes capacidades que presenta la industria china. DeepSeek es un chatbot similar a Chat GPT —de propiedad estadounidense— desarrollado y configurado con unos costes menores y lanzado con un código abierto que permite a los usuarios modificarlo para ajustarlo a sus propios intereses. La acogida de DeppSeek entre los usuarios de los chatbots ha fomentado la adopción de nuevas aplicaciones de la potencia asiática por parte de los consumidores.
Los campos en los que se puede utilizar la IA son diversos. Sin embargo, el de la defensa es uno de los que más atención capta en los gobiernos y las empresas. Un ejército reforzado con la última tecnología de IA puede aumentar la precisión de sus armas, reducir el número de soldados en las batallas o acelerar el reconocimiento de posibles sospechosos. Todo esto supone una ventaja contra el enemigo y cuanto más desarrollada esté la IA, más ventaja militar tendrá el país. Sin embargo, esto no es un escenario futurista, los drones utilizados en la guerra de Ucrania o los sistemas de identificación instalados por Israel en la franja de Gaza llevan incorporadas una IA que facilita el reconocimiento de los sospechosos.
Mientras tanto, la Unión Europea se queda atrás. A pesar de algunas iniciativas tomadas por los propios Estados y la financiación movilizada por parte de la UE, Europa tiene difícil convertirse en una potencia dentro del sector.
Y es que controlar la IA, no es únicamente controlar una industria más. Liderar el desarrollo de la inteligencia artificial supone un poder militar, económico y diplomático pero también ideológico, social y cultural. Porque detrás de una máquina con IA hay personas con sesgos y opiniones que se han encargado de programarla. Así, los principales gobiernos invertirán para que sea su visión del mundo, es decir, su modelo de IA, quien gane esta nueva lucha geopolítica.