De hecho, según The New York Times, “pocas personas, al parecer, están tan conectadas como Salgado, conocido en Portugal como 'el dueño de todo'. Pero a pesar de su prominencia, tanto el patriarca de la familia y otros de sus miembros se enfrentan no sólo a problemas financieros, sino también a los legales”.
Y es que los fiscales y reguladores europeos investigan actualmente un posible fraude contable, abuso de información privilegiada y préstamos dudosos al imperio Espírito Santo, que incluye hoteles, hospitales, parques...
La familia Espírito Santo tiene una participación de control en BES, y es que Salgado, de 70 años, es bisnieto de José María do Espírito Santo e Silva, quien inició el negocio en 1869 como una “casa de cambio” en una pequeña calle de Lisboa.
La fortuna familiar creció sustancialmente durante el siglo XX, bajo el mando de los hijos del fundador, Ricardo y Manuel, que establecieron relaciones con la industria estadounidense, y para mediados de los años 30, el BES era ya el mayor prestamista privado de Portugal. Su estatus adquirió una dimensión aún mayor durante la Segunda Guerra Mundial, que convirtió al país en centro diplomático y aristocrático de Europa.
El derrocamiento de la dictadura lusa en 1974, bajo la cual la entidad también prosperó, supuso un “pequeño” tropiezo, pero la saga comenzó a reconstruir sus negocios en el extranjero y en 1989, cuando Lisboa comenzó a privatizar los activos incautados durante la revolución, Salgado pudo comprar su banco apoyado por Crédit Agricole. La entidad era más débil entonces, pero amplió gradualmente su balance hasta llevarlo donde está ahora.
Los historiadores destacan las capacidad de la familia Espírito Santo para sortear las dificultades y mantener su imperio, pero las maniobras de Salgado para salir victorioso de la última disputa en la junta pueden haberles llevado al borde del precipicio, en opinión de los analistas consultados por The New York Times.
Maria João Babo, coautora del libro basado en la figura de Salgado y titulado “El último banquero”, le describe como una “persona fría y calculadora”, adicta al trabajo y con una gran influencia en los asuntos políticos y económicos de Portugal. Sin embargo, a pesar de su “poder” siempre ha preferido mantenerse en la “trastienda a desfilar entre la élite” lusa.