Existen varios riesgos a considerar de cara a los próximos meses, entre ellos la guerra arancelaria, cuyo desenlace empezará a aclararse posiblemente el 9 de julio; ayer Donald Trump alcanzó un acuerdo con Vietnam, aunque con Japón ve difícil un entendimiento. Habrá que seguir la evolución de la tasa efectiva, que ha pasado del 3 a un 13%, y su posible traslado al consumidor final, lo que podría generar mayor inflación o, por el contrario, reducir márgenes si las empresas no trasladan estos costes. Además, los datos macroeconómicos muestran que los PMIs en Estados Unidos, Europa y China han sido mejores de lo esperado, aunque continúan en zona de contracción, por debajo de 50. En el mercado laboral, se observa dificultad para que los desempleados de larga duración encuentren trabajo, aunque no hay un aumento significativo de despidos, lo que indica una situación aún estable pero vigilada. También hay riesgos en la alta concentración y las valoraciones del S&P 500, que se sitúan en 22,5 veces precio-beneficio, muy por encima de la media histórica de 18,5, con alta concentración en las grandes empresas, lo que hace que el índice dependa en gran medida de ellas. En cuanto a la Reserva Federal, se descarta un recorte de tipos en julio, aunque no se descarta que en septiembre pueda darse uno de hasta 50 puntos básicos, especialmente si los datos de empleo empeoran en agosto y septiembre.
Para este verano, es probable que las alzas en bolsa continúen en julio, apoyadas en la aprobación de la ley One Beautiful Bill en Estados Unidos, la reducción de la volatilidad y la entrada de capital. En cuanto a las oportunidades, una está en el sector tecnológico, que sigue invirtiendo en inteligencia artificial y presenta potencial de crecimiento; se recomienda invertir en un ETF del NASDAQ con cobertura para mitigar el riesgo cambiario, dado que un 55% de los ingresos de las grandes tecnológicas proviene del extranjero, y la depreciación del dólar desde enero favorece sus resultados. Otra oportunidad (2) es el Russell 2000, que agrupa a empresas de pequeña capitalización que podrían beneficiarse de la ley mencionada. Otra oportunidad (3) está en el sector europeo del consumo discrecional y lujo, que ha roto su tendencia bajista tras meses de caídas y donde las expectativas para próximos trimestres son positivas. El oro (4) sigue siendo un activo esencial en cartera, dado el aumento de la deuda y la política monetaria expansiva que devalúan las divisas, por lo que incluir activos físicos o digitales con oferta limitada es recomendable.
En cuanto a la banca, la visión sigue siendo negativa, pese a los flujos de entrada recientes, porque se espera que los beneficios comiencen a decrecer tras un primer trimestre con crecimiento del 27%, influido por provisiones y ajustes fiscales. Los movimientos corporativos en el sector bancario europeo, como la OPA sobre Sabadell por parte de BBVA, reflejan la tendencia a la concentración para crear entidades más resilientes y competitivas a nivel internacional, aunque las condiciones actuales difieren de las iniciales y queda por ver si la oferta mejorará. Este proceso de consolidación europea, aunque complejo por factores regulatorios y laborales, es necesario para que las empresas puedan competir globalmente. En resumen, mientras sectores como defensa, oro y utilities muestran buen desempeño y somos positivos, no lo somos en la banca, que continúa bajo presión.