La crisis llegó como un golpe seco. Hasta septiembre de 2018 nadie pensaba que el sector financiero tuviera unos cimientos tan frágiles y que estuviera tan infectado de hipotecas subprime.  Tanto, que ese cáncer de la banca casi acabó a su vez con la salud de la economía mundial. Ha hecho falta casi una década para que la economía y el sector financiero alcancen unos niveles de solidez suficientes como para poder afirmar que casi se han alcanzados cánones de normalidad.

Una de las evidencias que señalan este estado de “cuasi” normalidad es el rumbo que están tomando los grandes bancos centrales de todo el mundo. La mayor parte de las autoridades monetarias han comenzado a retirar con cautela las políticas monetarias no convencionales que han actuado durante muchos años como un mecanismo de respiración asistida para las economías desarrolladas.

La crisis subprime obligó a los bancos centrales de los principales países desarrollados del mundo a sacarse de la chistera toda una serie de medidas desconocidas hasta ese momento para taponar  la hemorragia que había generado la crisis subprime y los estallidos de burbujas del sector inmobiliaria en algunos países como España. Estas políticas han provocado una inundación de liquidez en los mercados. Sólo los balances de la Reserva Federal (FED) y el Banco Central Europeo (BCE) suman casi 10 billones de dólares. Una cantidad que las autoridades monetarias de todo el mundo bombearon a la economía para sacarla de su paro cardiaco. Y ha funcionado, por lo que parece que ha llegado el momento de dar marcha atrás.

 

 

El primero en iniciar el camino de salida ha sido la Reserva Federal con el fin de sus sus programas QE (compra de activos) hace dos años. Hace más de doce meses que inició a subir los tipos de interés y todo apunta a que este año aún le queda una subida más del precio del dinero, la tercera.  Si no hay ningún cambio en las previsiones, en 2018 los propios miembros de la FED esperan tres subidas más, aunque algunas entidades como Goldman Sachs o Mirabaud AM prevén hasta cuatro subidas de un cuarto de punto, que dejarán el precio del dinero en el 3,5% a finales del año que viene.

Esto ha sido posible porque en 2017 por primera vez desde hace años, todas las regiones del mundo se están expandiendo a la vez. Los economistas han llamado a esta dinámica un “crecimiento sincronizado”.  Como explican los analistas de Goldman Sachs, “por primera vez desde 2010, la economía mundial está superando la mayor parte de las predicciones y esperamos que esto continúe”.

 

 

La mejora sostenida de la economía europea va a permitir que el Banco Central Europeo (BCE) inicie también la retirada de estímulos monetarios. El año que viene, en enero, comenzará oficialmente el tapering europeo, aunque al presidente de la institución no le gusta esa nomenclatura.  En concreto, reducirá  a la mitad, hasta 30.000 millones de euros, el dinero que destina al mes a la compra de activos.

Por el momento, los mercados no se han inmutado con estas medidas. La cautela con la que se han ido dando los pasos han ayudado a los inversores a asumir su conveniencia sin causar –casi-, ningún episodio de estrés en las bolsas ni afectar a la economía. Y podría seguir siendo así.

Roberto Scholtes Ruiz, director de estrategia de UBS para España, comenta que “prevemos que el impacto de la normalización de los bancos centrales sea muy modesto. Nuestra estimación del efecto combinado sobre los tipos de interés a medio y largo plazo de la reducción de balance y subidas de tipos de la Fed y de la reducción de compras de BCE y BoJ es de 30-40 puntos básicos en unos 12 meses. Esto apenas tendrá efectos sobre los costes de financiación empresarial (que siguen refinanciándose a tipos cada vez más bajos) y sobre la actividad económica”, indica el experto.

Los bancos celebran este escenario

Un escenario de crecimiento económico sincronizado y de normalización monetaria, no es otra cosa que un contexto casi mágico para la banca, sobre todo en los países desarrollados donde llevan diez años superando obstáculos.

Sotiris Boutsis, gestor de fondos de Fidelity, explica que “a la vista de las perspectivas anteriores, crecimiento sólido y política monetaria favorable, sigo siendo optimista sobre el setor”.

Desde la quiebra de Lehman Brothers, las entidades financieras se habían visto obligadas a recomponerse en un tablero del juego poco propicio. Aunque las políticas monetarias expansivas de los bancos centrales lograron frenar la hemorragia económica, lo cierto es que los tipos cero hacen que su negocio tradicional no sea rentable, ya que ellos consiguen beneficios tomando dinero y prestándolo a un tipo de interés más alto. Este margen, el de intereses, no enseña otra cosa que la salud del negocio bancario más puro y en la última década lo que se ha podido ver en todo el mundo es una constante presión en esta métrica.

Parece que en 2018 los bancos podrían terminar de levantar la cabeza. Anabel Laín, gestora de Ibercaja Gestión señala que “es ahora cuando los inversores nos vamos a fijar en los múltiplos de precio sobre beneficios”. Es decir, van a volver a los fundamentales, a analizar una industria de la misma manera que se mira a los demás sectores.

¿Europa o Estados Unidos?

En lo que va de año, hemos visto cómo los bancos americanos lo han hecho mejor que los europeos, sobre todo tras el parón desde este verano. Laín señala que “los bancos de la eurozona estaban poniendo el precio de una posible subida de tipos de interés. Esas expectativas de cambio de sesgo empezaron a dejar de tenerse en mente para el corto plazo”. En UBS consideran que no se llevarán a cabo en el segundo semestre de 2019.

La gestora de Ibercaja considera que en 2018 veremos un cambio en el posicionamiento de los inversores en el sector bancario a uno y otro lado del Atlántico. Señala que  en Estados Unidos la recuperación económica empezó antes, como la liquidez y se espera un comportamiento más benigno por tipos y por regulación fiscal. Sin embargo ellos afirman que “tiene más atractivo Europa, por valoración, aunque también más incertidumbres. Eso sí, podemos ver cierto movimiento de flujos”. En su opinión, el sector tiene atractivo en todas las geografías.

 

 

España

En un escenario de normalización monetaria, los expertos de Ibercaja señalan que “los bancos del Sur de Europa tienen un impacto más inmediato, porque su perfil es mucho más minorista y porque la mayor parte de los préstamos están ligados a tipos de corto plazo. “Los que notarían más rápido el impacto en un plazo de doce meses serían los españoles, los italianos y los franceses”.

Sin embargo, la situación dista mucho de ser perfecta.  Para Scholtes Ruiz, el proceso de recuperación de la rentabilidad en países como España es “exasperantemente lento”. En su opinión, “las carteras de crédito o crecen poco o siguen decreciendo  y las carteras de bonos cada vez rentan menos. Por lo tanto, la mejora de beneficios vendrá de reducción de costes y de provisiones por morosidad, aunque lastrados por las necesidades de invertir en digitalización y por los cambios regulatorios”. El experto considera que de media el sector podría volver a niveles de ROE (rentabilidad sobre activos propios) de entre el 8% y el 9% cuando el BCE esté por encima del 1% y el crédito crezca en todos los países, alrededor de 2020.

Para el experto la banca europea sigue arrastrando muchos problemas. Destaca lo que el llama una ‘larga lista’ y señala a “la baja rentabilidad estructural del negocio crediticio, sobrecapacidad y exceso de competencia, peso excesivo de las carteras de Deuda Pública que cada vez generan menos rendimientos, bajos tipos de interés, débil crecimiento del crédito, desintermediación financiera (mercados de capitales + FinTech)”.

Una de las soluciones para la banca española, será, según el experto de UBS, que continúe la concentración. “los problemas estructurales antes mencionados son especialmente agudos en España. Con el objetivo de racionalizar redes comerciales y avanzar en la digitalización, todas las entidades deberían entrar en el proceso hasta acabar con un sistema con 7-8 entidades relevantes (los 6 grandes cotizados + Kutxa + algún grupo de antiguas cajas)”, indica.

Lo que parece claro es que que estemos ante el año de la normalidad, no implica que sea el año del despegue de la banca en bolsa. Los riesgos siguen existiendo y aún quedan retos por delante, pero parece que lo peor de la crisis ya está muy atrás.

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