Por tanto, el negocio de la calificación crediticia es uno de esos pocos que tienen la venta asegurada, y en el que además sus clientes “miman” a su proveedor, tratando de evitar que les baje el “rating” o diga que “hay perspectiva negativa”. Por tanto, conceptualmente hay un conflicto implícito, ya que las agencias viven de lo que les pagan sus clientes y éstos les pagan por tener una “buena” calificación.
Siempre es difícil ser objetivo cuando se juzga a los demás, y de hecho, hay veces en las que se llega a situaciones insostenibles de credibilidad.
Con la reciente crisis de la deuda soberana europea, se ha vuelto a poner de manifiesto una cierta discriminación entre los otrora llamados países “periféricos” (España, Portugal, Grecia, Italia) y los países que antes tenían “moneda fuerte” (Gran Bretaña, Alemania, Francia), además de Estados Unidos. Tanto el mercado, como las agencias se están cebando con los primeros, mientras que los otros, a pesar de tener una deuda elevada, resisten mejor los embates de la actual crisis. Sin embargo, es preciso ser objetivo, y evaluar no sólo el nivel de deuda, sino la velocidad de crecimiento de la misma, y el tejido productivo de cada país en cuestión. En este sentido, el evaluador de la agencia debe tener en cuenta no sólo la situación actual, sino la expectativa de cara a los próximos años, y ahí sí, los “periféricos” no lo tienen muy bien.
Hay voces que claman por la creación de una agencia europea de calificación como alternativa al oligopolio americano, pero no nos engañemos, la solución no es la nacionalidad del capital social de la agencia, sino la independencia de los analistas que valoran las entidades. Si hay algo que no necesitan los mercados son evaluaciones dispares del mismo riesgo. Eso sólo generaría desconfianza y afectaría muy negativamente a los inversores.
En resumen, la deuda soberana va a ser el gran tema de los próximos meses, y si se me permite decirlo, si “alguien” tuviera que aprender Economía no en dos, sino en tres tardes, la conclusión de la tercera clase sería: “No se pueden pagar subsidios ilimitados emitiendo deuda pública, porque la consecuencia es que te bajan el “rating”, y luego, el servicio de la deuda crece geométricamente, y a su vez genera más déficit”. Desgraciadamente, esa tercera sesión de tarde nunca llegó a producirse.