El informe de Estabilidad Financiera Global (GFS) del FMI, revelado en la cumbre de otoño de la institución, alerta de las consecuencias sobre los mercados de capital de la retirada de los planes de estímulo monetario de los bancos centrales, diseñados para contener los efectos de la Gran Pandemia. La política ultra-laxa de los organismos reguladores “ha conducido a una exuberancia bursátil y a un incremento del apalancamiento financiero” que podría generar un “desorden” en la cotización de los índices y de los activos cuando la Reserva Federal y otras instituciones de supervisión retiren sus apoyos -programas de compra de deuda soberana y corporativa- y se empleen en subidas de tipos de interés.

“Los shocks podrían aparecer de manera inminente, ya que varios bancos centrales han iniciado ya un endurecimiento más rápido de lo previsto de sus condiciones monetarias”, precisó Tobias Adrian, director del Departamento Monetario y de Mercados de Capital del Fondo Monetario. “Nos preocupa ver ventas masivas de gran magnitud ya que se ha alcanzado un nivel demasiado elevado en la cotización de ciertos valores”. Para precisar que, por si fuera poco, “en los cálculos recientes de los bancos centrales han emergido las presiones inflacionistas como nunca antes se habían visto”.  

A pesar de que el propio FMI, la Fed o el BCE -esencialmente- se decanten todavía por catalogar como “pasajera” la reaparición del fantasma de las subidas de precios por el encarecimiento de la energía y los alimentos, “hay bastante incertidumbre” sobre las predicciones coyunturales. Y una de “las cuestiones que más se remarca” en las reuniones de sus comités ejecutivos de las autoridades monetarias es la posibilidad de un “hundimiento” de los mercados financieros. 

“El precio de los activos se ha desajustado”, un fenómeno que se ha propagado en los últimos 18 meses y que ha dejado acciones con una cotización elevada en función de los fundamentales económicos de la entidad a la que representa en bolsa. Son momentos de suma tensión y dudas. Porque “podrían caer de forma substancial” ante repentinos e inesperados cambios de políticas económicas o monetarias, avanza Adrian. 

Algo que también traslada a los mercados inmobiliarios. “El riesgo de desplomes en los precios de la vivienda” -en especial, en ciudades con un sector sobrecalentado- es significativamente alto”. En el peor escenario calculado por el FMI, podrían caer hasta un 14% en las economías de rentas altas en los próximos tres años y hasta en un 22% en los mercados emergentes. En cierto modo, recuerda el estiramiento del ciclo inmobiliario del credit crunch de 2008; eso sí, con la salvedad importante de que los sistemas bancarios están mucho más saneados que entonces, asevera el director del Departamento Monetario del FMI. 
A este elenco de amenazas latentes, Tobias incorpora un elemento adicional: las criptomonedas. Un activo de mercado que ha amasado más de 2 billones de dólares y que, pese a ser una cifra reducida en comparación con el valor bursátil global, “empieza a ser un peligro a la estabilidad de la arquitectura financiera internacional”. Por lo que reclama una regulación urgente; sobre todo, de las más estables, con objeto de mitigar los perjuicios futuros, mientras se ponen en liza las divisas digitales oficiales bajo supervisión de los bancos centrales. “El ecosistema cripto está expuesto tal y como está configurado en la actualidad, a fraudes a consumidores y a riesgos sobre la integridad de los mercados”, afirma el informe del FMI.    


“La incertidumbre ha arraigado en los mercados tanto como la pérdida de optimismo” apunta Tobias a modo de síntesis y dejando entrever, al menos, un proceso de corrección. A su juicio, “el sentimiento inversor se ha deteriorado desde el inicio del año a medida que se aprecian más vulnerabilidades financieras y se incrementa la preocupación por las presiones inflacionistas”. Es el momento de “calibrar con precisión” las políticas económicas y la gestión monetaria. 

Los bancos centrales deben permanecer vigilantes y actuar decididamente si los precios suben de manera persistente para aminorar con celeridad expectativas inflacionistas. Del mismo modo que los programas fiscales, de prolongarse, como aconseja el FMI, deben perseguir unas metas determinadas -esencialmente, inversiones en sostenibilidad y digitalización- con unos recursos específicos por partidas. Mientras los gobiernos, en paralelo, deben configurar instrumentos de prudencia presupuestaria y objetivos de consolidación a medio plazo con los que “poder evitar vulnerabilidad en el futuro” y asentar “una recuperación sostenible”. En un contexto de presión de precios, en el que los inversores estarán atentos a alteraciones drásticas y rápidas de un ciclo de negocios más riguroso para “atender posibles repuntes inflacionistas”. Instante en el que se demandarán reformas que “protejan los reveses a los flujos de capital y abruptos aumentos de los costes financieros”.