
Ya hablamos del caso de Ferrán y de su café. Y hoy os traigo el caso de Irene y de Sofía. Típica conversación de fiesta…
- Pues me encantaría invertir, pero no sé cómo hacerlo, dice Irene preocupada.
- No te preocupes -le responde Sofía sonriente-, yo también quiero y no sé cómo.
Irene, Sofía, sabed que podéis ser millonarias. Y, es que, tanto Irene como Sofía son muy jóvenes. Y además de jóvenes son muy listas. Buenos trabajos, capacidad de ahorro y, como algo se olían, tienen ya algo ahorrado, unos 8 mil euros cada una. Además, están dispuestas a hacer un pequeño sacrificio adicional para poder alcanzar un ahorro periódico de 500 euros mensuales, ahora que todavía viven en casa de sus padres. Eso sí, en 3 o 4 años, quieren independizarse y solo podrán aportar 50 euros mensuales.
La situación es muy buena: no todo el mundo tiene esta capacidad, ni somos tan listos, ni tan jóvenes, ni tenemos tanto dinero ahorrado. Pero ellas sí. Así que se deciden a comenzar su aventura.
Como no saben en cómo invertir, les sugieren hacerlo a través de una cuenta que se abren en un bróker de calidad que les aconseja un amigo que trabaja en la industria y que es independiente. Además, este personaje les aconseja indexarse en un MSCI World o en un índice grande, como el S&P 500. La rentabilidad promedio de los últimos 90 años ha sido de un 11,24%
Pues manos a la obra, invierten la cantidad inicial y automatizan durante esos primeros años su ahorro mensual. No miran la cuenta. Nunca. Ni siquiera cuando sube o cae mucho. Les han explicado que si invierten algo más cuando los mercados caen, obtendrían rentabilidad adicional, pero no tienen tiempo, ni conocimiento, ni ganas. Prefieren no mirarlo nunca. Una se dedica al mundo de la abogacía y la otra al de los recursos humanos. Son muy buenas en lo suyo, pero las finanzas les pilla muy lejos.
Finalmente se independizan y modifican su pingue ahorro periódico por uno más al alcance de todos: 50 euros mensuales. Y siguen sin mirarlo. De hecho, viven como si no tuvieran esa cuenta.
Después de haber formado cada cual una maravillosa familia y una vida laboral llena de éxitos, ambas deciden mirar su cuenta. Quieren jubilarse, pero no saben si la pensión les va a llegar para dejar de trabajar en las condiciones que quieren. Y, oh sorpresa, que al mirar la cuenta, observan que tienen ¡2,5 millones de euros!

Fuente: Carlos Arenas Laorga
Tanto Sofía como Irene no dan crédito. Un día, tomando ambas un café, le dice una a la otra.
- ¿Sabes que nos podíamos haber jubilado hace años? Comenta la emprendedora Sofía.
- Es imposible, contesta Irene, he calculado las aportaciones que hemos hecho y no llegan a los 60 mil euros. Trabajo en recursos humanos desde hace muchos años y no he visto cosa igual. Es increíble, comenta admirada.
Finalmente, Sofía e Irene, Irene y Sofía, amigas desde aquella lejana fiesta, deciden viajar por el mundo, disfrutando de su pequeña fortuna y la salud de que gozan.
Todos somos Irene y Sofía. Cada cual con sus particularidades. Los hay que no pueden hacer un ahorro periódico inicial tan grande y los habrá que disponen de mayores caudales; los habrá no tan jóvenes y los habrá aún más; habrá quienes puedan aportar una cantidad inicial superior y quienes no puedan tanto; los habrá, en fin, de todos los colores. Pero lo importante no son las minucias de los detalles, sino la idea general. Y esta es la de siempre: invertir cuanto antes. Dejar que el tiempo y el interés compuesto hagan su magia.
Epílogo.
Tanto Irene como Sofía, aconsejadas por su amigo, abrieron una cuenta cuando fueron naciendo sus respectivos hijos. A cada uno le ponían 15 euros al mes. Sus hijos ya contaban, sin hacer nada, con 1 millón de euros a los 60 años por esta pequeña iniciativa de sus madres. Y, aconsejadas por ellas, también decidieron hacer ahorro periódico desde muy jóvenes. No os digo el dinero que alcanzaron los hijos para no daros envidia. Solo os digo que se pagaron una casa sin apenas hipoteca en un bonito barrio de Madrid y que disfrutaron de un más que buen nivel de vida.
Todo comenzó en una lejana fiesta en la juventud de sus madres. Todo comenzó con un pequeño acto. Un acto que cambió el devenir de sus familias para siempre.
Sé inteligente, sé como Irene y Sofía.
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