La premisa de la que parte la carta de este año es que muchas de las presunciones que se daban por hechas en el 2016 no se han cumplido, véase el Brexit en Europa
, las convulsiones de Oriente Medio o la elección de Trump como presidente de los Estados Unidos y se enfoca en cómo deben pensar todas estas grandes empresas en las que invierten los clientes de Blackrock en el largo plazo.

Argumenta que la raíz de muchos de estos cambios puede buscarse en una creciente reacción en muchos trabajadores y comunidades contra el impacto que la globalización y el cambio tecnológico (ojo, L. Fink es un firme creyente de los beneficios de la globalización) debido al desigual impacto, donde los más favorecidos han sido los trabajadores más cualificados, especialmente en zonas urbanas.

Además, la tecnología está cambiando los mercados laborales, haciendo que se destruyan millones de puestos de trabajo de trabajadores menos cualificados, creando, a su vez nuevas oportunidades a los trabajadores más cualificados.
Estas situaciones conllevan implicaciones políticas y económicas de primer orden, escribe L. Fink y urge a entender y adaptar estos cambios a las empresas en las que invierten, es decir busca la proactividad para poder adaptarse a las nuevas situaciones y no duda en avisar a todo aquel que no busque proteger al inversionista en el largo plazo. Una empresa global, dice, necesita ser local en cada uno de sus mercados, de manera que busque el beneficio y bienestar de las comunidades donde está presente.

Invita a los políticos a apoyar su visión mediante un triple plan de acción (para los Estados Unidos): reforma fiscal, inversión en infraestructura y el fortalecimiento de los sistemas de jubilación.

La reforma fiscal, entiende Fink debe ir por dos vías, la primera sería construir un régimen de ganancias de capital que realmente incentive las inversiones a largo plazo sobre las de corto plazo, obvio si, como repite, sus clientes en gran mayoría buscan invertir a largo plazo. La segunda ayudar a todas las grandes empresas a repatriar capitales, y que estos no sean utilizados para recompras de acciones únicamente, sino que se busque el equilibrio con inversión para el crecimiento a futuro.

Respecto a la inversión en infraestructura, esta tiene un doble beneficio, para la sangría de puestos de trabajadores poco cualificados desplazados por la tecnología y además incrementa la productividad general, aunque apunta que no es la solución al problema del desempleo. Apunta a que parte de la solución pasa por la inversión de las propias empresas en dar capacitación y educación a sus trabajadores, de manera que se ayude al empleado que una vez opero una maquina a aprender a programarla.

El último plan de acción pasa por adaptar, sin miedo los planes de jubilación, incluso mediante modelos de contribución obligatorios como los de Canadá o Australia. Este apartado incluye una mejor comprensión de los propios trabajadores sobre cómo preparase para la jubilación.

En mi opinión, se ajusta a la perfección y cumple con su parte al mirar y buscar un crecimiento a largo plazo, planteando cuestiones importantes como lo son a mi juicio buscar la corresponsabilidad de empresas y trabajadores en la consecución de un bienestar conjunto.