Una constante en la evolución económica y financiera reciente en el mundo es que, para las sucesivas generaciones de jóvenes, el entorno económico, laboral, y financiero se ha vuelto más complejo. Para los jóvenes de muchos países la probabilidad de acceder a un nivel de vida similar al que alcanzaron sus padres es cada vez más remota.


Algunos datos relevantes y preocupantes al respecto los podemos encontrar en el reporte titulado "Estrés financiero? Ayudando a los jóvenes y a los adultos jóvenes a enfrentarlo", divulgado en el pasado mes de mayo por un grupo de investigadores de la Universidad de Arizona para el Instituto para la Investigación y la Educación Financiera de los Consumidores.


Aun cuando se trata de datos relativos a la población de Estados Unidos, las tendencias son identificables en prácticamente cualquier economía emergente o desarrollada en el mundo, particularmente en sus principales ciudades.
En EUA de acuerdo al reporte, existe un incremento del 25% en el número de adultos jóvenes que, a partir de la recesión y crisis financiera del 2008, continúan viviendo o han regresado a vivir con sus padres.

En ese mismo país es notoria la tendencia de caída del número de los matrimonios. Esta tendencia se observa con mayor o menor magnitud en las últimas décadas en la mayoría de los países; en España por ejemplo, la tasa de nupcialidad pasó de 14.36 en 1976 a 7.01 en 2013, mientras que en México pasó de 7.5 en 1999 a 5.0 en 2012. Y esta tendencia en parte se relaciona con la dificultad que enfrentan los jóvenes para establecer relaciones formales a las que se les percibe un mayor grado de obligación económica de largo plazo.

Por otro lado, existen tendencias de desempleo en la población de adultos jóvenes que en el caso de Estados Unidos ha alcanzado niveles cercanos al 15% y que en otras economías - como las europeas - incluso ha llegado a rebasar los niveles de 40% en los años posteriores a la crisis de 2008 cuando las crisis fiscales y de deuda golpearon a economías como la de Grecia y España.

Adicionalmente, encontramos que no sólo el entorno laboral y el económico son complejos; se presentan hoy fenómenos crediticios y prácticas financieras que en muchos casos agravan la condición económica de los jóvenes en los primero años de su inserción en el mercado laboral. Prácticas financieras como los créditos educativos que generan una pesada carga de deuda desde el inicio de la vida laboral o instrumentos como los créditos de cobro vía nómina o crédito al consumo otorgado (y aceptado y utilizado de forma inadecuada) debilitan la condición financiera de los jóvenes en el corto plazo pero su afectación puede llegar incluso a afectar su vida económica en la vejez.

El caso del informe citado se señala que casi el 20% de los jóvenes en EUA gastan más de los ingresos que obtienen; que casi el 40% carece de conocimientos financieros básicos y que un porcentaje significativo tiene prácticas de administración crediticia inadecuadas: por ejemplo, más de una tercera parte sólo paga el mínimo mensual en su tarjeta de crédito lo que en la mayoría de los casos provoca el crecimiento gradual y la pérdida del control de esa deuda.


Esta situación evidentemente abona a una sensible debilidad en la autonomía financiera de los jóvenes, que se manifiesta además de la vuelta al hogar familiar, en el caso de Estados Unidos, en que más de una tercera parte de los jóvenes reciben ayuda financiera de parte de alguno o varios de los miembros de su familia.

Hoy, aun cuando encontramos que en muchos de los países las condiciones económicas gradualmente empiezan a presentar un escenario más favorable, la realidad es que los efectos estructurales en el empleo y la economía son escenarios que deben ser vistos como permanentes por los jóvenes inician su vida económica independiente.

Ante este escenario y la realidad de que el cambio de las condiciones estructurales de los países serán procesos casi siempre parciales y lentos, es fundamental generar las condiciones reales y objetivas para que los jóvenes tengan una mejor capacidad de entendimiento y acción relacionada con su vida financiera. No sólo por lo que implica en el corto plazo sino por la necesidad de tener una adecuada planeación de su futuro, particularmente de su vejez que requerirá mayores recursos ante una expectativa mayor de vida.

Con todas las limitaciones que distintos estudios han mostrado sobre las tareas educación financiera, el modelo propuesto por el estudio que aquí se comenta puede ser una herramienta simple y útil para apoyar esta fundamental tarea para los jóvenes y jóvenes adultos que nuestros países.

El modelo parte del concepto de Financial Capability, el cual parte de reconocer la importancia de trabajar simultáneamente el conocimiento y las competencias relacionadas las finanzas personales; la habilidad de actuar a partir de dicho conocimiento y la oportunidad de actuar de forma concreta de acuerdo las necesidades contexto de cada persona joven.

Si se observa, el modelo no parte de encontrar una limitación inicial en los ingresos o situación financiera presente de las personas; parte en cambio de la necesidad de enfrentar los temas, independientemente de la condición en la que nos encontremos coyunturalmente.

El estudio y su propuesta reconocen que la capacidad de información financiera se adquiere de muy diversas fuentes; siendo una primaria la que parte de la información y prácticas financieras aprendidas en la familia, pero también son relevantes las que se adquieren y absorben del entorno social y círculo de amigos que nos rodean.

El estudio muestra también que, con todas las limitaciones de la muy débil educación financiera que se presenta en el sistema educativo y escolar formal, existe una relación directa entre nivel educativo alcanzado y la capacidad y nivel de educación financiera que se adquiere. De ahí la importancia adicional de mantener una ruta objetivo relacionada con la educación, que no solo apoya a los jóvenes ante la búsqueda de opciones profesionales (aun con todas las limitaciones y debilidades que hoy tiene ante el mercado laboral), sino que también apoya la obtención del conocimiento y capacidad financiera para tomar decisiones adecuadas para el futuro.

Finalmente uno de los elementos centrales del estudio se refiere a alcanzar la “Autoconciencia financiera” relacionada esta con tres conceptos centrales:

1. La autoconciencia de eficacia financiera: que se refiere a reconocer que tenemos la capacidad para identificar y hacer las cosas que nos convengan en términos financieros;

2. La percepción de control financiero: que se refiere a la percepción que los jóvenes aquieren de reconocerse con capacidad de estar en control de las decisiones que afecten su futuro financiero (con independencia de su circunstancia coyuntural); y

3. El concepto de una actitud financiera positiva: que se refiere el abandono de visiones fatalistas que inhiben la capacidad de decisión e inmovilizan a las personas para actuar de la forma que más les conviene.

El autor es politólogo, mercadólogo, especialista en economía conductual, profesor de la Facultad de Economía de la UNAM y Director General de Mexicana de Becas, Fondo de Ahorro Educativo.

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