“He dedicado mi carrera académica a estudiar la Gran Depresión. Puede que la depresión comenzara con un crash del mercado bursátil, pero lo que realmente golpeó a la economía fue una disrupción del crédito”. 

Tal vez la película, basada en el libro homónimo de Andrew Ross Sorkin, dramatice un poco la postura del entonces Presidente de la
Reserva Federal. Pero desde luego toca una de las mayores preocupaciones que tenían en mente las autoridades monetarias a comienzos de la crisis: un frenazo del crédito. No en vano, la estrategia monetaria implementada por la Fed a partir de octubre de 2008 fue calificada por el propio Ben Bernanke como “credit easing”.

De manera irremediable, sin embargo, la crisis económica que se desató por aquellas fechas trajo consigo la tan temida caída del crédito. En palabras de John Cassidy, periodista de la popular revista The New Yorker, la economía de Estados Unidos ha vivido durante seis años y medio “the Great Deleveraging”: el Gran Desapalancamiento. Un periodo de exiguo crecimiento que “pudiera parecer una recesión que nunca acaba”.

Cabe preguntarse por qué tuvo lugar ese frenazo del crédito que tanto temían las autoridades. Y es que las crisis económicas no surgen de la nada, no llegan sin motivo. No es que los agentes económicos despierten un mal día deprimidos y decidan paralizar sus planes de inversión y consumo. Las crisis no son consecuencia de nuestros pecados de hoy, sino de los que se cometieron años atrás. Son, en definitiva, resultado de desequilibrios acumulados durante largos periodos de tiempo.

Cuando todos esos desequilibrios se ponen de manifiesto, una de las distorsiones más típicas es la de un nivel de endeudamiento excesivo. Toca, por tanto, digerir la deuda acumulada durante los años de la burbuja hasta volver a un endeudamiento sostenible. El frenazo del crédito no es otra cosa que una parte del necesario saneamiento que necesita la economía para completar una recuperación saludable.

Sin embargo esa tendencia parece haber cambiado durante los últimos meses. La Reserva Federal de Nueva York, en sus informes trimestrales sobre la situación de la deuda y el crédito de las familias, lo confirma: el desapalancamiento del hogar americano ha terminado.

A este cambio de tendencia se suma que el crédito bancario en Estados Unidos creció durante el segundo trimestre de 2014 a una tasa anual del 7,5%, la más alta desde 2007. La banca comercial, inundada de liquidez, anda persiguiendo a los consumidores. La competencia entre prestamistas actualmente es feroz.

Esto se refleja, entre otras cosas, en la advertencia que lanzaba la Office of the Comptroller of the Currency en su último informe semestral. En él decía que percibe un creciente deterioro en los estándares de crédito a la adquisición de automóviles. En concreto, alertan de que el préstamo promedio supera el 100% del valor del vehículo, y que en parte el crecimiento se debe a la creciente originación de préstamos a prestatarios subprime. ¿No suena todo esto a algo?

Es pertinente plantear dos cuestiones ante el retorno del crédito de los hogares. La primera es si estamos ante una recuperación sana. Esto es difícil de saber. Mientras según The Economist el actual nivel de deuda de los hogares ya es sostenible, por otro lado pesan las advertencias de creciente riesgo en algunos sectores, como es el caso de los auto loans, el mercado inmobiliario o los préstamos estudiantiles. Es, en todo caso, algo a seguir de cerca.

La segunda es si un fuerte retorno del crédito puede traer problemas inflacionarios. Hasta ahora, la inmensa mayoría de la liquidez inyectada por la Fed no se ha materializado en un aumento de la masa monetaria, sino que ha quedado en forma de excesos de reservas de la banca comercial en el propio banco central.

Si la banca comienza a conceder crédito apalancándose contra estas reservas, y provoca un fuerte aumento de la masa monetaria, sí existe riesgo inflacionario. Este riesgo es seguido de cerca por la Fed, que de percibir un repunte sustancial de la inflación podría adelantar sus planes de subida de tipos. Habrá que estar atentos a la evolución de la demanda de crédito de las familias, así como de la de empresas y gobierno, si queremos evitar que la Fed nos dé una sorpresa.

@ignaciomoncada

Ignacio Moncada es analista financiero de inversiones en Nueva York. Es miembro del Instituto Juan de Mariana y del Ludwig von Mises Institute.