¿Alguien se pregunta en qué manos estamos?

La crisis económica detonó con algo que cualquier economista recién salido de la carrera podría haber previsto, empaquetar y vender, a bancos e inversores institucionales, hipotecas americanas cuyo análisis de riesgo brillaba por su ausencia

Los bancos de todo el mundo compraron esta basura, sin analizar lo que llevaba dentro. Para eso están las empresas de rating, debían pensar los capitostes de la banca.

Y después los balances bancarios se derrumban como castillos de naipes, con activos que no valen nada y sin liquidez en sus cajas fuertes. El crédito se seca y la economía real se viene abajo. Los gobernantes europeos, absortos en sus propias cábalas electorales, inyectaron ingentes cantidades de dinero de todos los contribuyentes para evitar el colapso del sistema financiero. Sin pedir casi nada a cambio.

Y ahora toca la hora de la crisis de deuda soberana. Los Estados europeos se han endeudado para intentar solucionar una crisis que no han visto llegar y les cuesta comprender y aceptar. Sus ingresos han caído en barrena y los gastos se han disparado. Y como en cualquier otra unidad familiar, el endeudamiento tiene un coste (la prima de riesgo se encarga de hacérnoslo notar) y un límite.

Toda la culpa es de los especuladores, nos dicen. Pero si no queremos que nos digan que reformas hacer, la solución pasa por hacer nosotros las reformas que eviten tener que seguir pidiéndoles dinero.

La situación ha llegado a un extremo tal que la Unión Económica y Monetaria no puede aguantar sin tomar medidas de calado. Ha llegado la hora de los valientes.

O bien de una vez por todas Alemania, Francia y el resto de países que formamos la UEM entendemos lo que desde la fundación de la zona euros dicen los economistas, que una unión monetaria sin integración de políticas fiscales se rompe ante crisis asimétricas de cierto calado (uno países sufren más que otros), o el Euro tiene los días contados.

El coste electoral de las decisiones que se debe tomar es alto, pero si no se toman el coste en votos que supondrá el desastre económico será mucho mayor. La integración de las políticas económicas acabará pasando por la creación de un Eurobono o mecanismo similar. Y tendremos que ceder soberanía fiscal a un organismo supranacional.

Es la hora de tomar decisiones arriesgadas, con palabras y esperas no se va a arreglar nada. Es la hora de los valientes.