Tras el fin de la pandemia, se suponía que la economía china volvería a estar en alza, como de costumbre. Pero ahora las exportaciones chinas se han desplomado un 14,5% en julio, mucho más bruscamente de lo previsto. Con una serie de medidas, el Gobierno de Pekín quiere dar un nuevo impulso a la aletargada economía. David Perrett, Codirector de Renta Variable Asia-Pacífico de M&G Investments, comenta las perspectivas de éxito:
 
Esperar un fuerte impulso económico en China tras el fin de las restricciones de Covid era un poco prematuro desde el punto de vista de un inversor. Al fin y al cabo, a diferencia de la mayoría de las economías occidentales, la industria china no se cerró del todo durante la Covid, por lo que el rebote resultante fue mucho más moderado. Y lo que es más importante, el crítico sector inmobiliario atravesaba un doloroso bache, que repercutió negativamente en la actividad económica y la confianza de los consumidores.
 
En los últimos meses, los inversores se han mostrado cada vez más preocupados por el hecho de que los responsables políticos no hayan comprendido del todo los actuales vientos en contra a los que se enfrenta la economía china y que esté aumentando el riesgo de una mayor debilidad económica. Por ello, la reunión del Politburó de finales de julio fue una señal importante. En comparación con declaraciones anteriores, el tono cambió: se reconoció, por ejemplo, que la economía es más débil de lo deseado y que la política debe responder a ello, especialmente en lo que se refiere al sector inmobiliario y a la demanda interna. Dado que la inflación no es una limitación política en China y que el país registra un amplio superávit por cuenta corriente, los responsables políticos disponen de margen adicional para el estímulo fiscal y monetario, así como para la flexibilización regulatoria.
 
En la actualidad, el paquete de medidas de estímulo se dirige principalmente a aumentar la demanda interna: Se está reforzando el sector del automóvil. Además, hay desgravaciones fiscales y subvenciones para la modernización y la compra de viviendas. Estas medidas han puesto en marcha una especie de reset. En el proceso, Pekín pretende ampliar el impacto animando a las autoridades locales a "optimizar" las políticas inmobiliarias chinas para que se adapten mejor a las necesidades de la comunidad local. En ciudades más grandes como Pekín y Shenzhen, por ejemplo, se van a suavizar las restricciones a la compra de pisos y los prestatarios solventes recibirán condiciones favorables para adquirir una casa más grande. También, entre otras cosas, se promoverán las obras de mejora del hogar, se levantarán las restricciones a la propiedad de coches usados o se mejorarán los incentivos para la introducción de coches eléctricos. Todo esto debería empezar a repercutir en la economía real, sobre todo si los incentivos se aplican bien a nivel local. Es de esperar que un amplio impulso de la demanda conduzca a una dinámica autosostenida de la oferta y la demanda a largo plazo.
 
China quiere depender menos del sector inmobiliario. En el sector de los semiconductores, el país sigue a la zaga de los líderes, pero ya se está convirtiendo en líder del mercado mundial en numerosas tecnologías respetuosas con el medio ambiente. China es ya el mayor productor de productos de energías renovables y el principal proveedor de vehículos eléctricos. Este liderazgo tendrá un impacto tangible en los mercados mundiales durante la próxima década. En el ámbito de la gestión digital de la cadena de suministro, las empresas chinas ya están revolucionando varios mercados minoristas mundiales, incluido el sector de la moda rápida.
 
En los próximos meses, los inversores estarán atentos a más detalles sobre las medidas de estímulo y el impacto de las políticas de goteo ajustadas. "Es importante señalar que el punto de partida actual de las valoraciones de la renta variable china se sitúa en gran medida en niveles muy atractivos".