Los mercados, por su parte, permanecen abiertos y, de hecho, ya se han acostumbrado a sobrellevar este tipo de bloqueos (fiscales) sin demasiada alteración. Aunque se prevé que el parón afecte a la economía en cierta medida (las previsiones apuntan a una posible pérdida de hasta un 0,2% del PIB de EE. UU. por semana), en general la reactivación tras un cierre de este tipo suele mitigar gran parte de las pérdidas. Cabe recordar que el cierre gubernamental más largo de la historia se produjo precisamente bajo el mandato del actual presidente estadounidense, Donald Trump, a finales de 2018 y comienzos de 2019, cuando la administración federal permaneció paralizada durante 35 días.

El cierre del Gobierno tiene un efecto inmediato en el calendario económico: muchos informes elaborados por las agencias estadísticas públicas se retrasarán hasta que todo vuelva a la normalidad. Hasta entonces, los inversores tendrán que prescindir de indicadores clave (como los de empleo, inflación o ventas minoristas) y guiarse, sobre todo, de los que publican empresas privadas, como los índices de gestores de compras (PMI). Si el cierre se prolonga hasta finales de mes, la Reserva Federal estadounidense (Fed) también dispondría de un conjunto de datos muy limitado sobre el que basar su decisión respecto a los tipos el 29 de octubre. Este escenario aumentaría la incertidumbre sobre si realmente se materializará una subida de tipos, que actualmente los mercados monetarios dan casi por descontada.

En contraste, el sector privado celebra su propia “fiesta” en vísperas del inicio de la temporada de resultados del tercer trimestre, con las grandes tecnológicas jugando en una liga aparte, tanto por su crecimiento de beneficios como por sus ambiciosos planes de inversión. Un análisis de Minack Advisors revela que prácticamente toda la ventaja de las empresas estadounidenses frente al resto del mundo en materia de beneficios se debe a las grandes compañías tecnológicas y de plataformas. La gran incógnita ahora es si esta tendencia podrá mantenerse. Con la temporada de resultados a punto de empezar, el ambiente entre las empresas estadounidenses es claramente optimista: un número inusualmente alto ha adelantado previsiones de beneficios positivas. Resulta llamativo, además, que en esta ocasión los analistas no hayan seguido su costumbre de recortar sus estimaciones antes del inicio del periodo de presentación de resultados (véase nuestro gráfico de la semana). Eso sí, este optimismo también eleva el listón: lograr sorpresas positivas será más complicado que en trimestres anteriores.

Claves de la próxima semana

La temporada de presentación de resultados del tercer trimestre en EE. UU. ganará protagonismo durante la próxima semana. Por ahora, el calendario económico dependerá de cuánto se prolongue el cierre del Gobierno federal. En condiciones normales, la atención de los inversores estaría puesta en la inflación del IPC, que se publica el miércoles, y en las ventas minoristas, previstas para el jueves. No obstante, si el cierre concluye antes, podrían publicarse de golpe los datos de las últimas semanas, incluido el informe de empleo de septiembre, que inicialmente debía publicarse a comienzos de octubre.

En la zona euro, la agenda de datos será más moderada. Además de las cifras finales de inflación de septiembre en varios países, el martes se darán a conocer los índices ZEW de Situación Actual y de Sentimiento Económico. En Japón, la atención se centrará en las cifras de pedidos de maquinaria del jueves, mientras que China podría publicar el lunes su balanza comercial de septiembre. Este dato servirá como termómetro para comprobar si los aranceles estadounidenses siguen teniendo un impacto significativo en el flujo de mercancías con China.

Con el inicio de la temporada de resultados, el apetito por el riesgo entre los inversores sigue siendo elevado y, desde un punto de vista técnico, muchos índices presentan un aspecto favorable. Desde la perspectiva estacional, las semanas más volátiles parecen haber quedado atrás, aunque las fuentes de incertidumbre siguen siendo numerosas.

Además del nuevo clima de inestabilidad política en Francia, la falta de visibilidad sobre los datos económicos de EE. UU. (especialmente si el cierre se prolonga) podría volver a inquietar a los mercados.