Para muchos, el oro es el activo más incomprendido del siglo XXI. Y es que, aunque el 70% de los asesores financieros no lo recomienda ni lo tiene en cartera, sigue liderando en tamaño de mercado y desde el año 2000 ha superado al S&P 500 en rentabilidad, con un +596% acumulado.
Según Ernesto Revello, economista, asesor financiero certificado en gestión patrimonial e inversiones su comportamiento responde a factores estructurales como la desdolarización, las compras de bancos centrales, tensiones geopolíticas, inflación persistente y expectativas de giro monetario en EEUU. “No es un movimiento especulativo: el oro físico actúa como activo estratégico, frente al papel, más táctico”.
Técnicamente, se ha cumplido la figura de “taza con asa” iniciada en 2012, apuntando hacia los 4.000 dólares. A largo plazo, el potencial es enorme: “el oro sigue barato frente al S&P 500 y, si repite ciclos anteriores, podría llegar a superar los 16.000 dólares por onza hacia finales de década”.
Aquí, hay que tener en cuenta a los bancos centrales, aunque tal y como señala Diego Fernández Elices, Director general de inversiones de A&G Global Investors esa demanda es una parte casi insignificante del total y da soporte al oro, pero la demanda financiera es la que realmente mueve el precio del oro. Aunque afirma que “es cierto que la narrativa de los bancos centrales es un sustento relevante para originar la demanda financiera, pero nada más”.
Por último, hay que tener en cuenta que desde que los tipos reales se estabilizaron en EEUU en julio de 2023, el oro ha subido un 74%, confirmando su correlación inversa. Por eso, Juan Ignacio Marrón, analista Independiente y Fundador de @InversoresInstitucionales confirma que siguen positivos en el metal, “ya que esperamos nuevas caídas de tipos reales por la reanudación de recortes de la Fed a partir de septiembre, en un entorno de nuevas presiones inflacionistas. Estas presiones vendrían por dos vías: el fin de la fase desinflacionaria iniciada en 2022 y una tendencia creciente de precios desde enero de 2025, junto con el impacto de la política arancelaria de Trump, cuyos efectos se sentirán especialmente entre agosto y diciembre. En este contexto, creemos que el oro seguirá comportándose bien”.
Oportunidades de inversión y riesgos
La pregunta del millón es si se puede seguir confiando en el oro y desde A&G Global Investors lo tienen claro: “sigue siendo una buena oportunidad, aunque difícilmente avanzará al ritmo del último año”. De hecho, recalcan que en la situación actual, lo que quizás tenga sentido es diversificar parte de la posición en oro con plata e incluso lo que algunos ya llaman “oro digital”. En el entorno monetario actual, toma gran relevancia tener activos con oferta limitada.
Si atendemos a su potencial, Juan Ignacio Marrón destaca que el rol del oro como refugio ha sido clave en los momentos de mayor tensión en la renta variable. “Si el crecimiento económico se ralentiza, esto reforzaría la tesis de un oro con mejor comportamiento relativo, especialmente en un contexto de mayor proteccionismo comercial. En cambio, si la economía mantiene o mejora su ritmo de crecimiento, o si la inflación retoma un proceso desinflacionario (algo que vemos poco probable), el oro podría tener un rendimiento relativo inferior al de la renta variable”.
Y en cuanto a los riesgos, Ernesto Revello alerta de que el oro puede enfrentar correcciones en niveles clave como los 3.500 o 4.000 dólares por tomas de beneficios. A corto plazo, factores como una mejora en las relaciones comerciales, un dólar más fuerte o menores compras del Banco Central de China podrían presionar a la baja.
Sin embargo, el experto advierte de que “estos retrocesos suelen ser oportunidades de entrada, especialmente ante el creciente interés en oro de papel en EEUU y China. Mientras persista el elevado endeudamiento de EEUU y aumente la masa monetaria (M2), el oro mantendrá su tendencia alcista, dada su alta correlación con estas variables. Por ello, cada corrección es, en mi opinión, una ocasión para acumular más oro físico: el único dinero real, incapaz de quebrar”.
¿Por qué tenemos que tener oro en cartera? y ¿cómo podemos hacerlo?
Aunque la relación entre bonos y bolsa es hoy más inestable, el oro sigue siendo un activo defensivo con viento a favor en contextos de inflación o tipos reales bajos. En este entorno, Diego Fernández Elices de A&G Global Investors señala que actúa como un buen sustituto parcial de la renta fija, especialmente ahora que incluso los bonos soberanos y el dólar generan dudas como refugios. “No hay una solución única, pero cuesta pensar que el oro no forme parte de la respuesta para la defensa de las carteras”.
¿Debemos aumentar el peso en las carteras? Todo depende del perfil del inversor, su horizonte temporal y la composición de su cartera. En un portfolio 60/40, Ernesto Revello recomendaría asignar “entre un 14% y un 18% a oro físico y oro performance (ETFs, mineras), ya que mejora la relación riesgo-recompensa”. También conviene considerar una mayor diversificación en mineras y en activos con correlación positiva al oro, como plata, cobre o platino.
A la hora de invertir, hay que tener en cuenta que, independientemente de la vía elegida, es clave entender las cualidades del oro: alta rentabilidad, baja volatilidad, protección ante riesgos sistémicos, gran liquidez, buen ratio Sharpe y menores caídas. “Es, por tanto, un excelente diversificador”.
Para Ernesto Revello, si se busca propiedad real, sin riesgo de contraparte ni quiebra, el oro físico es la mejor opción, aunque implica mayores costes de adquisición, almacenamiento y spreads. Aun así, conviene tener una parte en físico, como hacen grandes patrimonios y bancos centrales. En paralelo, se puede invertir en oro financiero (ETFs, futuros, CFDs, mineras), que ofrece más rentabilidad potencial e incluso dividendos. “Ambas opciones se complementan y deben aprovecharse en conjunto”.
Ahora bien, desde A&G Global Investors señalan que una cartera equilibrada “no debe tener menos del 5% si esperamos que el oro tenga algún impacto positivo; y en una cartera agresiva, puede tener sentido combinar la materia prima con mineras de oro, para poder llegar incluso hasta pesos del 10%”. Mientras que Juan Ignacio Marrón cree que un inversor con un perfil de riesgo moderado debería tener una exposición al oro de “entre el 20 y el 25% de su cartera, dados los riesgos gepolíticos actuales. En caso de confirmarse los escenarios de continuación de la bajada de los tipos de interés reales, incrementaríamos su peso hasta el 35%”.
Perspectivas para el oro en el largo plazo
La demanda de oro de países emergentes, especialmente China y Rusia, ha sido el principal motor del precio en los últimos 25 años y seguirá siéndolo hasta final de década. Y según Ernesto Revello, la razón es la desconfianza en el dólar como reserva de valor, usado por EEUU como herramienta geopolítica.
China ha dejado de comprar deuda estadounidense para centrarse en acumular oro físico, tendencia que comparten otros bancos centrales. Desde la crisis de 2008 y especialmente tras la guerra de Ucrania y las sanciones a Rusia en 2022, se ha acelerado la compra y repatriación de oro como protección frente a sanciones. Lo que ha reducido la tenencia de deuda de EEUU en manos extranjeras y ha impulsado el precio del oro. “A pesar de ello, China solo tiene un 7,1% de oro en sus reservas frente al promedio global del 20%, lo que deja margen para que esta demanda siga creciendo y siga empujando el precio al alza”.
Y es más, Juan Ignacio Marrón apunta que tras el Día de la Liberación de Trump, el oro superó a la renta variable en más de un 10%, reafirmando su papel como refugio ante tensiones geopolíticas. “En caso de una futura crisis de deuda, poco probable a corto plazo, pero no descartable a medio-largo, el oro sería protagonista”.
Las compras masivas de bancos centrales no se detienen, y aunque el oro aún representa un peso limitado en sus balances, reflejan dos grandes tendencias: “el aumento descontrolado de la deuda y la desdolarización del comercio internacional. Ambas podrían desembocar en una crisis de deuda, donde el oro saldría reforzado”.
En resumen, el oro sigue siendo una oportunidad de inversión válida, incluso en niveles actuales. Su papel como activo defensivo, su demanda estructural, especialmente de bancos centrales, y el entorno geopolítico y monetario refuerzan su relevancia. Aunque puede haber correcciones, sigue siendo una herramienta estratégica para diversificar y proteger carteras en un mundo cada vez más incierto.
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