Un evento de crédito ocurre cuando un deudor no cumple, o es muy probable que no cumpla, con sus pagos. Y puede afectar solo a intereses o también al principal, lo que implica quiebra o insolvencia.

Se distinguen tres tipos principales:

  • Corporativos: vinculados a empresas; pueden tener efecto contagio sectorial (ej. Evergrande en el inmobiliario chino).
  • Soberanos: cuando un Estado no puede pagar su deuda.
  • Bancarios: ligados a problemas de liquidez o confianza, con impacto sistémico (ej. SVB, Silvergate y Signature Bank en 2023).

Ahora bien, en 2025, Juan Ignacio Marrón, analista independiente y fundador de Inversores Institucionales, señala que la preocupación se centra en el default soberano: “La denominada dominancia fiscal, consolidada desde 2020, se ha traducido en políticas fiscales expansivas y niveles de deuda pública sobre PIB en máximos históricos”. En cambio, la banca desarrollada ha reforzado su solvencia y liquidez gracias a Basilea III.

¿Qué señales tempranas pueden anticipar este tipo de eventos?

Las señales tempranas de un posible evento de crédito varían según su origen, aunque existen ciertos indicadores comunes que permiten anticipar tensiones. Y entre los más relevantes Juan Ignacio Marrón destaca “el ensanchamiento de los spreads de crédito entre deuda corporativa y soberana de plazos similares, así como el aumento brusco de las primas de los Credit Default Swaps (CDS), que reflejan una mayor percepción de riesgo de impago”.

Además, en 2025 se observan, situaciones poco habituales: compañías privadas como Microsoft han llegado a financiarse a un coste inferior al de los bonos del Tesoro estadounidense, una anomalía que pone de manifiesto las distorsiones generadas por las políticas monetarias expansivas de los últimos años.

Cuando el origen del problema es bancario, otra señal temprana es la reducción de la liquidez en los mercados interbancarios o de repos, lo que evidencia tensiones que pueden propagarse al conjunto del sistema financiero. Finalmente, el experto dice que “aunque actúan con cierto desfase, las rebajas de calificación crediticia por parte de las agencias de rating siguen siendo un indicador a tener en cuenta, ya que mantienen una fuerte correlación con episodios de incumplimiento y estrés financiero”.

Reacción de mercados y aprendizajes del pasado

Si atendemos a la reacción de los mercados en este tipo de situaciones, Juan Ignacio Marrón indica que se produce un fuerte aumento de la aversión al riesgo y, en los casos más graves, un credit crunch, lo que reduce el acceso al crédito, frena la inversión y acaba impactando en el empleo y la economía real, como ocurrió tras Lehman Brothers.

En mercados desarrollados y emergentes es algo diferente. En los emergentes el impacto es más profundo pero local; mientras que en los desarrollados, gracias a sus bancos centrales, el golpe interno es menor, aunque con mayor contagio global.

De los casos históricos se extraen varias lecciones según Juan Ignacio Marrón: Lehman mostró los efectos de la desregulación y la falta de liquidez sistémica; Grecia, los riesgos de los desequilibrios fiscales y la falta de soberanía monetaria; y Evergrande, los peligros de un modelo basado en “apalancamiento excesivo y dependencia del sector inmobiliario”.

Activos que ofrecen mayor protección y cómo estructurar carteras

El origen del estrés crediticio determina su gravedad, el riesgo de contagio y los activos refugio. Así, en 2008/09 la crisis financiera afectó a todos los activos salvo la deuda soberana; en 2011, la crisis fue soberana y los bonos corporativos resultaron más seguros; en 2020, la pandemia desordenó los mercados y el efectivo fue el refugio. 

Esto demuestra, según Eric Muller, director de productos y estrategia de inversión de Muzinich & Co, que la definición de activo seguro depende del contexto, “lo que refuerza la importancia de la gestión activa en la asignación y selección de activos”. Actualmente, con un rumbo fiscal incierto en muchos países desarrollados, “en ocasiones los bonos gubernamentales pueden ser más arriesgados que el crédito corporativo de alta calidad”.

Desde la gestora consideran que el oro se ha consolidado como un activo refugio clave, comprado tanto por inversores privados como por bancos centrales que lo utilizan como sustituto del dólar en sus reservas. “Más allá de su función tradicional como cobertura frente a la inflación, hoy actúa como diversificador frente a la debilidad del USD, aunque su limitada oferta está alimentando un rally especulativo”.

Mientras que opinan que el efectivo “es menos atractivo en el contexto actual de recortes de tipos, ya que los bonos corporativos de corto plazo ofrecen mejor rentabilidad con baja volatilidad”. En cuanto a los bonos gubernamentales, “suelen servir de refugio en crisis, pero las políticas fiscales laxas en países desarrollados llevan a cuestionar su calidad fundamental en ciertos casos”.

En la construcción de carteras, desde Muzinich & Co mantienen una visión constructiva sobre el crédito corporativo, apoyada en unos fundamentales sólidos, beneficios robustos y una fuerte demanda por parte de inversores institucionales y minoristas. Aunque reconocen que los spreads están muy ajustados y que las valoraciones resultan elevadas, destacan que la rentabilidad absoluta es atractiva, lo que sigue impulsando la entrada de capital hacia este mercado.

Su estrategia se centra en bonos de vencimientos cortos e intermedios, con carteras diversificadas y poco concentradas, dado el estrechamiento de diferenciales y la baja dispersión. Dentro del segmento de high yield, mantienen preferencia por los emisores de mayor calidad, evitando balances frágiles o excesivamente apalancados. Asimismo, identifican oportunidades en emisores emergentes en euros, mientras que consideran que la tecnología, pese a su relevancia en la renta variable, tiene un papel menos determinante en los mercados de crédito.

Ellos consideran que en lo que va de año, el crédito corporativo ha mostrado un sólido comportamiento, y de cara al último trimestre la perspectiva continúa siendo favorable, respaldada tanto por los fundamentales macro y microeconómicos como por unas condiciones técnicas positivas tras la intensa emisión de septiembre. “En este contexto, la diversificación geográfica cobra especial importancia, ya que permite ampliar el universo de oportunidades y proteger las carteras sin necesidad de incrementar el riesgo crediticio. Además, los avances en términos de liquidez y diversificación alcanzados en la última década refuerzan el papel del crédito global como un componente de valor dentro de la renta fija”.

En este sentido, por su parte, Tiffany Wilding y Andrew Balls de Pimco señalan que estrategia de su gestora mantiene una exposición limitada al crédito corporativo, favoreciendo el crédito estructurado senior, los derivados IG CDX y los MBS de agencias con cupones altos, mientras evitan el crédito corporativo al contado. Y priorizan activos líquidos y de calidad, buscando valor relativo en todo el espectro del crédito.

Y, además, recomiendan cautela en sectores cíclicos y apalancados, y apuestan por temáticas de largo plazo con sólidos fundamentos, como la financiación de la aviación, la infraestructura de datos y la deuda inmobiliaria de alta calidad, que ofrecen necesidades crecientes de capital y buenas oportunidades tras el reajuste de valoraciones.

Consejos para inversores con patrimonios elevados para blindarse ante riesgos crediticios

El riesgo crediticio es un factor clave en cualquier decisión de inversión, por ello Óscar Anaya, Socio y director de Negocio Institucional de Cobalto Inversiones EAFI comenta que ellos analizan cada propuesta bajo distintos escenarios, incluso en aquellas que parecen más conservadoras. “La diversificación entre activos líquidos e ilíquidos resulta esencial, ya que su combinación actúa como una cobertura natural frente a episodios de estrés crediticio. El creciente universo de activos ilíquidos abre la puerta a carteras más equilibradas y con mayor variedad de estrategias”.

En el terreno de las coberturas, su especialización en alternativos les lleva a ajustar la exposición según el ciclo económico. Óscar Anaya afirma que “actualmente damos mayor peso a la deuda privada como alternativa a la renta fija corporativa, especialmente en el segmento high yield,  y a las infraestructuras, apoyándonos en fondos primarios y, sobre todo, en secundarios early stage”.

Otra herramienta clave para ellos es la reestructuración de deuda, “siempre que las condiciones del mercado lo permitan y el nuevo escenario sea más favorable”. Ya que una revisión exhaustiva de la deuda pendiente se vuelve imprescindible cuando aumenta el riesgo crediticio.

Y de cara a carteras con visión a largo plazo, baja volatilidad y rentabilidad consistente, desde Cobalto Inversiones EAFI recomiendan que “los alternativos más conservadores, como infraestructuras o real estate, tengan un peso del 15% al 25%, ajustado siempre al perfil de riesgo del cliente y al contexto económico”.

Al final, el principal error al invertir es no anticipar los shocks, lo que limita las salidas cuando la liquidez escasea. Por eso, cada operación debe incluir desde el inicio un plan de cómo y cuándo salir o cubrir la posición. También hay que evitar vender en pánico activos de calidad, perdiendo la recuperación posterior. La experiencia de la pandemia mostró que la paciencia y la confianza en los fundamentales fueron clave para capturar la recuperación de 2020-2021.

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