Lejos de ser anecdótica, esta trayectoria puede servirle a la inversión value en bolsa para reivindicarse. Desde la crisis del COVID y el suelo que registraron los mercados bursátiles el 18 de marzo de 2020, el índice MSCI EMU Value ha rebotado un 160,9 % en cinco años, superando en 21,6 puntos al índice MSCI EMU (+139,3 %)*. Desde comienzos de año, el mejor comportamiento relativo se sitúa en casi 6 puntos: +19,69 % frente a +13,75%**. 

La cronología de esta evolución invita a reafirmar lo que precisamente es la gestión value: una filosofía de inversión a largo plazo, no un criterio de selección de valores o sectores desde la perspectiva única de la dinámica macroeconómica o la búsqueda del mejor momento para invertir.

Volvamos a la evolución de los mercados y los reflejos cognitivos de los inversores. En el segundo trimestre de 2018, la economía mundial se encontraba en un máximo coyuntural y, hasta el otoño de 2019, el consenso de mercado temía una recesión, sobre todo en la industria. En un entorno de tipos de interés nominales que por entonces eran nulos, los flujos de inversión se dirigieron en masa hacia las acciones de «crecimiento» y de «calidad», por sus rasgos defensivos y porque generalmente salen bien paradas en los ciclos de relajación monetaria. 

La búsqueda de valores refugio se aceleró justificadamente con el estallido de la crisis del COVID y el suelo que marcaron los mercados en marzo de 2020, lo que pudo provocar importantes sesgos en las asignaciones de activos: se dio prioridad a posiciones compradoras motivadas únicamente por la visibilidad del crecimiento de los resultados, lo que terminó creando sobreponderaciones a veces excesivas. Este fenómeno pudo verse acentuado por temáticas como el lujo, la IA o las farmacéuticas, estas últimas a lomos de las promesas de la hormona GLP-1. En contraste, los inversores y los responsables de asignación de activos se han mantenido en su mayor parte alejados de la inversión value estos últimos cinco años y, por consiguiente, no se han beneficiado del mejor comportamiento relativo de las acciones con descuento.

Una cuestión de trayectoria empresarial, no de estilo de las acciones

Tomando un poco de distancia, este periodo suscita una reflexión sobre la diversificación de los enfoques de inversión y sobre la forma de abordar la inversión value. Combinado con los valores de crecimiento, el estilo value tiene cabida en el núcleo de una cartera y eso debe traducirse en una posición permanente en estos valores dentro de la asignación de activos. Dicho de modo, la visión debe ser estratégica y a largo plazo, no táctica. En contraposición a algunas ideas establecidas, este enfoque considera que se pueden identificar de forma permanente acciones infravaloradas, en cualquier momento del ciclo

También resulta sensato alejarse del corsé del estilo, que puede encasillar tal o cual perfil de acciones o sectores. De hecho, una lectura dinámica de las trayectorias bursátiles demuestra que cualquier valor puede cotizar con descuento por diversas razones. 

En suma, saber detectar las oportunidades de inversión requiere poseer las aptitudes más básicas de la gestión de renta variable: analizar el recorrido de una empresa y la evolución de su cuenta de resultados y sus negocios para descubrir posibles ineficiencias de valoración bursátil; cultivar una psicología que cuestione la gran cantidad de información de mercado que se genera; y, por último, reconocer las señales de disrupción que revolucionarán, o no, una actividad. 

* Fuente: Bloomberg. Datos a 18 de marzo de 2025, con reinversión de dividendos netos.
** Fuente: Bloomberg. Datos a 15 de julio de 2025, con reinversión de dividendos netos. El MSCI EMU Value se anotó una ganancia del +19,69 %, frente al +13,75 % del índice MSCI EMU.