Una de las principales diferencias entre el libre mercado y las economías comunistas es el comportamiento de los precios. En las economías de libre mercado, los precios juegan un papel fundamental en el sentido de que ellos se mueven por oferta y demanda en base a la decisión de los distintos agentes económicos, productores y consumidores. En las economías comunistas, los precios no incorporan ninguna información, desde que tanto productores como consumidores están marcados por un plan definido por la autoridad central.

Un primer ejemplo de economías de libre mercado son los mercados financieros, un lugar virtual donde millones de vendedores y compradores están continuamente intercambiando productos estandarizados. En estos mercados, y más que en ningún otro, donde precios juegan un papel clave. Es la razón por la que tienen lugar las operaciones, los trades.

Un programa de expansión cuantitativa (QE, por sus siglas en inglés) llevado a cabo por un banco central, es un plan que consiste en comprar una gran cantidad de activos sea cual sea el precio.  Como consecuencia, los precios pierden la información que contienen y la que permite a los inversores  intercambiar de forma significativa los distintos activos. Un ejemplo son las rentabilidades actuales de los bonos gubernamentales. “No tiene sentido que  los bonos de largo plazo alemanes tengan rentabilidades negativas o que las rentabilidades en Italia sean más bajas que su contraparte americana. Mucho más chocante es que el Banco de Inglaterra no pudo comprar suficientes bonos (gilts) durante su primer día de su QE, a pesar de que el precio ofrecido como pago era más alto de lo que marcaba el mercado. Es bien sabido que los gilts están sobrevalorados”, reconoce Yves Longchamp, CFA y Director del equipo de análisis de Ethenea independent Investors (Schweiz) AG.

Estos programas están diseñados por los bancos centrales para comprar deuda soberana, corporativa, ABS e incluso acciones.  Y todos tienen algo en común. Los rendimientos de estos bonos gubernamentales desempeñan un nivel central en la asignación de activos porque son considerados los activos libre de riesgo y, por tanto, fijan la base para la fijación de los precios de todos.  Consecuentemente, la distorsión en este segmento de mercado, reforzada por el tipo de interés negativo de los bancos centrales, tiene un efecto en cascada sobre otros activos, lo que lleva a errores de valoración de todos los activos financieros.

De acuerdo con el Financial Times, el valor de mercado de los bonos con rentabilidad negativa está en los 13.400 billones (13.4 trillions) de dólares, una medio burbuja que muestra la extorsión que existe en este segmento de mercado. La liquidez y la prima de riesgo están alterados por unos inversores que buscan rentabilidad, forzándoles a tomar más riesgo para tener un retorno.
Las rentabilidades de los bonos de USA y alemanes – dos activos que tiene unas cualidades similares de riesgo a ojos de los inversores –  se comportan igual una vez se tiene en cuenta el coste de cobertura de la divisa. Y esto a pesar de las diferentes condiciones económicas y los diferentes comportamientos del banco central.  Los mercados de acciones han subido de forma significativa, haciendo nuevos máximos en EEUU. La búsqueda de rentabilidad ha obligado a los inversores a comprar acciones a pesar del pesimismo general y las tímidas previsiones de crecimiento. Y lo mismo, para los bonos corporativos. Finalmente, el VIX, el índice del miedo, ha cerrado en su nivel más bajo.

Mientras la manipulación de los precios se observa en todos los activos, los mercados financieros se comportan en sincronía, como es lógico. “Nos preguntamos a nosotros mismos cómo de larga será esta situación y como de lejos puede ir. La situación se va a mantener tanto como la credibilidad en los bancos centrales permanezca intacta o, dicho de otro modo, siempre que sean capaces de actuar de forma convincente a ojos de los participantes del mercado”.  Si esto es así, la rentabilidad de los activos libre de riesgo convergerán hacia el nivel más bajo y los precios de los activos más arriesgados incrementarán su independencia de los fundamentales económicos.  Como las economías comunistas, el resultado es en última instancia la igualdad, no la equidad.

Tres síntomas pueden indicar que esta situación está en fase terminal.  Primero, la credibilidad de los bancos centrales y gobiernos está directamente relacionada, resultando en un incremento de la divergencia de los bonos de gobierno.  Segundo, el mercado de divisas absorbe parte de la manipulación de los precios mediante el reequilibrio de economías y mercados mediante los ajustes del tipo de cambio. Tercero, las pérdidas de credibilidad tienen reflejo en la pérdida de nivel adquisitivo, en otras palabras, inflación. Este tipo de inflación, no corresponde con el habitual “demasiado dinero para pocos bienes” si no a la falta de confianza en el gobierno. Esto puede crear hiperinflación como ocurrió en Alemania en los años 20, Hungría en 1946, Zimbawue a finales de los 2000 o, sin ir más lejos, actualmente Venezuela.

Mientras no veamos ninguno de estos síntomas, “una manera de protegerse de esto es mediante la inversión en oro, un activo que no está bajo control directo de las instituciones y  una alternativa al dinero en efectivo, que ha incrementado dramáticamente sus costes con la introducción de los tipos de interés negativos”.



En este contexto, el caso de Japón es interesante en algunos aspectos  y es un recurso que respalda nuestro análisis. En más de dos décadas, Japón ha experimentado una “economía cero”, es decir, donde tanto economía, inflación como rentabilidades son bajas. Según el FMI, la deuda sobre PIB del gobierno se ha multiplicado por cinco desde 1980 hasta aproximadamente el 250% en la actualidad. Y esto es insostenible. Además, Japón ha experimentado varios gobiernos y políticas de bancos centrales sin efecto: Las rentabilidades no subían y, ni crecimiento ni inflación, han vuelto.  El yen se ha movido en la dirección contraria a las pretensiones del Banco de Japón, indicando que los inversores están perdiendo la credibilidad en el banco central nipón.

El amplio uso de las políticas monetarias en el mundo occidental   han distorsionado masivamente todos los precios de los activos. “Mientras que la distorsión continúe y la crebidilidad en los bancos centrales continúe, esta situación podría durar más tiempo”. Actualmente no se observan síntomas de la fase terminal, lo que significa que la convergenci de los precios debe continuar. El oro es una buena cobertura. A menos que todos nos convirtamos en Japón.