No lo creemos, ya que los fundamentales siguen siendo sólidos. El mercado estadounidense continúa respaldado por tres catalizadores clave: una política de tipos de interés acomodaticia, un importante efecto riqueza entre los particulares y un ciclo de inversión sin precedentes vinculado a la Inteligencia Artificial (IA).

El impulso a corto plazo sigue siendo favorable. La renta variable estadounidense retrocedió la semana pasada tras una prolongada subida. Desde el 30 de junio, el S&P 500 ha alcanzado 28 nuevos máximos históricos—uno cada tres días de negociación. Es más que en toda la segunda mitad de 2024, que también registró 28 nuevos récords.

La historia demuestra que los repuntes impulsados por la innovación pueden durar. Desde una perspectiva a largo plazo, el S&P 500 va camino de registrar una rentabilidad por precio del 20 % nuevamente este año, lo que marcaría el tercer año consecutivo. Desde la década de 1940, tres años seguidos de rendimiento positivo superior al 20 % no se habían producido hasta el periodo de 1995 a 1998, cuando la revolución de Internet y los teléfonos móviles impulsó el crecimiento bursátil.

Los inversores entusiastas elevan las valoraciones de las empresas vinculadas a nuevas tecnologías, lo que reduce sus costes de capital y les permite acometer grandes inversiones. Estimamos que la revolución de la inteligencia artificial debería impulsar la rentabilidad al alza y seguir fortaleciendo al conjunto del S&P 500. No obstante, podría aumentar la volatilidad a medida que resurjan las preocupaciones arancelarias y se cumplan las expectativas para los resultados del segundo trimestre de 2025, que ya son elevadas.