Lo que antes podía comprarte un traje, hoy apenas llega para una cena. Esa erosión del poder adquisitivo tiene nombre: inflación. Y es el motivo por el cual guardar dinero no es una buena estrategia. Porque, aunque suene raro, el dinero también pierde dinero.

El gráfico que he preparado lo deja bien claro: desde 1990 hasta hoy, el poder adquisitivo del dólar ha caído más de un 60%. Es decir, un dólar de entonces compra lo que hoy son 39 centavos. En términos reales, quien se limitó a conservar su efectivo sin invertirlo ha visto cómo su valor se desvanecía con el paso del tiempo. Literalmente.

Fuente: Carlos Arenas Laorga

Ahora bien, esa misma cantidad invertida en el mercado, concretamente en el S&P 500, no solo habría mantenido su poder adquisitivo, sino que lo habría multiplicado. Y no por dos, ni por tres. En concreto, hablamos de una rentabilidad real (ajustada por inflación) del +428%. Más de 5 veces.

Sí, ha leído bien: mientras el dólar dormía plácidamente perdiendo valor bajo el colchón, el inversor disciplinado multiplicaba su patrimonio varias veces neto de inflación.

Este fenómeno se explica fácilmente si comprendemos el impacto de la inflación y el efecto del interés compuesto. La inflación actúa como una termita constante que devora el valor del dinero con el tiempo. El café que hace 30 años costaba un dólar hoy cuesta tres. Y no es que el café haya cambiado tanto, sino que la moneda vale menos. Por el contrario, invertir permite preservar y aumentar el valor del capital. Pero eso sí, exige una virtud que pocos practican: paciencia. Y cómo nos acordamos del gran Warren Buffett en estos casos.

La bolsa no sube en línea recta. Hay caídas, crisis, recesiones y pánicos. Pero también hay recuperaciones, innovación, dividendos y crecimiento. Como decía Warren Buffett, “el mercado es un mecanismo de transferencia de riqueza de los impacientes a los pacientes”.

La conclusión es evidente: quien desea preservar su poder adquisitivo no puede conformarse con ahorrar. Debe invertir. Y no de forma puntual o especulativa, sino constante y diversificada. No se trata de encontrar el próximo unicornio tecnológico, sino de participar en el crecimiento de la economía global a través de fondos diversificados, con estrategias activas sensatas.

Por supuesto, hay matices. No todas las inversiones son iguales. La inversión tiene riesgo y volatilidad. Pero si el horizonte es largo (y conviene que lo sea), el riesgo de no invertir es, en realidad, mucho mayor. Es la certeza de perder poder adquisitivo. El riesgo de no hacer nada.

Quien hoy conserva su dinero en depósitos o cuentas corrientes con rentabilidades del 2% o menos, mientras la inflación ronda el 2,4%, está perdiendo dinero sin darse cuenta. Puede que su saldo no disminuya, pero su valor sí.

Así que, la próxima vez que mires tu cuenta bancaria y veas esos ahorros inactivos, recuerda esta historia. Y recuerda también que, históricamente, estar invertido ha sido la mejor defensa contra la inflación. No es una garantía, pero sí una estrategia que ha funcionado siempre.

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