A medida que el nuevo Gobierno de EEUU toma posesión de sus funciones, la economía estadounidense se encuentra en una situación relativamente favorable: la tasa de desempleo es de solo el 4,1%, y no hay muchos indicios de que se avecine un deterioro abrupto en el mercado laboral. Mientras tanto, el consenso del mercado es relativamente optimista respecto a las perspectivas de EE. UU. para este año, con un crecimiento económico previsto del 2,2% en 2025 frente al 2,8% en 2024, respaldado por una agenda de políticas de Trump orientada al crecimiento.
En cuanto a la inflación, el panorama es más desigual; aunque las presiones inflacionarias están disminuyendo, el indicador preferido por la Fed, el Índice de Precios de Consumo Personal (PCE), sigue por encima del objetivo, situándose en un 2,8% interanual. Creemos que la Fed adoptará una postura más cautelosa, manteniendo los tipos de interés sin cambios a corto plazo mientras evalúa los datos de crecimiento e inflación.
La situación en la zona euro es diferente, donde se prevé que la región crezca solo un 1% en 2025 frente al 0,7% en 2024. Las economías principales del euro continúan enfrentándose a desafíos tanto cíclicos como estructurales, mientras que la incertidumbre comercial y los riesgos relacionados con los aranceles también representan amenazas a la baja para el crecimiento de la región. En cuanto a la inflación, el discurso de desinflación sigue siendo válido, con una inflación general del IPC en la zona euro del 2,4% interanual y una inflación subyacente del 2,7% interanual. A corto plazo, los desafíos estructurales, la incertidumbre comercial y el estancamiento político que enfrenta la región (mientras se espera el resultado de las elecciones federales alemanas a finales de febrero) dibujan un panorama más bien pesimista para las perspectivas europeas en 2025. Sin embargo, en el lado positivo, las condiciones financieras de la región están mejorando, impulsadas por las expectativas de una rápida flexibilización de la postura restrictiva del BCE, así como por la debilidad del euro. La perspectiva de una reforma del freno de la deuda alemana tras las elecciones en Alemania también podría ayudar a reducir los riesgos a la baja que enfrenta la región. En cuanto a la política del BCE, el camino hacia los recortes de tipos está claro a corto plazo, con nuevos recortes bien descontados en los mercados de tipos de interés a corto plazo.
Desde una perspectiva estratégica, favorecemos estrategias que se beneficien de un "steepening" (o empinamiento) de la curva de tipos en EE.UU y Alemania, ya que creemos que las primas de riesgo siguen siendo demasiado bajas en ambos mercados. La exposición a la duración se inclina hacia países que ofrecen una mejor relación riesgo/rentabilidad, en mercados que actualmente descuentan un ciclo de recortes de tipos más moderado y donde los rendimientos reales parecen relativamente atractivos. En contraposición, favorecemos una postura táctica de duración corta en Estados Unidos. También consideramos posicionarnos en activos ligados a la inflación en EE. UU., dada la postura monetaria y fiscal del país y los posibles riesgos inflacionarios al alza derivados de la política de aranceles e inmigración de EE. UU.